Presidente Nicolás Maduro, en qué país vivimos hoy


El camino al que optamos recorrer los venezolanos, el camino de la construcción de una Revolución Socialista, no es nada fácil. Construir Revolución es construir alternativa, y alternativa no menos que para la salvación de la humanidad. Y en la salvación, el buen vivir, el vivir bien, el vivir viviendo. Ese camino quijotesco, de desprendimiento revolucionario que ya hemos señalado como difícil, se complica mucho más cuando nuestras prácticas, a veces –muchas veces- contradictorias, no nos permiten ver con exactitud el camino a recorrer.
Ya Trotsky, en 1923, escribió “Problemas de la vida Cotidiana”, enfatizando en este trabajo “los diferentes aspectos de la vida obrera en una época de transición, así como nuestros medios de acción sobre el modo de vida obrero.” Con este trabajo, la militancia revolucionaria tuvo mejores pistas sobre los problemas que aquejaban a la masa trabajadora del momento, y en función de ello trazaron líneas de trabajo. Quizás, solo quizás, nosotros en este momento necesitamos de una y mil asambleas para puntualizar y caracterizar los problemas del día a día de los venezolanos, y a partir de allí esclarecer los elementos que sustentarán las políticas que edificaran y consolidaran, repito, la tan difícil tarea de construir el Socialismo.
Los problemas de los venezolanos están, por muchos, vistos, caracterizados. No son nada nuevos, son producto de un devenir histórico que, gracias al Comandante Chávez, todos conocen, y que aún hoy, de manos del presidente Nicolás Maduro, se sigue debatiendo, mencionando, denunciando. Sin embargo, pese al conocimiento de estos problemas, no hemos sido capaces, aun, de edificar una estructura político administrativa e institucional, capaz de solventarlos, de darles respuestas.
Vivimos en un país cuyos bancos, tanto los de la Revolución como los que no, se rigen por políticas absurdas, sin ningún sentido de la realidad, imposibilitando así al pueblo, a los trabajadores cuyos salarios son básicos y ni tan básicos, a la posibilidad real de acceso a una vivienda financiada.
Vivimos en un país donde la especulación ha alcanzado niveles irracionales, en el cual un carro alcanza superar en valor a una casa, y aun así se hacen colas y sobran los carros en las calles, mientras los concesionarios no se dan abasto creando así largas listas de espera.
Vivimos en un país cuyo consumo cultural sigue siendo contra natura, y la valorización de una vida está por debajo de un teléfono celular, una moto Bera, un Tablet, una antena de Directv.
Vivimos en un país en donde nos sorteamos en la trampa, en el trance, en el tráfico de la influencia. Si no tienes un amigo en el banco, no te dan el crédito, ni a tiempo, ni lo que necesitas porque tus ingresos no te ayudan; si no tienes un amigo –un chivo- en el gobierno, no te dan tu casa de la Misión Vivienda, sin importar que seas tú un refugiado y hayan más casas construidas que damnificados en los refugios; si no tienes un amigo cajero en un banco, pierdes un día de trabajo en la cola, porque les es muy difícil optimizar el sistema; si no conoces a un fiscal o militar, eres potencial víctima de la mala cultura del matraqueo en la alcabala; tienes que transar a diario con los choros para que respeten a tus hijos en las esquinas; tienes que llegar temprano a casa porque el infortunio siempre asecha.
El dios que todo lo sabe, que todo lo ve, que todo lo tiene y que todo encuentra; el hombre de las mil respuestas, de las mil soluciones y el que te quita el peso de encima, se llama gestor. Gestor. Vivimos en el país en donde para todo se necesita un gestor, porque el funcionamiento de todo -o del todo- pareciera estar pensado para complicarle, en vez de facilitarle, la vida a los ciudadanos de este país.
La sensación de avance, de evolución, de cambio y de revolución, es mucho más difícil percibirla en la concepción abstracta de la Patria, y en la constante afirmación de que hoy la tenemos. Hoy tenemos patria, y seguiremos luchando para conservarla, pero necesitamos tener, dentro de esta patria que ya recuperamos y seguimos edificando, un sistema jurídico, político, administrativo, que nos hagan sentir bien, satisfechos y atendidos en la cotidianidad de esta Patria que, ya que la tenemos, debemos comenzar a quererla y a valorarla en su plenitud.
Muchas cosas se han hecho para acercarnos, pero aun no lo logramos. Hemos edificado en esta última década un país con índices imperceptibles, casi, de analfabetismo; un país cuyas familias, en más de un 97%, se alimentan bien diariamente; un país con universidades para los jóvenes y un Gobierno Revolucionario con voluntad política para apoyar a los más necesitados. Pero aun no lo logramos. La corrupción, a la cual hoy se le está dando la guerra, sigue causando estragos, confundiendo a la gente, creándole un vaho oscuro a la imagen de ese gobierno al cual todos debemos abocarnos para defender y profundizar.
Vivimos en un país en donde mucho hemos hecho, pero queda aún mucho más por hacer. Y no podemos justificar el ahora, dando siempre una mirada al ayer, al oprobioso y maldito ayer de negación y tortura. Debemos ir al futuro, como nos dijo el Comandante Chávez, ir al futuro y regresar para concretarlo aquí, en el hoy. Porque el hoy es necesidad innegable de Revolución, y el futuro es concreción fáctica de Socialismo.


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Francisco Ojeda


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