La crisis política que vive el gobierno de Hugo Chávez desde el golpe del 11 de abril aún no ha sido superada, pero en estos cuatro meses es notorio el debilitamiento del movimiento conspirativo fascista. Resumimos a continuación los elementos que caracterizan al momento actual:
1) Es un hecho indudable que la burguesía no logra imponer su política en el país. Desde antes de diciembre de 1998, el centro de poder mundial viene sufriendo una derrota tras otra en Venezuela. En un primer momento fueron los triunfos electorales del chavismo, entre 1998 y 2000. Pero el 13 de abril ya no fue un simple triunfo electoral, ni fue del chavismo la victoria. Lo que caracteriza la coyuntura es la puesta en escena de las fuerzas del movimiento popular venezolano, mal organizadas, pero capaces de derrotar un golpe de estado, como se demostró el 13 de abril. En esas fuerzas populares se deben incluir las fuerzas armadas venezolanas, que ya no responden al alto mando tradicional, instruido en las escuelas del imperio, sino que obedece a los intereses de clase de sus integrantes. El ejército, integrado por hijos del pueblo, se ha colocado del lado del pueblo. Cuando la burguesía no logra imponer su dominio, en un período tan largo (más de 3 años), generalmente se concluye que se asiste a una situación revolucionaria. Eso es lo que estamos viviendo en Venezuela, una revolución, aunque no esté claro su rumbo.
2) La estrategia del imperio para derrocar a Chávez y derrotar la revolución se manifiesta en varias jugadas simultáneas:
a) El cerco económico que busca profundizar la crisis y quitarle al gobierno sus bases populares de apoyo.b) La llamada “salida institucional”, que busca destituir a Chávez por medios legales, a través de los juicios planteados ante el TSJ.c) La penetración del gobierno y posterior desvío de su rumbo transformador, cuyo ejemplo más emblemático es el intento de incorporar a Arias al equipo de gobierno (posible a corto plazo). La oficina de “transición” que intenta abrir la embajada gringa también es una alternativa de promover un escenario de “cohabitación” con el chavismo y las fuerzas de oposición.d) La insistencia en una solución golpista, asociada como antes a grandes movilizaciones y huelgas, apoyada en los cuatro cuerpos policiales con que cuentan los conspiradores en Caracas, además de los paramilitares bien armados. La estrategia sería tomar por asalto las sedes de las principales instituciones políticas (AN, TSJ, Fiscalía; Miraflores).e) Los intentos de generar caos e ingobernabilidad, para favorecer una intervención armada norteamericana con el pretexto de “restablecer el orden y preservar sus intereses económicos”. En estos dos últimos escenarios cobra fuerza la posibilidad de que ejecuten atentados contra las propias fuerzas de oposición, para culpar de ello al gobierno, justificando de esa manera un eventual atentado contra el presidente Chávez o alguna otra figura importante del gobierno. Es una vieja estrategia de los Estados Unidos, usada para intervenir en Cuba en 1898 y en Vietnam en 1960.
3) Las estrategias anteriores no son expresión de divisiones en el seno de las fuerzas burguesas. Son distintas tácticas dentro de una misma estrategia. De acuerdo a la fortaleza que asuma alguna de esas tácticas, las fuerzas burguesas se unificarán alrededor de la misma. Mientras no logre predominar ni obtener triunfos significativos alguna de ellas, las fuerzas enemigas seguirán aparentemente divididas, jugando cada una el papel que el imperio les ha asignado en su objetivo por derrocar al gobierno de Chávez.
4) Lo anterior no es un análisis simplista. Todo lo contrario. Tratamos de refutar a quienes ven divisiones en donde no las hay. Por ejemplo, Elías Santana no está realmente contra las opciones golpistas; su estrategia simplemente intenta llegarle a los sectores de la clase media que no compartieron los “excesos” cometidos por la carmonada, y se han alejado del activismo antichavista. Si se observa en detalle el fondo de su estrategia, lo que están haciendo es creando las bases para justificar incluso una invasión militar gringa con el cuento de que Chávez no logra mantener la gobernabilidad del país.
5) El gobierno de Chávez, por su parte, no ha terminado de asimilar las enseñanzas del 11-13 de abril. Sigue gobernando de espaldas a ese movimiento popular que lo restituyó en el poder. Sigue promoviendo y fortaleciendo a la burocracia partidista y militar que ya colapsó durante el golpe del 11 de abril, y que si sobrevive es gracias a la ingenuidad del propio Chávez. La burocracia partidista, MVR, MAS, PPT, sólo mira hacia futuros escenarios electorales, suponiendo que ya la crisis ha sido superada. Sólo les importa la disputa por controlar porciones mayores del aparato del Estado. La burocracia militar, la que no le dio tiempo de voltearse el 11-A, aspira a seguir medrando del Estado mientras sea posible. Ambos sectores son los principales enemigos del movimiento popular organizado. Su gestión en la administración pública torpedea por todos los medios la acción de las organizaciones populares. En diversos sitios son acosados y despedidos funcionarios pertenecientes a círculos bolivarianos u otras organizaciones de base. Al mismo tiempo, acuerdan pactos con sectores de la conspiración, para repartirse cuotas de poder en instituciones del Estado. Resultado de todo esto: los planes sociales y económicos del gobierno no logran desarrollarse, con la consiguiente profundización de la crisis. Las recientes decisiones del TSJ y las constantes vacilaciones de los parlamentarios chavistas en la Asamblea Nacional demuestran hasta dónde está infiltrado el gobierno.
6) A pesar de esos elementos negativos, podemos decir que los niveles de conciencia en el pueblo han aumentado significativamente. La enorme campaña mediática, que ha continuado con igual fuerza luego del 11-A, parece tener cada vez menos efecto en la población. El pueblo ya no le para a las televisoras escuálidas, ni a los periódicos, ni a la radio. Las movilizaciones de la contra han ido disminuyendo de tamaño una tras otra. A pesar de los últimos llamados realizados frenéticamente por la TV, con ocasión de los sucesos en el TSJ, sólo lograron reunir algunos centenares de personas. Por otra parte, cada vez surgen más iniciativas de organización popular, periódicos y otros medios alternativos, además de la disposición de gruesos sectores de la población a organizarse para defender la revolución con las armas en la mano, si es necesario. La tendencia en curso es a que las fuerzas revolucionarias se fortalezcan, aumentando su tamaño y su capacidad organizativa, y a que disminuyan las fuerzas reaccionarias, con cierta tendencia a la dispersión y a la confusión dentro de ellas. Esta situación coyuntural es necesario aprovecharla. A corto plazo, el desencanto entre los sectores populares debido a la crisis económica, pudiera revertir la actual fortaleza de los movimientos populares.
7) La coyuntura nacional está inserta en el contexto de la “guerra contra el terrorismo” que le sirve de excusa al imperio para fortalecer su dominio en todo el mundo. El episodio que se avecina parece ser la invasión a Iraq con miras a derrocar al gobierno de Hussein. Junto a esto, corre la crisis económica que sacude a los Estados Unidos y desde allí se irradia a todo el mundo. América Latina es hoy un polvorín. Los gringos hacen denodados esfuerzos por evitar los triunfos electorales de Lula en Brasil y de Evo Morales en Bolivia. También intentan evitar el surgimiento de una situación revolucionaria en Argentina, que se extendería rápidamente por toda la sub región suramericana. En este contexto se debe tener claro que las contradicciones con el imperio jamás serán superadas, que nunca podremos esperar un “respeto” de los Estados Unidos hacia un gobierno revolucionario en Venezuela o en cualquier otro país latinoamericano. Si hoy no dicen expresamente que desean derrocar a Chávez, es simplemente porque esperan una coyuntura más favorable; mientras, por debajo de cuerda siguen haciendo todo lo posible por sacar a Chávez del poder.
Considerando los puntos anteriores, planteamos las tareas fundamentales que se le plantean al movimiento popular organizado para fortalecer el proceso revolucionario, terminar de derrotar a la conspiración fascista, expulsar del campo revolucionario a todos los oportunistas y burócratas, y comenzar a transitar un verdadero camino de profundas transformaciones socioeconómicas.
I) La unidad de las fuerzas populares es vital en esta coyuntura. Sólo se podrá imponer un programa de transformaciones revolucionarias si dicho programa es impulsado por un amplio frente en el cual converjan la mayoría de los movimientos autónomos que existen en Caracas y el resto de ciudades del país. Esta unidad debe abarcar a los círculos bolivarianos, a los medios comunitarios, a los sindicatos clasistas, a las organizaciones vecinales, movimientos culturales, organizaciones ecologistas, movimientos indígenas, de profesionales, coordinadoras y redes populares, y al resto de la gran diversidad de grupos que hacen vida en el campo popular. Los pasos hacia esta unidad pasan por realizar eventos unitarios locales, regionales y nacionales, en los cuales se debata un programa mínimo de transformaciones y una organización o red que permita actuar en común a todos los participantes. Específicamente, se debe constituir una Coordinadora Nacional de Organizaciones Populares, que tenga expresión por lo menos en las principales ciudades del país, que tenga un nivel de coordinación nacional y coordinaciones regionales, con responsabilidades específicas y equipos de trabajo. De igual forma, coincidir en el impulso de determinados medios de comunicación alternativa, sin negar la diversidad existente, pero enfatizando en los que puedan jugar un papel director en el trazado de líneas de acción comunes a nivel nacional.
II) Esta unidad del movimiento popular debe promover un programa mínimo para la coyuntura, cuyas líneas fundamentales ya han sido trazadas en la propuesta de la Asamblea Popular Revolucionaria y el Plan de Acción Unitario propuesto por organizaciones de Caracas. Creemos que se debe hacer énfasis especial en la construcción de instancias asamblearias populares que permitan el ejercicio de una contraloría social hacia la gestión del Estado en sus diferentes niveles institucionales.
III) La acción del movimiento popular debe denunciar con firmeza los errores y debilidades de la acción de gobierno. Se plantea un gran combate político e ideológico contra los conciliadores y burócratas que desvían el accionar gubernamental. La autonomía del movimiento popular no sólo se expresa en la propuesta de un programa político para ejecutar desde el gobierno y desde la misma acción popular; debe manifestarse igualmente en líderes y representantes que asuman determinados cargos en el Estado como garantía básica de que ese programa de transformaciones sea llevado a cabo. Lo otro sería pensar que la burocracia chavista, que tanto criticamos, sea la que va a implementar nuestro programa político.