Semiólogos express
A las ONG violentófagas -viven y comen de la violencia- se unen los sesudos semiólogos del crimen y la muerte. En los índices delictivos encuentran, faltaba más, el discurso de Chávez, sus gestos o su mirada. En el sensacionalismo, el amarillismo, el morbo periodístico, el golpe de abril, el sabotaje petrolero, el lenguaje clasista y racista (chusma, dedentados, lumpen) y en la exclusión, estos semiólogos solo hallan los signos de la tolerancia, la paz y el amor al prójimo, no ve.
Arrepentidos
En su obra Apocalípticos e Integrados, a Umberto Eco le faltó una tercera categoría: la de los arrepentidos. Se trata de los comunicólogos que perpetraron varios libros sobre los efectos de los medios y hoy se arrepienten de haberlos escrito. Estos prematuros hijos de McLuhan ahora pregonan que los medios son inocuos y nada demuestra su relación con la criminalidad. ¿Por qué creen estos autores modositos que los periódicos pasaron las sangrantes páginas rojas para la primera plana.
Medios inocuos
Una legión de comunicólogos ha asaltado los medios para revelar que estos son buenotes, neutros e inocuos. Aseguran que los mensajes no tienen efectos, como las especies esterilizadas. Invertir millones en publicidad son ganas de botar dinero. Las narconovelas que exaltan a los capos resultan educativas. El autor del Informe McBride perdió su tiempo y la Unesco sus reales. Estos teóricos deben convencer ahora a sus alumnos de que sus libros y enseñanzas de ayer eran mentiras.
Etica pelética
Si los medios no provocan efectos en los receptores, toda la teoría de la comunicación es un fraude y las cátedras de éticas y códigos de los gremios, una estafa. El odio antichavista y la frustración política llevan a los comunicólogos a desmentir sus viejas teorías y a abjurar de sus libros. Los amos de los medios los invitan a sus espacios para que se desdigan de todo lo que ayer no más decían. Como en la vieja canción, la ética se les vuelve una cabra pelética y peletancuda
"Adolfito
Es el alia de uno de los presuntos asesinos de Mónica Spear. La crónica roja relata una cadena de delitos desde los 14 años. Ahora tiene 26, aunque su leyenda todavía no alcanza a su prontuario. No tendrá el Borges que sí tuvo Billy El Niño. Sus jueces, civiles o militares, siempre hallaron una razón para liberarlo. ¿Qué sentirían estos al enterarse de su último crimen? La sociedad tiene derecho de conocer a estos togados. ¿Cuántos de ellos, hoy, estarán engendrando otro Adolfito?
La paz, la vida
El domingo fue hermoso. Las plazas Bolívar de Venezuela se llenaron de pueblo, amor y esperanza, como en los cantos de Rubén Darío. Era la poesía en la calle, cual la soñaban los surrealistas. Niños, niñas, mujeres y hombres acudieron al llamado del presidente Nicolás Maduro. La Jornada por la Paz y la Vida vibró y se sintió en toda la geografía, la física y la espiritual. Solo el pueblo salva al pueblo, coreaba Lina Ron. Consigna mucho más cierta para derrotar la violencia.
Héroes de TV
La historia del periodismo ha de registrar dos de los más amplios y oscuros despliegues mediáticos del siglo XXI. El primero, en la plaza de Altamira, cuando un grupo de altos oficiales se apostó en el lugar en contra del presidente Chávez. El segundo, un motín de presos en la cárcel de El Rodeo. Los medios, con Globovisión a la cabeza, hicieron de los amotinados héroes por varios días. Pranes y luceros fueron convertidos en sus fuentes oficiales. Todo, por odio a Chávez
Crimen y palabra
Europa y EEUU llaman rebeldes a sus terroristas en Irak, Libia, Siria o Afganistán. A los verdaderos rebeldes, como Mandela, los tenían en listas de terroristas. En Venezuela, a los guerrilleros de los años 60 el gobierno los tildaba de bandoleros. Nosotros caemos en el otro extremo. Al delincuente lo llamamos violento, vocablo que lo vanagloria, y para el condenado tenemos otros eufemismos. El crimen no es un asunto semántico, pero el lenguaje le manda sus señales.