Camaradas: siendo sinceros, las colas –por lo general- son un síntoma de descomposición social y no de satisfacción colectiva por logros de avances revolucionarios. Algo malo o negativo indica que está sucediendo aunque nadie lo crea. Y, muy especialmente, las larguísimas colas que se forman para adquirir mercancías de primerísima necesidad humana. Esto lo escribo no para desmoralizar a nadie, no para criticar a nadie, no para descalificar a nadie, no para desesperar a nadie, no para crear mortificaciones y suspensos a nadie y menos para andar en eso de culpar a nadie. Lo escribo como elemento de reflexión. Presencié una larga, pero muy larga cola, de personas para adquirir papel higiénico que nadie me va a convencer sea más importante o vital que la harina pan, que el arroz, que el espagueti o la carne o las verduras. Luego de hacer una necesidad fisiológica, si hay agua y por lo general la hay, uno puede lavarse pero lo que no se puede es acostarse todos los días sin meterle aunque sea un bocado de comida al estómago. Eso ni lo cura ni lo subsana el agua sola. Más de la mitad de la larga cola se quedó sin poder llegar al punto en que se le vendía papel higiénico. Y esa porción de personas se retiraron con malas caras, disgustadas y echando peste por los poros. De eso, nos dimos cuenta varios camaradas que estábamos observando el operativo de venta supervisada. Primer dato.
Quienes quieran saber con exactitud de los efectos de una inflación o de un acaparamiento, sin necesidad de haber asistido a una universidad a estudiar economía, no tienen más que meterse en esas largas colas y grabar las opiniones o comentarios de las personas en la misma. Pero ver un economista o un altísimo dirigente político en una cola de gente para adquirir una mercancía de primera necesidad es tan parecido a ver una persona vestida de levita en una playa de nudismo. Es en las colas donde se vuelven incontables pero por demás importantes para escucharlas y analizarlas todas las expresiones de la política en las rústicas palabras de la gente humilde y, esencialmente, carente de recursos económicos. Segundo dato.
Las colas no son jamás expresión organizada de la abundancia, porque existiendo ésta en los mercados, en los negocios, en los supermercados, en las bodegas, en los almacenes, la gente suele llegar y adquirir las mercancías sin necesidad de hacer largas colas. Estas son verdadera expresión cuando las mercancías escasean. Y las colas, por lo demás, no sólo necesitan de gendarmes que garanticen el orden y eviten el caos sino, principalmente, convierten el tiempo de las personas en un factor realmente improductivo y en una inmensa aula abierta para comentarios de todas las naturalezas. Tercer dato.
Las colas son el reflejo más fiel de pueblo necesitado de mercancías. En ellas se mezclan, se dan de las manos hombres y mujeres de las clases sociales más afectadas por la economía, jóvenes y adultos y hasta niños, negros y blancos, marxistas y cristianos, socialdemócratas y centristas, ateos y anarquistas, idealistas y materialistas, utópicos y realistas, extremistas de derecha y de izquierda, los de escasos conocimientos o de mucho saber si en los bolsillos no hay capital suficiente para evitar la inclemencia del desespero. Los ricos y los pequeñoburgueses bien acomodados no hacen colas porque tienen el suficiente dinero para garantizar hacer compras en los mercados donde no tienen acceso los pobres. Si en el mercado nacional no existen las mercancías que necesitan, las traen del exterior y punto. No pasan necesidades y menos hambre. Cuarto dato.
Las largas colas tienen una particularidad que debe ser tomada muy en cuenta a la hora de la elaboración de políticas económicas: es la lucha de todos contra todos los que viven en desventaja de recursos económicos en relación con los que tienen demasiado y los que no teniendo demasiado tienen suficiente para cubrir sus necesidades materiales y espirituales. La burguesía y la pequeñaburguesía alta no se pelean en las colas porque no las hacen. Y si algún día las hiciesen es porque el país está en la más completa ruina y serían los saqueos incontrolados los que harían sonar las campanas de la rebelión. Las largas colas, aunque nadie lo quiera creer, se convierten en caldo de cultivo para el soborno y la especulación. Nada como las largas colas para que se inyecten especulaciones, chismes, corrillos, rumores, medias verdades, buscando pescar en río revuelto aprovechándose de las urgentes necesidades de las masas de pueblo y de la imposibilidad de solucionarlas sin invertir un tiempo que se les hace interminable y, además, corriendo el riesgo que la mayoría se quede con las manos vacías por no existir la suficiente cantidad de mercancías demandadas e incluso ofertadas. Quinto dato.
El capitalismo, desde que lo domina el imperialismo, es cruel, es salvaje porque, entre sus fundamentos, está uno que se caracteriza por el exterminio de buena parte de la sociedad por cualquier medio ya que eso es una necesidad para garantizar la supremacía de la minoría sobre la mayoría en el mundo. Las largas colas para adquirir una determinada mercancía de consumo diario lo testimonia. El socialismo tiene que ser todo lo contrario. Ahora, quienes crean que el socialismo es ya una realidad con solo tomar el poder político los socialistas e implantar algunas medidas de orden económico –contrarias a los intereses de la burguesía- en un mundo rodeado de capitalismo salvaje y el imperialismo dominando la economía de mercado es tan parecido como creer que con solo bañarse y vestirse con ropa limpia un día es suficiente para andar aseado todo el año. Dato doctrinario.
En verdad, colas se forman en todos los países por adquirir determinadas mercancías de primera necesidad e incluso hasta de lujo. En casi todos los países del planeta se manifiesta carencia de bienes de consumo masivo y constante. La reducción en la producción de los mismos o el acaparamiento planificado son políticas del imperialismo para crear hambrunas y caos de manera que eso le permita intervenir de forma decisiva en los asuntos internos de otras naciones. Sin embargo, en países donde sus gobiernos se inclinan por el socialismo las largas colas deben ser estudiadas y buscarle soluciones porque puede llegar ese momento en que la gente prefiera el capitalismo con sus altos precios de la leche, azúcar, arroz, harina, espaguetis, papel higiénico que el socialismo prometiendo bienes de consumo masivo a bajísimos precios sin importarle que está rodeado de capitalismo salvaje y éste dominando los mercados de la economía donde se determina, incluso, el curso económico de las sociedades. Sexto dato.
En lo particular, he escuchado mucho el siguiente comentario que se vuelve digno de ser analizado por el Gobierno que preside el camarada Maduro: En el paro petrolero de 2002 no se hicieron colas como ahora cuando la Revolución lleva ya 14 años gobernando. Claro, muchas cosas han sucedido desde entonces. En 2002 los ataques no eran contra el socialismo sino contra el camarada Chávez. Ahora los ataques son contra el socialismo mucho más que contra el camarada Maduro. Y entre los argumentos que exponen los enemigos del socialismo está, entre los más destacados, las colas como un síntoma de la escasez de alimentos y como una prueba de la destrucción del aparato productivo del país. Les gusta explotar cualquier cosa que le puedan sacar punta. Por eso señalan el socialismo como el gigante de manos largas para los capitalistas y para esa legión de pueblo que lamentablemente aún sigue creyendo en las ideas de los explotadores y opresores burgueses o, mejor dicho, en “bondades” y “virtudes” del capitalismo. Falta mucho camino por recorrer. Por eso debemos cuidarnos de las largas colas donde, aunque haya muchos partidarios del proceso bolivariano, se escuchan –casi en silencio o sin bulla- muchas críticas que si toman cuerpo y no se frenan, se convierten en armas peligrosas de combate contra el socialismo prometido. Séptimo dato.