Reacción imperialista estadounidense…

La Celac, triunfo de América Latina

Ante el creciente y evidente proceso de unificación de toda la América Latina y los países caribeños, como pudo evidenciarse en la reciente reunión de la Habana, los Estados Unidos reaccionan diciendo, entre otras cosas, que la CELAC procedió de una manera no-democrática, al reunirse en Cuba, mientras las corporaciones mediáticas de Occidente, incluyendo los medios de la oposición venezolana, ignoraban –prácticamente– la II Cumbre de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños, con todo lo que ella implica para la independencia de nuestro continente como un solo bloque de naciones soberanas.

Democracia significa, en esencia, que se hace lo que los pueblos quieren, es decir, su voluntad, no necesariamente que haya elecciones con papeleta a lo estadounidense… Cuando murió el padre del actual Presidente de Corea del Norte, Vargas Llosa escribió una nota en la cual decía que cómo era posible que el pueblo estuviera tres días en las calles llorando al “dictador” que lo había oprimido: obviamente si eso fue así, ese hombre habría conservado el poder político porque el pueblo lo quería, lo cual, repetimos, es la esencia de la democracia; los Papas duran hasta que se mueren, ejerciendo su ministerio por voluntad de su comunidad, y en muchos principados de las culturas autóctonas, como el de los Incas, había consultas que podrían calificarse como democráticas, porque se hacía lo que deseaba la mayoría, y sin papeletas electorales.

Obviamente la democracia a lo Occidental, como quien dice a lo gringo, se ejerce mediante dos partidos burgueses que se alternan en el poder por períodos que no pueden pasar de 6 años, una constitución congelada, y sin permitir que ningún partido no-burgués, como era el caso de los partidos comunistas y socialistas, creciera hasta poder competir con los dos “únicos” partidos existentes: Republicano-Demócrata, Liberal-Conservador, AD-COPEI, etc… Precisamente, lo que podríamos denominar el efecto Chávez, consistió en lograr que los pueblos de Latinoamérica percibieran en qué consiste la verdadera democracia que – a su vez – es la esencia de todo verdadero socialismo abierto.

Obviamente, las dictaduras existen, como en el caso de la ejercida por el General Pinochet en Chile, pero el término es utilizado, entre otros, por el gobierno permanente de los Estados Unidos, para satanizar, como en el caso de Cuba y la misma Venezuela actual, calificada de “dictadura” por los opositores disociados.

¿Qué significa, en el caso de los Estados Unidos, eso que algunos califican de “Gobierno Permanente”? Sencillamente la presencia activa de la oligarquía estadounidense, asociada al denominado “Aparato Industrial-militar”, el cual impone su voluntad por encima del gobierno elegido que sea, significando que esa “democracia”, en el fondo, no lo es: en el caso de los Kennedy puede medirse uno de los posibles efectos, cuando uno de los presidentes “democráticamente” elegidos, no hace la voluntad de ese ultra-gobierno que obra detrás del presidente elegido. Obsérvese cómo actúan los presidentes estadounidenses cuando se trata de invadir territorios, por ejemplo, como en el caso del Medio Oriente: la continuidad de las políticas permanece absolutamente invariable, pues se trata de una economía de guerra: ya lleva más de 60 guerras, con cientos de miles de muertos, incluyendo los producidos por las dos bombas atómicas probadas en Hiroshima y Nagasaky.

Lo planteado se complicaría más si consideramos lo que ciertos analistas denominan el Neoimperio Angloparlante, que incluye el eje Estados Unidos-Inglaterra, con el agravante de que, detrás de Inglaterra siempre actúa la OTAN, llegando, para citar sólo un ejemplo reciente, a bombardear un país como Libia para asesinar a su presidente, dejando – de paso – decenas de miles de muertos, ante el silencio cómplice del Concejo de Inseguridad de la llamada ONU.

La CELAC y la UNASUR representan, entonces, dos pasos absolutamente necesarios y vitales, sin excluir la independencia de Puerto Rico, para unir a nuestra América Latina en un solo bloque político y económico.



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Miguel Paz Bonells


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