Con el reciente resultado electoral del 8 de diciembre se reiteran y se oxigenan algunos conceptos sobre el contexto político venezolano. No por repetitiva se desgasta esta noción. Pero definitivamente en los terrenos de la contienda electoral nada parece ser definitivo.
No ahondaremos en cuestiones de resultados numéricos o detallados. Más bien es una reflexión de carácter general.
Como efecto primero observamos la consolidación del liderazgo propio del presidente Nicolás Maduro, y tal y como fue señalado por algunos sectores opositores en convertir estas elecciones municipales en una cuestión de plebiscito, suponemos que están satisfechas tales exigencias (al menos desde las matemáticas elementales que todos recibimos en nuestra formación primaria).
Pretender hacer ver por parte de la oposición que esto representó una victoria electoral por haber ganado en los grandes centros urbanos es por lo menos una estupidez ilustrada. Quizás por esta razón han perdido 4 procesos electorales seguidos. No se ganan elecciones con los titulares de prensa o con los noticieros de televisión. Se ganan con trabajo y acercamiento a la mayoría del pueblo. ¿Joyas de la corona? Suponemos que bajo este criterio el resto de la población es una especie de elemento de tercera categoría que no tiene validez, y según el criterio oposito ninguna utilidad. ¿Clasismo tal vez? He allí su error estructural. El todo y sus partes debería ser considerado en la arena política de estos seudo dirigentes.
El segundo elemento es el avance del proyecto socialista. Es la cuarta vez que se aprueba el modelo estratégico de gestión propuesto por el comandante Chávez en el Plan de la Patria 2013-2019. Queremos más y mejor revolución. Es innegable. Queremos transitar por los caminos de la justicia e igualdad social. Queremos más inclusión. Queremos más misiones sociales. Queremos más planes de desarrollo. Queremos más propuestas concretas y no demostraciones de intereses y pataletas de élites. Queremos construir el socialismo bolivariano y el proyecto nacional contemplado en la constitución.
¿Qué pudo hacer pensar al sector opositor que unas elecciones de carácter municipal son un examen directo a la gestión presidencial? Existen dos teorías a nuestro criterio. La primera es un absoluto desconocimiento estratégico de la dirigencia opositora de la realidad y evolución dinámica de todo el escenario nacional. Un pifia intelecto-emocional. O un verdadero desequilibrio en los mandos de la élite que domina las decisiones del sector que se “opone a todo” en este país. La segunda teoría sería un poco más alineada con intereses foráneos, es decir una orden desde los centros hegemónicos de lo que debían promover para el 8 de diciembre. Una estrategia salida de laboratorios euro-atlánticos que comprendía también la denominada doctrina del “Smart Power”, con tal mala suerte que los que tuvieron que ejecutar estas doctrinas en el sector opositor, no tenían ni la más mínima idea de lo que esto significaba. Deberíamos alertar al píe de pagina a estos “sesudos líderes opositores” que investiguen antes de que se trata esta doctrina, pues de inteligente no tuvo absolutamente nada.
¿Cómo se puede decir desde la MUD que se ha ganado un proceso electoral cuando los números son infinitamente menores a los del adversario? La respuesta de esta interrogante se la dejamos a su criterio estimados lectores, pues verdaderamente en nuestra posición personal y línea de pensamiento caeríamos en el terreno de la descalificación. En todo caso no es posible seguir cometiendo el mismo error varias veces y salir airosos. Esta derrota es un hecho real para los opositores. Desde el punto de vista electoral y desde el punto de vista político. Y sin mencionar lo cuali-cuantitativo que es el verdadero método de entendimiento para los que pretenden ingresar en este arte complejo de la política.
Es un Alter ego opositor. En los meses previos se pretendía demostrar que este proceso electoral era la estocada final al régimen chavista. Que era el apocalíptico designio de las mayorías eliminar a la revolución bolivariana por medio de una avalancha de votos. Y luego de la derrota, vino el desorden de la personalidad o el segundo “yo” (que pareciera una opera anunciada luego de los resultados).
Se asumió una tibia posición sobre el árbitro electoral. Es más, se hicieron descréditos al CNE y al mismo sistema de elección. Adicionalmente nunca se asumió una posición responsable ante los posibles resultados, ni mucho menos se dijo claramente que se aceptarían sean cuales fueren estos resultados. Por momentos se llamaba al voto, y por otros se llamaba a incendiar al país. En otras ocasiones un silencio absoluto o una omisión de la realidad.
Molestaría más entender la posición de estos líderes con respecto a la derrota. No hubo el reconocimiento de los errores, ni mucho menos la responsabilidad de asumirlos. Eso desdice de la condición del autodenominado mesías de la derecha. Pareciera un eterno parte de derrota, que siempre culminará con evasiones e imprecisiones.
Más allá de la condición numérica, es necesario ir al terreno. Impregnarse de las naturales realidades de los caminos, de los barrios, de las calles, de los pueblos (no solo de las grandes urbes metropolitanas). Y allí digan lo que digan, los líderes del proceso revolucionario aprendieron muy bien de los preceptos de su maestro infinito. El pueblo es la base de esta revolución. Y acercarse a él la clave del éxito.
No pretendemos decir que todo estuvo impecable para la revolución, pues producto de algunos intereses personales y de malas gestiones, se perdieron espacio de importancia vital. Pero desde la perspectiva política hubo mayor ganancia en las filas revolucionarias. Ahora hay que proponer una exhaustiva revisión de los procedimientos de gestión y de las acciones de los representantes del pueblo.
El mapa político representa el reposicionamiento de la revolución como proyecto político. Del liderazgo naciente sin el portaviones Chávez (recordamos aquella tesis del chavismo sin Chávez como anécdota). Esto ya es una ganancia. El poder calar en lo sectores populares y las mayorías sin la presencia (física al menos) del comandante supremo, era un reto absoluto.
Y esta victoria aporta meritos a todos los liderazgos municipales que obtuvieron el éxito, o las que aún sin ser ganadoras estuvieron muy cerca. Ya hay un precedente de acción revolucionaria. Se suman voluntades y se perfilan escenarios. Si esto se complementa con la renovación e impulso del poder popular, y de la gestión del estado comunal, será una poderosa forma de construcción del sistema político que anhelamos. Es vital este acercamiento con efectividad, con eficiencia, con pragmatismo en la resolución de los problemas. Con la cogestión comunal y el acompañamiento de las instancias del poder público en todas sus escalas. Avanzar hacía la transferencia progresiva del poder al pueblo. De la construcción real de las comunas y el Estado comunal.
Y como lo hemos dicho no apartarnos del plan de la patria como línea rectora de todos programas y acciones revolucionarias en todas las escalas de gobierno. Como planteamiento final nos gustaría entonces culminar diciendo que el plebiscito (como lo planteaban los opositores) fue satisfactorio para el presidente, la revolución, los nuevos liderazgos y el futuro de este proceso político revolucionario.