El médico pasó directo hasta el consultorio del psiquiatra, y una vez allí, tirándose en el diván, soltó su jarabe de lengua muerta y dijo:
—Vine, doctor, porque quiero contagiarme de entusiasmo, y espero que usted me contamine con sus conocimientos, porque el virus de la ignorancia está enfermando lo que queda de la oposición. Pienso que nos están dorando la píldora para que no veamos el cáncer que está matando a la gente. Soy un paciente que espera impaciente un cambio, doctor. Pero la oposición no atiende ninguna consulta. Hay mucho cadáver insepulto —como diría el viejo de Guatire— ofreciendo recetas para salir de la crisis, pero es el mismo remedio de siempre. Y el paciente no sana. La oposición está en terapia intensiva, doctor.
—Está usted muy angustiado, colega.
—Es evidente, doctor. Me sube la tensión cada vez que ausculto en el periódico lo que acontece en la rúa. Hay que inyectarle emoción a las masas. Yo me estoy muriendo. Quiero su diagnóstico, y si es posible que me haga la autopsia de una vez, porque no aguanto por más tiempo este cuadro intravenoso. Todos nuestros políticos de oposición tienen fiebre por llegar al poder. Y ninguno se automedica un régimen de honestidad. Por eso el país no sana. Porque no se han creado anticuerpos capaces de rechazar esos gérmenes. A punta de jarabe de lengua por radio, periódicos y televisión quieren adormecernos para que salgamos a calentar la calle. Para mí, colega, los políticos son de uso delicado, y sólo deben administrarse bajo estricta vigilancia médica. Y eso sí, mantenerlos alejados del alcance de los niños.
—Tiene que haber algún remedio...
—Ni genérico, doctor. La credibilidad de esa gente está en cero. Antes y después de cada comida lo que escucho no me levanta el ánimo. Tengo más de veinte puntos de sutura en mi estado de ánimo, colega. Toda mi familia también está llena de traumatismos generalizados. Han llevado golpes por todas partes, incluso, han sufrido quemaduras de primero, segundo y tercer grado. Ya me conozco todos los focos de infección, por eso cada vez que paso cerca de la casa de un partido político, parto sin dolor, me voy para no contagiarme...
—Vamos a dejarlo hasta aquí...
—Está bien, doctor, ya me he desangrado bastante..
—Levántate y anda a curarte, colega.
Y el médico de oposición, abandonó el consultorio.
Periodista
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