“…Hoy tenemos patria y pase lo que pase, en cualquier circunstancia, seguiremos teniendo patria”. Estas fueron las palabras emitidas por el comandante supremo, Hugo Chávez, en su última alocución pública, el pasado 8 de diciembre, antes de su partida a otros escenarios.
La nación, la nacionalidad, lo nacional es sinónimo de patria. La población, lo territorial y las organizaciones que le dan carácter nacional a una nación, serían insuficientes para definir la condición de patria, sino existiera un conjunto de valores que permiten definirla como tal.
La venezolanidad: para quienes habiendo nacido o no en territorio venezolano, lo territorial, lo espiritual, sus hombres, mujeres y niños, sus símbolos y próceres; la actividad agrícola, la manufactura, el comercio, los servicios, el trabajo; sus campos; sus ciudades; su historia; su principal forma de ingreso: el petróleo; las emigraciones del campo a la ciudad; el crecimiento vertiginoso de su población, forman parte de la venezolanidad.
Cualquier indicio de nacionalidad, sea esta funcional o no, gústenos o no, se convierte en sentimiento de amor a la patria venezolana.
Así como existen quienes aman y tienen sentimientos nobles hacia la patria venezolana, también existe una corriente de pensamiento adversa, completamente opuesta a la soberanía territorial y espiritual de la patria bolivariana.
Existen personas cuyo imaginario cultural o los posibles intereses particulares que pudiera mantener, los aleja de la venezolanidad. Hoy en día tal alejamiento es frecuente debido a los efectos causados por la globalización, por el impacto producido por la dependencia que generan los grupos privativos a través del uso de la comunicación, de la información y la publicidad, en los gustos y preferencias de las personas, lo cual al hacerse muy habitual y sin ningún tipo de razonamiento, afecta la psique humana y termina convirtiéndose en mediatización.
Para los apátridas, el sentimiento y amor por la patria, no existe. Este tipo de personas, están orientados por el consumismo -que es una perversión del consumo- y la acumulación imaginaria de bienes se recrea como un valor, llegando al extremo de convertirse en fanático o fanática de las migajas materiales en los países llamados “periféricos” o subdesarrollados, sin tener las condiciones propias de los capitalistas.
Otro rasgo de los apátridas es la pleitesía, el menosprecio y el odio generado en contra de los valores de su nacionalidad.
Lo más grave de todo es que actualmente las empresas transnacionales -hoy en día actuando como aves de rapiña- mantienen una estrategia de desgaste hacia el país, hacia sus instituciones y su gente, a través de la llamada guerra económica, con la cual pretenden afectar los valores fundamentales del pueblo venezolano y derrocar al presidente legítimo de Venezuela, haciendo uso del contrabando de extracción, de la fuga de capitales, del acaparamiento de alimentos y bienes de consumo, de la inflación, de la especulación y del rumor como instrumento de temor.
El “¡seguiremos teniendo patria!” enviado por el comandante Chávez no es mensaje al vacío: es dirigido al pueblo que ha despertado para decir ¡ya basta! Es un llamado a una minoría de compatriotas que menosprecian el sentido de la patria y es una advertencia a las potencias y países que insisten en mantener sus propósitos colonialistas en pleno siglo XXI.
Hoy más que nunca ¡seguiremos teniendo patria!