Los canales del Estado son alérgicos a la música. El presidente Maduro decretó el inicio de la navidad y llamó a todo el país a celebrarla. Habría parrandones en toda la geografía. En el parque Los Caobos, en Caracas, el pregón navideño, escrito por Gustavo Pereira, fue leído por Juan Manuel La Guardia y Elba Escobar. El ministro Barbarito hizo la lectura del decreto que salió de la pluma de Roberto Malaver . Moderaba el acto el maestro Rafael Salazar. Después que el Presidente envió un breve mensaje navideño al pueblo, nos disponíamos a escuchar y disfrutar los aguinaldos en las voces de Cecilia Todd, las Voces Risueñas de Carayaca y Francisco Pacheco, pero nos cortaron la nota. VTV regresaba a los estudios.
El “regreso a los estudios” es frecuente cuando se trata de actos culturales. Lo sufrimos durante la campaña electoral de Nicolás Maduro. Excepto los realizados más allá de la medianoche, ninguna presentación de los artistas que apoyaban a nuestro candidato se presentó completa. Puros “avances”, “pases al TTC” y regreso más rápido. Los actores y actrices que respaldaron a Capriles hicieron un acto en un teatro que transmitieron completo, directo y en vivo, sin interrupciones, por Globovisión. Luego lo repitieron varias veces a la semana. Estos señores sabían lo que estaban haciendo. ¿Cómo se gana una guerra mediática?
Nunca se han dado tantos conciertos a cielo abierto y gratuitos como en estos tiempos de revolución, en todos los géneros musicales y en todas las plazas. Por alguna extraña o patológica razón los canales públicos sólo pasan “avances” de los mismos. Parecieran ignorar la fuerza de la música, la poesía y el teatro. En las sociedades de masas lo que sucede en una plaza sólo lo saben los que están allí. Si se le da cobertura mediática, el concierto en Ciudad Guayana o Caracas es disfrutado en Cabimas y Güiria. Y su mensaje es multiplicado por millones. Leyeron bien, estimados presidentes de los canales públicos: por millones.
El Comandante Chávez vivía cantando. Cuando en su campaña por el referéndum revocatorio que no resultó tal, dijo que entre él y el pueblo había “más que amor, frenesí”, invité al Kiosco Veraz a un gran cantante romántico, entonces casi olvidado, Oswaldo Morales, para que cantara en vivo esa canción, como en efecto lo hizo con mucha emoción, acompañado con su guitarra y un bongosero. ¡Santa María de Ipire! El lunes me llamó un directivo de VTV para decirme que ese no era un canal musical ni ese era el formato del Kiosco Veraz. El siguiente domingo le llevé tres boleristas que, como yo, nacieron despechados o como dice el título de un libro de Roberto Malaver, sin corazón en el pecho.
Una tarde el gran Nikita Kruschev tomó el Pravda, diario de la vieja URSS, en el aeropuerto de Moscú. Lo leyó un rato y lo tiró a un lado. Dijo: “estos periódicos nuestros no aguantan dos lecturas”. Kruschev (o Jruschov) era entonces Primer Ministro y Secretario General del PCUS. Así eran también la radio y la televisión soviética. Algún día, repito, se determinará con precisión cuánto incidió el aburrimiento en la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. No es necesario precisar lo que ha significado la música para la revolución cubana.
Cuánto darían los compatriotas de la Venezuela adentro para ver en algunos de sus canales los conciertos de grandes músicos que se presentan en Caracas. O también las obras montadas en nuestros teatros. Escribí estas líneas cuando miraba por VTV el inicio de la navidad y cortaron la parranda. Busqué entonces TVES y VIVE a ver si en alguno de los dos estaban pasando tan bello acto, pero en ambos canales transmitían viejos programas grabados. En el primero, por ironía, un documental con Gustavo Pereira, autor no sólo del Preámbulo de nuestra Constitución, sino del capítulo dedicado a los derechos culturales. Por aquellos días de la Asamblea Nacional Constituyente, donde hice equipo con este gran amigo, Gustavo no se cansaba de repetir: “Sin cultura no hay revolución”.
Hubo un hecho curioso en este inicio navideño: luego de que el presidente Nicolás Maduro gritara anoche: ¡Que viva la música!, nuestros canales cortaron la música. Recordando un aguinaldo que llenó su infancia, Roberto Malaver diría: Yo no me explico.