¿Aún quedan dudas que en el capitalismo no hay solución?

En el surgimiento de la actual Unión Europea, que ha pasado por distintos estadios y nomenclaturas, no fue poco el papel que jugó el reformismo y el colaboracionismo de clase disfrazado de matices revolucionarios “modernos” bajo el pomposo estandarte del Eurocomunismo, que en realidad no es más que una grosera traición y tergiversación de los principios del marxismo-leninismo.

Fueron muchas las propuestas y no pocas las esperanzas de “buena fe” en una gestión “humanizada” del capital para una Europa unida y popular.

Los años han pasado y la verdad, siempre terca, se ha impuesto.

Europa es hoy una excelente vitrina de lo único que puede ofrecer el capitalismo a las grandes mayorías: pauperización de las condiciones de vida, regresión de sensibles conquistas sociales, represión policial por parte del Estado burgués y fortalecimiento de los monopolios que son la esencia de sistema imperialista.

La quiebra, literalmente, de países importantes como Grecia, Portugal, Irlanda y España, y el oscuro futuro económico de Italia y Francia entre otros, los ha hecho recurrir a préstamos que otorga la denominada Troika, instancia conformada por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional; la cual viene imponiendo –no podía ser de otra manera– condiciones muy duras a los trabajadores y trabajadoras del viejo continente en la igualmente vieja receta de hacer descansar sobre sus hombros la crisis del capital.

Todo esto sugiere, por decir lo menos, que el capitalismo –y todos sus tramposos disfraces políticos– no puede ofrecer soluciones reales, duraderas y palpables a los problemas de las mayorías, ni siquiera en los centros y sociedades de mayor acumulación de capital según el desarrollo histórico concreto y el papel que el imperialismo les ha asignado en la división internacional del trabajo, como método de expoliación de la riqueza ajena (caso de Europa y Estados Unidos).

Pero esta lección actual y enorme no quiere ser, o intencionalmente no está siendo, correctamente leída en Venezuela donde una embriaguéz muy dañina –originada en importantes conquistas en la materialización de la política bolivariana y antiimperialista del proceso iniciado luego de la victoria popular en las elecciones de 1998–, amparada a lo interno con un sensible aumento de la inversión social y reflejado en mejoras sustanciales de indicadores sociales impulsada por el liderazgo y carisma del hoy fallecido comandante Hugo Chávez, no ha dejado ver con claridad que muchas de las premisas ideológicas y políticas que levanta el proceso son propuestas reformistas hacia una gestión “más noble” del capital y esto está siendo un lastre muy pesado para mantener el proceso a flote.

No se podrá por mucho más tiempo levantar la bandera del socialismo y de la lucha contra la burguesía sin materializarla, entre otras cosas porque hacerlo significa incentivar a la reacción a la defensa desesperada de sus intereses vitales y después negarse a dar la pelea porque algunos en la cabina de mando sencillamente no son socialistas y este mensaje contradictorio ya lo van percibiendo las masas, entendiendo que se les está involucrando y convocando a una lucha que implica altos niveles de sacrificio sin que su ejecutoria sea transparente, trayendo como resultado la desmoralización que en un pueblo no la genera la falta de productos sino al menos uno de estos factores: falta de claridad, el zigzageo o la estafa ideológica de la dirigencia.

Y estamos hablando con claridad de fuerzas como actores políticos en la dirección y no de individualidades, aunque evidentemente no existen unas sin las otras. Cuando hacemos esta caracterización objetiva del proceso, no nos referimos a nadie en particular en un cargo del Estado, sea cual fuere (aunque esto habrá que hacerlo, definiendo nombres y alineación política de actores en concreto, pero hasta ahora no se ha hecho).

Volviendo a la caracterización materialista de las fuerzas que integran el actual gobierno nacional, encontramos que por su ubicación objetiva en el modelo económico venezolano (cuyas particularidades no niegan su esencia capitalista), hay pequeña burguesía en papeles claves del mismo; esto nos lleva a la conclusión que estas fuerzas están totalmente impedidas de trabajar para el “socialismo” desde la posición coyuntural que ocupan en dichos puestos claves del gobierno.

 

Entonces es necesario preguntarse: ¿Cuál es la ideología y práctica de la pequeña burguesía?: ¡El reformismo!. Por eso el reformismo, siendo una expresión política del capital, no puede ser una posición revolucionaria y los comunistas tenemos el deber de decir esto con claridad.

Las anteriores observaciones no serán sorpresa para quienes estén acostumbrados a emplear el materialismo dialéctico como herramienta de análisis de la sociedad partiendo de la caracterización de las fuerzas participantes en los procesos concretos y eso nos ha llevado, con mucha entrega y responsabilidad, a los comunistas venezolanos a trabajar de acuerdo a nuestra línea vigente, para que en el marco del proceso bolivariano las fuerzas consecuentes con el socialismo se fortalezcan y puedan avanzar en la derrota de los sectores reformistas provenientes de la pequeña burguesía (o recién llegados a ella), que en buena medida tienen papeles de dirección en el mismo. No habrá profundización y victoria del proceso bolivariano sin defenderlo de la reacción y de la acción del reformismo que lo domina.

Ya sabemos –muchos hechos lo demuestran, como la situación actual de Europa–, en el capitalismo no hay solución ni viabilidad histórica ni siquiera para una liberación nacional sustentable, que es, según lo entendemos los comunistas venezolanos, la premisa principal que cumple el proceso bolivariano. Por ello, lo consecuentemente revolucionario es la crítica y el combate ideológico a las posiciones reformistas y retrógradas que son las que objetivamente colocan en el horizonte político la nefasta posibilidad de restauración oligárquica proimperialista en el gobierno nacional; lo otro, como la apología vacía y oportunista, que tanto gusta al poder, sí es hacerle el juego a la contrarrevolución.

Algunas propuestas a considerar por los sectores consecuentes, dentro de los que caben algunos sectores del seno del gobierno, en la intención de cumplir con la liberación nacional y facilitar la construcción de las premisas básicas para la posibilidad socialista:

.- Dirección Política Colectiva.

.- Poder Popular (poder de verdad).

.- Transformación del Estado hacia un verdadero Estado Democrático Revolucionario.

.- Transformación del atrasado modelo económico rentista venezolano por un modelo productivo que materialice la lucha por la independencia y la soberanía.

.- Construir y fortalecer un Bloque Popular Revolucionario que, reconociendo la importancia de la unidad amplia en el combate al sistema imperialista, tenga como horizonte estratégico el socialismo.

.- Lucha, y sobre todo resultados, contra la corrupción.

.- No continuar llamando a este proceso ni socialista ni transicional al socialismo, esto le hace un enorme daño al planteamiento socialista en el seno de las masas (el propio presidente Chávez advirtió varias veces sobre esto y las desviaciones que implican colocarle el término socialista a cualquier cosa. Leer el llamado “Golpe de Timón”).

Los trabajadores estamos claros que en el capitalismo no hay solución para los problemas y los anhelos de las grandes mayorías y por eso luchamos por su derrota y eso implica también lucha contra las desviaciones reformistas y oportunistas que, aunque negadoras del socialismo científico, utilizan algunas de sus categorías para –desde una posición pseudorevolucionaria– hacer parecer que se hace una revolución cuando en verdad se mantiene al sistema.

Esta lucha, en el seno de la alianza antiimperialista, no nos llevará (ni nos ha llevado nunca) a los comunistas a coincidir con el enemigo estratégico: la burguesía.

Precisamente, por no querer que el proceso sea derrotado por los enemigos históricos de la clase obrera, a cuya victoria sirven los errores que se cometen de este lado, es que criticamos desde una posición revolucionaria y propositiva… que no nos hagan caso y después nos acusen de no hacer nada, ya es otra cosa.



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Edgar Meléndez


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