Con el recuerdo latente de las elecciones municipales del 8 de diciembre y sus agridulces resultados, comparto con ustedes algunos desafíos que tiene en el horizonte cercano la izquierda venezolana, entiéndase el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y los movimientos sociales, culturales, comunitarios y productivos que confluyen en el Gran Polo Patriótico (GPP).
Si bien el resultado de los comicios de este 8D puede catalogarse como una contundente victoria política y electoral, cuyas estadísticas han sepultado en el baúl de los recuerdos innombrables la idea del plebiscito o un posible revocatorio, también es cierto que quedaron expuestas algunas debilidades y amenazas en la alianza oficialista.
El PSUV sigue siendo un partido electoral, una maquinaria aplastante, sí, pero como maquinaria al fin sufre el desgaste del continuo uso en las diferentes contiendas políticas en nuestro país, ya son 19 elecciones en 14 años de revolución bolivariana.
Las tareas en el 2014, año en el que no se celebran comicios de ningún tipo en el país, deben ser, primero, la renovación y refrescamiento de los líderes de base y dirección en el partido. Es oportuna una megajornada de inscripción para jóvenes y rezagados, al igual que necesaria es la elección de nuevas autoridades en las direcciones sectoriales, parroquiales, municipales, regionales y nacionales, el PSUV necesita un presidente, aunque reconozco la destacada labor de Diosdado desde la primera vicepresidencia.
En segundo lugar, se debe avanzar en la transmutación del partido, llevarlo al punto que lo soñó Hugo Chávez: un movimiento político cargado con profundo pensamiento ideológico, bases, principios y ética socialista. Cada militante debe enarbolar las banderas del humanismo, la igualdad y la inclusión, de esta forma, la revolución no dependerá carismáticamente del Comandante Chávez como persona, sino de su verdadero legado: sus ideales. Para esto deben realizarse talleres de formación y jornadas de contraloría no solo en el seno de las comunidades, sino en las instituciones, alcaldías, gobernaciones y ministerios, donde al parecer son más necesarios.
Por último y no menos importante, el PSUV y el GPP deben trabajar más y con mucha más sinergia. Si hacemos de cuenta que quienes hacen vida en los distintos movimientos del Polo Patriótico son como aquellos católicos que creen en Dios pero no van a la iglesia, entenderemos que son almas libres que creen el socialismo pero no en la militancia disciplinaria de un partido político.
El venidero reto es trabajar, la izquierda venezolana debe tomar las calles y espacios, organizar conciertos, actividades deportivas y culturales, foros políticos, asambleas ciudadanas y cualquier otra iniciativa que estreche los lazos y permita entregarle el poder al pueblo.