“Estoy un poco sorprendido. Acá pasó algo que no tenía previsto”. George W. Bush, al despedirse de Nestor Kirchner.
Un fenómeno nuevo está recorriendo América Latina: por primera vez en los últimos 25 años Estados Unidos no pudo imponer su voluntad a los 33 presidentes, habitualmente humildes y dócilmente sumisos, reunidos en una cumbre creada especialmente por El Gran Patrón para facilitar su dominio y control en el continente. Fue el presidente de Argentina, Néstor Kirchner quien expresó el sentimiento de la reunión durante su encuentro con George Bush: “Estados Unidos es un país hegemónico. Yo le digo las cosas como pienso. No soy un presidente alcahuete”. Hubo silencio, y una mueca de asombro en el estadounidense. Entonces, la cumbre se convirtió en una reunión de descontento que hizo fracasar al ALCA.
Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, bautizados por Hugo Chávez como los “cinco mosqueteros”, utilizaron una excelente estrategia para enterrar el “Consenso de Washington” que dominó el destino de América Latina a su antojo y provecho durante los últimos 25 años. Lo explicó otra vez Kirchner, quien se opuso abiertamente a Condoleezza Rice y su séquito, cuando presentó sólidos argumentos económicos para demostrar que la variante norteña del ALCA significaría más pobreza, desempleo y mayor dependencia.
Dijo que en caso de su aprobación, las exportaciones norteamericanas crecerían en 710 millones de dólares al año, mientras que las argentinas, solamente en 457 millones. Respecto al Brasil, el ALCA contribuiría a EE.UU. más de 700 millones de dólares, pero el beneficio del Brasil sería de unos 10 millones. A la vez el ALCA sepultaría el MERCOSUR y todos los bloques regionales. La intervención de Kirchner neutralizó los intentos de 29 seguidores de Bush, encabezados por los más serviles presidentes: Vicente Fox, Alejandro Toledo, Alvaro Uribe y el primer ministro canadiense Paul Martin. George Bush tuvo que emprender su viaje al Brasil amargo, sin ningún acuerdo y sin que nadie le cante “no llores por mi Argentina”.
El fracaso de la cumbre oficial fue contrastado por el acuerdo unánime de la “Anticumbre”: Cumbre de los Pueblos bajo la consigna del antiimperialismo. Igual como en Chile en 1998 y en Quebec en 2001, unos 7 mil participantes discutieron en 160 foros las alternativas de desarrollo socioeconómico y aprobaron el documento final declarando un rotundo NO al libre comercio, la militarización y la deuda externa. El texto final repitió la retórica de las reuniones anteriores llamando a redoblar la resistencia, fortalecer la unidad de diversidad etc., etc.
Sin duda una conclusión correcta y necesaria, pero al mismo tiempo, lo que se ha dicho durante los últimos 10 años, sin un plan detallado de modelo socioeconómico alternativo. Como siempre hubo marchas de protesta y grupos de encapuchados rompiendo escaparates y quemando carros.
Parece que todas las cumbres y foros siguen un guión preconcebido. Las reuniones de presidentes fueron creadas y financiadas en gran parte por el Departamento de Estado norteamericano. Las cumbres populares reciben la financiación de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), cuya idea fue concebida en 1970 en el departamento de estado norteamericano que se dio cuenta que las revoluciones y cambios sociales no se puede prevenir desde arriba sino desde abajo controlando las organizaciones de base. Al final de los años 1980 los gobiernos de los países G-7 empezaron a aportar el dinero a las cocinas y talleres populares. Muy pronto aparecieron miles de organizaciones filantrópicas y las grandes corporaciones crearon sus propias ONGs que ya superan un millón. Tal es así que hasta la Comisión Trilateral se convirtió en una ONG.
Lo dicho, los cambios sociales los harán los pueblos pero sin el financiamiento de las transnacionales.
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