Radamés Larrazábal fue durante su andanza en la Tierra (2/5/1925-10/3/2004) un venezolano de primera. Siete años en prisión perezjimenista, mas clandestinidades y acosos “democráticos”, significaron solo molestias de paso que no le impidieron combinar la actividad militante con la puesta en letra fértil de lo esencial de su experiencia. Unas veintitrés obras dan testimonio de su capacidad, creatividad y dedicación a la causa que definió su vida. Es justo memorarlo en este aniversario, el décimo de su tránsito.
Los más diversos horizontes y caminos de la Patria vieron la figura magra y ajena a la fatiga, de estirpe manchega alimentada con fuegos de relámpago zuliano, de este revolucionario que honró la condición cuyas primeras sacudidas en el alma, según lo hizo saber, sintió desde los diez años de su edad. Comunista hasta las fibras y los tuétanos –al margen de divergencias partidistas–, honrador de todos sus compromisos, economista e intelectual autodidacto, forjador de organizaciones obreras y populares, peleador de vanguardia, respetable hasta en sus errores y exaltaciones por la sinceridad y entereza de sus actos, Radamés fue un Néstor en los inicios de la Revolución Bolivariana, a cuyo advenimiento contribuyó con la siembra de las acciones e ideas que conformaron la parábola de su existencia, y es hoy y para siempre, huelgue el olvido injusto, un patrimonio del humanismo y la dignidad de Venezuela.
Sobre ella y sus aconteceres ajetreó la mirada a lo largo de buena parte del S. XX y comienzos del XXI: economía y vida social, política y militar; denuncia del imperialismo, sus actos de “rapiña y bandidaje” (Lenin dixit), instituciones, crisis y guerras genocidas; defensa del marxismo en cuanto ciencia social viva y actuante e ideología de combate contra el capitalismo y toda forma de opresión; marcha de la Revolución Bolivariana, sus políticas y enfrentamientos sociales, organización popular, influjo histórico del Libertador, liderazgo del presidente Chávez, conspiración fascista y sus frentes, aberración mediática, derrota del fascismo en abril 2002, premisas de la victoria del pueblo.
Su último combate teórico lo libró contra el liberalismo resucitado en las condiciones de superconcentración del capital en trasnacionales planetarias, o sea, el neoliberalismo, para el cual la democracia que demanda nuestro tiempo es incómoda por su sobrecarga de exigencias sociales; tal hecho –indicó– acrecienta la contradicción entre neoliberalismo como poder avasallante y democracia social y soberana como alternativa histórica.
El pensamiento de Radamés Larrazábal, veterano que se fue pletórico de juventud inmarchitable, se plasmó para la revolución y para los revolucionarios; démosle entrada en nuestra sesera y acomodémoslo al lado de las otras ideas que allí se mueven, con la seguridad de que contribuirá a fortalecer la claridad de nuestra acción.
Radamés, amigo, a tu memoria, ¡salud!