Pongámonos de una buena vez en desacuerdo

Creo que es a Cortázar a quien le estoy escamoteando el título del presente articulito; pero es que no encontré mejor forma de expresar que prefiero confrontar radicalmente a quien es mi deber adversar, a tener que hacerle concesiones onerosas a éste o a aquella para evitarme desarmonías.

Hace largo rato que conozco a Juan Veroes. Si tengo que decir algo rapidito de él diré que es un personaje bienintencionado al que no le es ajena la sindéresis. Hace días que leo con interés sus últimas reflexiones aquí en Aporrea. Comparto su preocupación.

Cuando decidí enviar mis enjutas impresiones políticas a estos espacios, lo hice en el entendido de que dichos espacios existen para tributarle algún aporte utilitario (sin importar cuán modesto éste sea) a nuestro proceso revolucionario. Proceso respecto del cual me siento profundamente orgulloso. Y es que la Revolución Bolivariana está dictando cátedra universal. Nadie como ella ha dejado más claro que utopía no es imaginería ingenua e irrealizable Es más: la Revolución Bolivariana está enseñándole al mundo que es muy probable convertir la utopía socialista en algo tangible… Socialismo y bolivarianismo no son sólo ideales plausibles. Son una urgencia de la justicia social. Y la justicia social es, sin duda ninguna, uno de los objetivos más escurridizos con los que ha tenido que lidiar la buena voluntad humana. Revisemos la Historia y no tendremos que discutir lo anteriormente dicho. Realizar la justicia social a través de las ideas socialistas es una tarea titánica. Entrabar esa lucha contra los enemigos naturales del socialismo es, per se, una vaina muy arrecha; pero tener que hacerlo contra aquellos a quienes suponemos de nuestro lado, es una verdadera tragedia.

Al camarada Veroes le ha dado por develar la torpeza de aquellos que creen materializar algún arcano principio de la democracia cuando sus críticas contra nuestro proceso las formulan acremente, huérfanas de argumentación válida y, pa’ más ñapa, de manera pública. La argumentación válida, aclaro, es aquella fundamentada en información consistente y suficiente, acompañada ésta de previo análisis profundo. Estoy seguro de que a más de uno de los críticos acérrimos que utilizan las páginas de Aporrea para publicar sus galimatías politiqueros contra el proceso revolucionario lo único que les importa es figurar. Les tienen muy sin cuidado el análisis y la argumentación. Por supuesto, estudian poco y no tienen idea de cómo se conjuga el verbo reflexionar. Si no, ¿cómo escriben con tantas y tan garrafales inadecuaciones léxicas, sintácticas y conceptuales? Además, ¿no se dan cuenta de que al utilizar un medio como Aporrea para arremeter (aunque sea bienintencionadamente) contra el proceso revolucionario, le están regalando un arma mortal al enemigo para que pueda simular que argumenta en nuestra contra? Sin ningún esfuerzo, podemos imaginarnos al escuálido menos dotado emitiendo juicio al respecto. Con aire doctoral del más puro Harvard diría algo así como: “¡Imagínate! ¡Si entre ellos mismos se están echando cuchillo!”…

Presuntos camaradas: si tenéis cosas que criticar, hacedlo en el seno del PSUV, a puertas cerradas. Allí, caeros a coñazo limpio contra quien se os enfrente, si ello es menester. Vociferad contra todos los errores del gobierno y los autores de los mismos. Arrojad luces sobre aquellos de nosotros que vosotros consideréis que no estamos claros aún. En ese lugar nadie podría, asistido de razón, negaros el derecho de disentir. Si ello no os fuere suficiente, id entonces a El Nacional, a El Universal o a algún otro bodrio periodístico y dejad constancia allí de vuestros talentos literarios, o rendidle declaraciones al ilustre palangrista que mejor os cuadre… Pero -¡por Dios santo!- no sigáis haciendo el papel de bolsas útiles al venir a Aporrea a facilitarles razones encomilladas a nuestros adversarios políticos.

Si no, pongámonos de una buena vez en desacuerdo. Así, cada quien tendrá su espacio bien delimitado: vosotros del lado de allá y nosotros del lado de acá.



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Omar Fuentes

Abogado del diablo, periodista de largos y dolorosos períodos y escribidor a ratos, amén de opinador compulsivo. Aunque parezca mentira, actualmente es estudiante de la Universidad de los Andes en la Escuela de Medios Audiovisuales. Autor de los libracos: 'Relatos en blanco y negro' y 'Nubarrones a ras de la tierra' (cuentos) y 'El diablo se mudó al mediodía' (novela).

 omarfuentes60@hotmail.com

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