Imagínese Usted en un quirófano, sometiéndose a una operación de cualquier órgano. Imagínese que el médico cirujano recibe una llamada telefónica, y de inmediato le informa al anestesiólogo, al instrumentista y las enfermeras, que deben sumarse al paro convocado por las “fuerzas democráticas”. Imagínese que, en efecto, todos estos profesionales deciden paralizar sus actividades, y lo dejan a Usted solo sobre aquella cama fría, semidesnudo, y con las vísceras al aire. Imagínese el momento cuando comienza a cesar el efecto de la anestesia, y empieza a gritar desaforadamente; mientras, en las afueras del hospital, el personal, debidamente asesorado por abogados “expertos”, rinden declaraciones a los medios de comunicación: “Amparados por el artículo 350 de la Constitución, hemos decidido plegarnos al paro, y nadie puede obligarnos a trabajar”. El jefe de Estado, al saber la noticia, ordena a la guarnición del lugar tomar las instalaciones y atender su caso con médicos asimilados o voluntarios. Así mismo, se procede a la detención y destitución de quienes le abrieron la piel y lo dejaron a punto de morir. Imagínese que los profesionales despedidos, junto a “bastos sectores de la sociedad civil”, agudizan la protesta, denuncian la vulneración de sus derechos humanos, exigen ser reincorporados y piden al presidente que escuche, que renuncie o convoque unas elecciones adelantadas. Ah!, y además le dicen a Usted que el responsable de su cicatriz torcida es el jefe de gobierno porque no escuchó, no renunció y no convocó a elecciones. ¿Puede imaginárselo? Pues, esto es lo que está ocurriendo en Venezuela: un país agredido por terroristas, propios y extraños.
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