La conformación de una base sólida para los proyectos políticos siempre ha sido una necesidad, sobre todo en los procesos de carácter no convencional o revolucionarios de toda la humanidad. Generalmente los cambios dramáticos y con saldos a veces no esperados son un dogma en los procesos de cambios radicales. Conviene recordar en perspectiva la primera revolución de carácter socialista, la Soviética, que supuso un final precipitado para el régimen zarista de capitalismo transnacionalizado, el acelerado proceso de la Revolución China que redimensionó el régimen feudal, o la Revolución Cubana que trastocó las fauces del Imperialismo estadounidense. Todos estos procesos, unos más dramáticos y violentos que otros, representaron el punto de quiebre en la búsqueda de un sistema civilizatorio distinto con respecto al capitalismo explotador y salvaje.
En ese sentido, la Revolución Bolivariana se convierte en un proceso sui generis, tanto por las formas, las condiciones, los contextos y los actores; como por el incesante y continuo hecho confrontacional que supone derogar las instancias actuales del heredado Estado liberal burgués, y que consecuentemente conlleva a una posición antagónica con el sistema económico dominante. Pero que en su misma dinámica no refleja las condicionantes históricas clásicas de procesos anteriores. La Revolución Bolivariana en el presente momento asume el escenario de participación política y popular como metodología de subsistencia, y promueve un mecanismo de reproducción de la participación revolucionaria, que no se realiza por coacción, sino por convicción.
Esta extraordinaria dualidad es, en principio una característica totalmente diferenciada de los acostumbrados y convulsionados procesos históricos revolucionarios. ¿Quiere decir esto que la Revolución Bolivariana y la tesis del Socialismo Bolivariano no ha sufrido ataques en el escenario de la confrontación? La respuesta es un rotundo no. Si ha sufrido los embates de los reducidos y recalcitrantes sectores elites del país, que responden con una furia inusitada por ver reducidas sus anteriores posiciones de supremacía y sus intereses otrora ligados con el parasitismo estatal crónico. Aunado a ello la absoluta y descarada genuflexión a intereses transnacionales e imperiales, lo que hace muy peligroso a este reducido sector burgués.
Como consecuencia de la confrontación de intereses (que es su clásica concepción del socialismo Marx llamaría lucha de clases) los actores políticos han tenido que definir sus estrategias. Para fortuna de proceso bolivariano, las estrategias han sido acertadas. Cada día cobra mayor vigencia la construcción de un Estado social de derecho y de justicia, con la premisa de primero la resolución de las necesidades humanas antes que el capital.
Ahora bien, el Socialismo Bolivariano procura imponer un Estado de interés social, basado en las necesidades colectivas, en la inclusión, en la transformación material y humana de la sociedad, y del evidente proceso productivo alternativo al capitalismo. ¿Es posible esto en el marco de un proceso productivo intoxicado por la usura, por la terciarización, por el consumismo exagerado, por la alienación, y por la maximización de las ganancias? De nuevo se impone un no rotundo como respuesta. Los acontecimientos de la ofensiva económica del gobierno del presidente Maduro, afirman la necesidad de revisión profunda y radical de la dinámica económica nacional. Es realmente sorprendente conocer los niveles de usura, especulación, malversación y podredumbre moral en la cual están sometidos los “procesos comerciales” de una minoría en Venezuela. Recalcamos la frase “procesos comerciales”, pues no convalidamos la frase “proceso productivo”, pues es evidente que la economía de puertos, la excesiva importación, el abandono del aparato productivo endógeno, y las posturas antinacionales de los responsables de las cadenas comerciales en nuestro país, alejan de su sentido productivo a este estamento social. Si se hace una retrospectiva en relación a la Venezuela a finales de los ochenta, encontraremos el germen perfecto de una explosión social provocada por la insatisfacción de las necesidades básicas del colectivo.
De allí la respuesta del Caracazo de 1989, proporcionalmente a las acciones neoliberales, el sector mayoritario reaccionó para poner el primer grito conocido contra la doctrina del FMI. Es una reacción no esperada en el contexto del mundo bipolar, pero que efectivamente reorientó las fuerzas políticas y de organización popular, alzando las banderas de las necesidades fundamentales de los millones de seres humanos que habitaban en situación de pobreza crítica. Esa explosión social estaba justificada en los términos de la lucha por la justicia.
¿Pero cual es la lectura de una posible explosión social en los actuales momentos producto de la inflación, la escasez o la imposibilidad de acceder a ciertos productos? ¿Tendrá la misma justificación un levantamiento popular hoy en día? Conviene definir algunos puntos de vista al respecto. La espiral antihumana de la inflación adelantada por los sectores comerciales debería ser declarada como un crimen de lesa humanidad. Porcentajes híper exagerados de ganancias, reflejan la verdadera naturaleza del parasitismo importador en nuestro país. Esta situación no solo era para obligar una explosión social similar al Caracazo o la salida del presidente Nicolás Maduro. Es una constante de este sector comercial usurero promover la fácil ganancia y la explotación del consumidor.
Obvian la norma elemental económica de alta rotación de los productos, la relación calidad-precio, el margen racional de ganancia y las leyes de la oferta y demanda. En nuestro país, incluso la misma lógica del capitalismo clásico se ve sobredimensionada.
Impresiona la ligereza con que se asume de parte de este sector comercial usurero el concepto de Plusvalía, y lo que sorprende con mayor preocupación es desde cuando ocurre. Y en nuestro criterio asumen una condición absolutamente frontal ante sus intereses históricos de clase dominante y explotadora, casi anunciando la inexistencia de un Estado que tiene como objetivo regular el hecho económico. Esta actitud insistimos no es nueva. No es exclusiva de esta coyuntura temporal, es la práctica usual de estos sectores. Unos pocos dominan las necesidades de muchos. Si en algún momento se ha estado cerca de la revisión del proceso económico en nuestra República es ahora. Necesaria e ineludiblemente el Estado debe profundizar en las acciones de supervisión y fiscalización. La batalla de la conciencia colectiva sobre las necesidades verdaderas debe estar también en primer plano. No podemos promover el consumismo excesivo derivado de estas acciones, pues solo beneficiaríamos el proyecto capitalista y el bolsillo de los especuladores.
Es una reacción casi natural, la de asistir en masa a los comercios luego de una medida de fiscalización, ya que este derecho de acceso en el pervertido sistema comercial venezolano lo había imposibilitado. ¿Pero realmente es producto de una necesidad básica o de una necesidad implantada o creada? Hay que hacerse preguntas sobre esta situación también. La conciencia de lo que estamos construyendo como proyecto nacional es vital. Tenemos que adelantar una verdadera batalla contra los mecanismos del consumismo, que incluso se están reproduciendo en las filas de la revolución. No es una reflexión a priori, es una preocupación de lo que significaría montarse en los vagones del lujo, confort y hedonismo que promueve el capitalismo.
Si esa conciencia no esta bien cimentada, el diseño estratégico del proyecto se diluye, se dispersa. Efectivamente, las inmensas filas en comercios de electrodomésticos, ropa, calzado y otros indican que en algunos aspectos la conciencia revolucionaria se ha visto afectada por la necesidad creada de consumir.
No criticamos acceder a bienes y productos que satisfacen necesidades reales, sino caer en el terreno consumista. La línea entre el consumismo y las necesidades reales a veces se desdibuja en el colectivo. Y esto puede ser un indicativo de la necesidad de reforzar la orientación real de la Revolución Bolivariana.
Una acción combinada de presencia efectiva, de concientización y sobre todo de participación, son los elementos de una ecuación perfecta para entender como se debe cambiar el modelo económico. Esta situación es ideal para adelantar el estudio de cómo el capitalismo usurero incide sobre la concreción del proyecto nacional contemplado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y en la posibilidad de seguir construyendo el proyecto político del Plan de la Patria (ahora sancionado como ley). No solo debemos ayudar a equilibrar la estructura de precios de todo el sistema económico, también debemos entender como en los últimos 60 años la doctrina del consumismo y de las necesidades irreales han mellado en la conciencia colectiva. Debemos entender las variables de la alienación y la enajenación. Comprender como es que estos males imposibilitan el avance del Socialismo Bolivariano a otros niveles, y sobre todo como combatir los mecanismos de esa contracultura del consumismo como lo señalaba Ludovico Silva. Si logramos enrumbar el modelo económico, y la conciencia socialista bolivariana, estaremos allanando el camino al sistema capitalista y a sus aberrantes mecanismos de dominación.
Chávez Vive, la lucha sigue.
¡Revolución por siempre!