Camarada Maduro: su Gobierno es de forajidos

El Gobierno de Venezuela, antes siendo Presidente el camarada Chávez y ahora el camarada Maduro, ha sido denunciado, en varias oportunidades, ante organismos internacionales y nacionales, como violador del derecho a la libertad de expresión, entre otros. Ninguna revolución, hasta ahora en este planeta, ha sido meticulosa y religiosamente impecable en el respeto a la libertad de expresión. Ninguna.  Pero, así lo creo, una Revolución Socialista se caracteriza, entre otras cosas, por permitir o facilitar o garantizar la libertad de expresión, de pensamiento y de juicio para que cada día más triunfe el elemento creación socialista sobre la opresión espiritual capitalista. Ahora, a mi juicio, una cosa es libertad de expresión y otra libertinaje para injuriar, descalificar, humillar, ultrajar a las personas. No pocas veces eso se confunde con o sin intención premeditada y, en algunos casos, hasta los mismos revolucionarios caemos en ese maleficio.

                En la política el lenguaje juega un rol de mucha importancia. La política tiene a su disposición muchísimos idiomas pero –igualmente- muchísimas palabras de claro significado para expresarse. Quien fundamente su lucha política o ideológica en un lenguaje pueril, grotesco, inflamable de sandeces, carente de armonía en la combinación de las palabras, burlesco, ofensivo irracionalmente, pierde sus razones tan pronto su boca haga silencio como reflejo de la terminación de su derecho de palabra o de libertad de expresión. Cuando en la política se desplazan los argumentos   para soltar palabras vacías de contenido científico, se pierde la mitad del combate aunque se crea que se amplía la ventaja. Una Revolución así como  se propone transformar la estructura y la superestructura de la sociedad debe hacer lo mismo con el idioma o lenguaje.

 La historia no se puede medir en dos o tres lustros, se necesitan otros. Si Gardel dijo que veinte años no es nada, sería para el tango pero no para la historia política. En veinte años pueden desaparecer centenares de partidos políticos como nacer otros tantos; pueden ser vencidos muchísimos gobiernos como otros pueden triunfar. Aunque no sean suficientes veinte años es algo en política y mucho más en la vida individual del ser humano.

                Sin embargo, este artículo u opinión va dirigido a los que consideran que su derecho a la libertad de expresión les resulta negado por el Gobierno que preside el camarada Maduro. Comencemos señalando o poniendo el ejemplo que testimonia lo contrario a los que sienten vulnerada su libertad de expresión que en este país se dan el lujo –ya no escribir- de publicar artículos con títulos que no se atrevería jamás ningún importante diario estadounidense de sacar a la luz pública si fuesen dirigidos, con términos ofensivos y hasta grotescos, contra el Presidente Obama. Hace pocos días leí uno cuyo título dice muchísimo para quien crea que se le viola su libertad de expresión: “Venezuela y su Gobierno de forajidos”.

                En ese artículo se dicen cosas duras, durísimas pero de descalificación, de injuria, de infamia y de insoportable olor a libertinaje. Al camarada Chávez se le tilda de “… felón delincuente surgido de Sabaneta…” y al camarada Maduro de “… malandro de los barrios de Coche…”, mientras a los gobiernos de las naciones que conforman el Alba se les denomina “chulos”.  ¿Qué es eso: violación del Gobierno a  la libertad de expresión de un opositor o libertinaje del Gobierno en permitir tan grave violación del opositor a la verdadera  libertad de expresión? Nadie en la oposición dedica, aunque sea unos segundos, a pensar en eso, en ¿cómo le dan uso algunos escritores o articulistas al derecho de libertad de expresión?

                Imaginémonos, por un momento, cuál sería el riesgo que correrían James Petras o Noam Chomsky si el New York Time les publicase un artículo cuyo título sea el siguiente: “Estados Unidos y su Gobierno de forajidos”, donde se acuse a Obama como felón delincuente y a Kerry de malandro de un barrio de San Francisco o de otra ciudad estadounidense.  Bueno, ni siquiera Dios los salvaría de un juicio por palabras criminales o por ultrajar la honorabilidad del Presidente o, lo más seguro, terrorismo linguístico. Acaso no sabe ninguno de la Oposición que en Estados Unidos hay cuatro, por citar un solo ejemplo, cubanos que denunciaron, ante el propio Gobierno estadounidense, actividades de terrorismo en su territorio y resultaron –gracias a la maravillosa y justa administración de justicia jurídica en Estados Unidos- siendo acusados y condenados por terroristas.

                Para el articulista, que se queja que le violan su libertad de expresión, no se le salva ningún funcionario del Gobierno venezolano y ni siquiera los muertos: todos son delincuentes de todo tipo. Por cierto, puestos en el Gobierno por una masa de pueblo superior a los siete millones trescientos mil de quienes votaron en la elección presidencial del 14 de abril de 2013 por el camarada Maduro. Pienso que quienes escriben y fundamentan todo su contenido en la descalificación, en el ultraje, en la humillación y en la burla terminan siendo víctimas, aunque de ello no se percaten, de heridas producidas por el lanzamiento de sus propios petardos. La gangrena sólo les asoma la cabeza y si no sanan a tiempo esa infección “intelectual”, aquella les puede contaminar todo el cuerpo y, especialmente, el cerebro.

                Si algún Gobierno respeta, de verdad verdad, no sólo el derecho a la libertad de expresión sino el libertinaje para que sus adversarios lo utilicen atacando a diestra y siniestra y con mentiras alzadas al Proceso Bolivariano y, más concretamente, al camarada Maduro. 



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Freddy Yépez


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