Gobierno- oposición: Los pasos correctos

Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado. C. Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, página 9.  

Al fin lo que toda la nación esperaba anhelante, se produjo. Gobierno y oposición compartieron en torno a una mesa. ¡Vaya que lograrlo sí costó trabajo! Pero valió la pena. Hubo caras de ambos lados que expresaron al inicio su malestar. Algunos hacían muy evidente su disgusto. También se arrojó alguna flecha. Nos costó trabajo creer ante esa perspectiva, que no se fuera a interrumpir la reunión por alguna grosería lanzada por algún irresponsable que no comprendiera la importancia de la misma. Por fortuna para el país no asomó por ningún lado el nefasto intemperante. Las exposiciones eran propias de quienes tienen serias controversias. Aunque hubo tono duro se logró mantener el respeto, elemento importantísimo para la supervivencia del debate. Lo capital entonces es que se haya llegado a la conclusión con la intervención final de Maduro, pues demostró que era posible intercambiar con la responsabilidad y respeto que el momento exige de su dirigencia.

                Al día siguiente por la tarde (el 11) se produjo la reunión con alcaldes y gobernadores. Los rostros distendidos de los concurrentes mostraban confianza en lo que se comenzaba a hacer. El vicepresidente Arreaza en un aparte declaró a los medios cerca de 20 minutos con mucho comedimiento. Cuando algún periodista totalmente desubicado capciosamente le interrogó buscando en su respuesta acentuar el antagonismo de los participantes, respondió demostrando que está muy claro sobre la importancia de lo que se está ahí jugando, al destacar que lo valioso era consolidar firmemente la mesa. ¡Ojo!, hemos sido duros críticos de Arreaza, por lo que aplaudimos ese hacer suyo. No nos había mostrado hasta ahora esta faceta que exhibió la tarde del 11. Ese sin duda es el camino que hay que recorrer. Queda esperar que las partes entiendan que cuando se dialoga el denuesto, la injuria y el insulto sobran.

                La realidad nacional no está representada en su totalidad por las partes que debaten. Hay sectores que divergen tanto en la oposición como en el oficialismo que no participan en la Mesa. En la oposición hay dos corrientes bien marcadas: una, partidaria de manifestar sus discrepancias con el gobierno pacíficamente; quieren el cese de Maduro pero a través de lo que establece la constitución y las leyes. Esta participa en las conversaciones. La otra que se niega a todo diálogo, es sostenida en su mayoría por estudiantes. Hacen sus marchas saltándose todas las barreras que les limitan. Estos piden para ya la salida del presidente. Exigen para intervenir en las discusiones que se invite a los estudiantes.

Dentro del oficialismo (los disidentes) han dibujado ya a Maduro como el propio Satán que traicionó a Chávez. Otros, más considerados, le consideran el Kerenski de la revolución. Se niegan a reconocer las conversaciones y condenan tenazmente, que el gobierno pacte con la oposición. En el fondo no son partidarios de las conversaciones. Las adversan. Tampoco dicen cómo resolver los gravísimos problemas que enfrenta el país si se desechara el intercambio. Algunos de estos críticos señalan que se estaría entregando el proceso socialista que iniciara Chávez sin manifestar cómo está expresado ese socialismo. Esto es un franco desvarío. El proceso socialista vive sólo en sus imaginaciones.

                Como se desprende de este vuelo rasante que estamos haciendo, de ambos lados tenemos a quienes están inventando la pólvora. Ni se pasean por las razones que han generado estas conversaciones. Menos aún por las consecuencias que traería el no dialogar. Solipsismo le habría llamado Lenin. La situación del país es delicada. Muy delicada. Día tras día se complica más. Si no se conversa para resolver los vastos problemas que afectan al país ¿cómo se hallaría la solución? ¿Con el plomo que escupen las armas? Porque no quedaría salida distinta a la violencia.

Ese que desaforado desde cualquiera de los bandos condena el diálogo ¿está dispuesto a tomar las armas para matar a sus vecinos? ¿O a morir a sus manos? Porque el país está dividido en dos bandos a su vez subdivididos, con cada uno buscando el predominio de sus posiciones. Tanto el que no quiere dialogar de la oposición, como el que no quiere pactar del oficialismo ¿comprenden acaso que el camino que queda si no se dialoga y se pacta es la violencia? ¿Será que no comprenden que el peor de los acuerdos es mil veces preferible a la mejor de las guerras?

El primer paso ya se ha dado. Ahora solo queda seguir avanzando.



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Roosevelt Barboza


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