El paso de los días me duele en la sangre, en la conciencia y en la memoria de mi comandante Chávez. Julián Conrado sigue preso injustamente en Venezuela, la república bolivariana, socialista y chavista. Que contradicción.
El paso de los días me hace sentir más y más indignación ante el silencio como única respuesta. ¿Es que no existe la revolución? ¿Qué es lo que pasa ante el reclamo justo que tantas y tantos hacemos al exigir que se libere a Julián Conrado? ¿Qué dice el silencio del gobierno? ¿Qué nadie escucha al pueblo?
Yo también soy Julián y estoy preso junto a él señor presidente Nicolás Maduro, preso él, preso yo y preso usted.
Es que no puedo dar la cara sin sentir vergüenza al mirar a Julián encerrado entre cuatro paredes condenado a ver el mundo desde aquella pequeña ventana, ¿usted puede verse la cara tranquilamente al espejo cada mañana, sabiendo que su boca, la única que puede respondernos, se queda callada?
La adhesión a la causa de Julián Conrado ha inundado los medios nacionales e internacionales, pero no pasa nada, absolutamente nada.
Se acaban de entregar 50.000 mil firmas en solidaridad a su libertad y a la repatriación de Carlos Ilich, pero esas firmas se arruman al absurdo silencio que desde más de dos años sentencia a Julián Conrado a cadena perpetua, como está sentenciado Carlos Ilich Ramírez, a diferencia que aquí quien calla es la voz de la revolución americana, la vanguardia que por obligación debe ser ejemplo de solidaridad, la misma voz que salió de primera cuando Snowden se quedó atrapado en el aeropuerto de Moscú, que le ofreció asilo inmediato a ese muchacho gringo valiente, ahora se calla y no responde ante la prisión de un cantor que decididamente preferiría morir libre que vivir sin libertad, menos en el suelo de Bolívar y de Chávez. Julián no recibe el mismo trato, ¿por qué???
Yo también soy Julián Conrado e invito a todas y todos a que asumamos su nombre y firmemos Julián, hablemos Julián, seamos Julián, luchemos Julián hasta despertar a los sordos, hasta abrir el corazón de nuestros camaradas silentes, hasta que Julián esté en la calle libre, cantando a la paz y a la vida, luchando, viviendo la vida que le corresponde y que vilmente se le niega, seamos entonces Julián.
Pido a los estudiantes de la patria que construyan en el estacionamiento de cada universidad o liceo una carraca, similar a la de Miranda, que en ella escenifiquemos a Julián, que se explique a quienes la visiten esta injusticia cometida diariamente contra uno de los nuestros y que en esas carracas cante Julián a su pueblo revolucionario, se genere con más fuerza la lucha del soberano pueblo por su libertad, por su asilo aquí o en otra patria de nuestro continente.
Pido que escribamos con más fuerza en todo el planeta, que no desfallezca este clamor necesario por su causa, que todos lo nombremos cada vez que hablemos de cualquier otra cosa, que seamos necios y más necios hasta que nuestra terca necedad se escuche y triunfe.
Yo también soy Julián, ¿y usted camarada?