Cuando Goliath pide sopitas

Si el matón del patio de recreo se ve forzado a pedir la ayuda de los profesores es que su reinado ha terminado. Microsoft, que ha controlado con mano de hierro durante mas de 15 años el mercado del software para ordenadores personales, pide ahora justicia. La empresa, reiteradamente condenada por abusar de su poder en el mercado cuando lo tenía, se ve reducida a solicitar la ayuda de las administraciones públicas. Antes aplastaba a la competencia. Ahora necesita la protección del árbitro. Porque la amenaza crece. La empresa más rica del mundo parece tomarse muy en serio el crecimiento del software libre... y le tiene pavor; la fuerza bruta no basta para detenerlo. La industria de la cultura haría bien en tomar nota. Si ni siquiera Gates puede con la Red...

Bill Gates es el arma definitiva, la Bomba Atómica de Microsoft; sólo se emplea en casos de absoluta necesidad. El Hombre Más Rico del planeta, creador de imperios desde la nada, es no sin esfuerzo una estrella, con más tirón mediático que más de una luminaria del rock, y mayor poder de atracción que el primer ministro de un país pequeño. Su fugaz visita a España la pasada semana fue uno de esos casos de absoluta necesidad. Microsoft tiró de Gates porque su negocio corre peligro. Ya no controlan completamente el mercado del software para ordenadores personales. La visita de Gates lo demuestra.

No, eso no significa que Microsoft vaya a desaparecer, o que no pueda recuperarse. Por supuesto que la empresa tiene la mayoría del mercado, y por supuesto que seguirá siendo uno de sus principales componentes en el futuro previsible incluso aunque no recupere su dominio. Pero ya no lo controla; los otros niños se les suben a las barbas. Ya no son ellos los que deciden qué, cómo, cuándo y a qué precio. Ya no ordenan: ahora reaccionan.

Su más inminente amenaza es la progresiva implementación de proyectos de software libre en las administraciones públicas de decenas de países. La misión de Bill Gates era proporcionar fotografías al ministro de Industria, José Montilla, y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; regalarles capital político y unos titulares de prensa a cambio de simpatía por los productos Microsoft en los concursos públicos.

Y es que ganar concursos es muy complicado cuando tu producto cuesta una pasta y la competencia es gratis. Por muchos descuentos que uno ofrezca, la batalla es cuesta arriba. Por eso ahora Microsoft pide 'justicia' en las adjudicaciones. Ya no es como antes, cuando las ganaba por incomparecencia de adversario...

Buena parte del atractivo del software libre en las administraciones no es tanto el precio de las licencias como la apertura del código. Los programas o sistemas operativos 'Open Source' son transparentes: uno sabe lo que hay dentro, y que es lo que hace o deja de hacer. Cualquier persona capacitada puede comprobar el funcionamiento, que se ajusta a estándares publicados; todo lo cual asegura que nadie es discriminado y que nada se oculta. Una gran ventaja para un servicio público.

No sucede esto en los productos comerciales clásicos en los que no se compra el software, sino una licencia; es decir, el permiso para usar el programa (en determinadas condiciones), quedando el código oculto, impenetrable, inaccesible. De este modo sólo quien el fabricante desee puede enlazar realmente con el software cerrado, y nadie sabe cómo funciona realmente por dentro. Si encima las licencias en cuestión son carísimas cuando se compran por decenas de miles y los requerimientos en máquinas y personal no son sustancialmente más reducidos, ganar concursos es complicado.

Por eso Linux está haciendo estragos en las grandes cuentas de Microsoft, al ser implementado en administraciones públicas e incluso grandes empresas (bancos, por ejemplo). Y donde va Linux van las 'suites' de oficina libres (OpenOffice), los navegadores (Mozilla o Firefox), los programas de correo (Thunderbird), los procesadores de imágenes (Gimp)...

Microsoft sigue teniendo el 90% del mercado y una pasta ahorrada. Pero nadie les ha acusado jamás de estúpidos: están donde están porque siempre han sabido identificar las amenazas y neutralizarlas, a veces por las buenas, a veces por las menos buenas, pero siempre de forma efectiva. Saben muy bien que su negocio depende no tanto de la calidad de su software, sino de su estricto control del mercado, y por eso detalles más o menos insignificantes a escala global (como Linex, o Guadalinex, distribuciones de Linux respaldadas por gobiernos locales) se convierten en importantes. Incluso claves. Si la administración pública española se pasa en bloque a Linux, y también lo hacen otros países europeos, muchos ciudadanos y empresas seguirán su ejemplo. Ahora multiplíquese el efecto por mil si todo esto sucede en Asia, en Latinoamérica, en el resto del mundo. Sería la hecatombe. ¿Tienen, o no tienen razón de estar preocupados?

De ahí el uso de Bill 'la bomba' Gates: para cortejar a los políticos españoles, para asegurarse de que haya justicia' en los concursos, para ganar por vía del muy legítimo 'lobby' lo que antes ganaban por falta de adversarios y ahora corren el riesgo de perder en el mercado. Quienes antaño dictaban, ahora piden. Quienes mandaban, negocian. Todo ha cambiado en el patio del colegio. Hay una pandilla nueva, y los matones no son ya bien recibidos.


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Feijóo Jiménez


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