“No es muy difícil atacar las opiniones ajenas, pero sí el sustentar las propias: porque la razón humana es tan débil para edificar, como formidable ariete para destruir”. Jaime Balmes
La primera vez que encontramos la palabra “solipsismo”, fue en el libro de Lenin “Materialismo e empiriocriticismo”. Ahí, criticando a Mach, él le endosaba ese epíteto. Nos gustó mucho en ese momento el término, pero lo que nunca imaginamos entonces fue que luego sería algo frecuente encontrar reflejada en mucha gente esa característica. Están estos tanto en el oficialismo como en la oposición y posiblemente, aunque aquí nos referimos a Venezuela, seguro que los hay también en muchos países del mundo. Miramos la realidad que deseamos, no la que tenemos. Y por ello cada cual empuja por su carril sin importar cuánto se aleje de la verdad con ese esfuerzo. Se concluye, no podía ser de otra forma, con una nueva modalidad de fascismo. Si, se ha leído bien, escribimos fascismo. Pronto habrá tiempo para extendernos en esto.
Ese emblema de lucha que conocimos con el nombre de Tomás Borge, marcando sus palabras con mucho énfasis afirmó: “De Fidel aprendimos a no mentir. ¡Él nunca miente!”. Esa afirmación rotunda, hasta el día de hoy nadie la ha refutado. Y tenemos la certeza que ya jamás lo será, por la sencilla razón que ella es un axioma. Hasta sus enemigos reconocen esa formidable virtud de Fidel. Fidel nunca huye de sus responsabilidades. Y lo afirmamos en presente, aun sabiéndole retirado de toda actividad oficial, porque si en algún momento debiera defender a su patria, estaría entre los primeros empuñando su fusil. Y no habría quien le hiciera desistir de ese propósito. Es la comunión casi perfecta del verbo con la acción. Por eso es que es un Revolucionario, entre tantas otras cosas.
Que Fidel se ha equivocado, ¡claro qué sí, y las veces que le quedarán para equivocarse! Pero de lo que estamos también seguros es que nunca buscará excusas para justificar el error, pues sabe que su responsabilidad como revolucionario comprometido siempre con la verdad, es asumirlo, pues esa es la única forma de superarlo. No existe otra manera de hacerlo y a eso se atiene. De ahí su enorme liderazgo que trascendió largamente en el mundo.
Lo anterior viene a propósito de la injusta crítica que se ha desatado contra Aporrea, reprobándole su conducta revolucionaria por abrir sus páginas a “gente de la derecha” infiltrada. Determinan esa condición en el hecho de que la mayoría de los artículos publicados objetados, son reparos a muchas de las acciones del gobierno.
Entienden estos articulistas críticos de la crítica que critica, -no otra cosa se desprende de lo que escriben-, que así como hay medios que son opositores y censuran al gobierno, Aporrea tiene que ser oficialista y aplaudir y elogiar todo lo que este haga así sea perjudicial para el país. Quieren, no se percatan de ello, que Aporrea se conduzca igual que los medios que ELLOS CRITICAN y no publiquen aquello que les disgusta.
La cuestión que habría que resolver en primer lugar ante la ambigüedad que manifiestan en esa dicotomía, es cómo se ubica la verdad en lo que plantean, que importancia le dan y también si según su criterio, la izquierda y la derecha son respecto de ella lo mismo o no lo son. Porque entendemos que si deseamos criticar un artículo debemos señalar aquello que en nuestro juicio es una falacia o un infundio. Estos críticos que criticamos para nada realizan esto. Recurren en su mayoría a la descalificación del autor a través del denuesto. Hasta ahí llegan. ¿Creerán que así pueden convencer?
Cuando hablamos hoy de socialismo, que es una categoría bien definida, ¿estamos expresando lo mismo? Si observamos al PSOE (España), al PSF (Francia), y al PASOK (Grecia) por nombrar algunos de larga data, ¿diríamos que esos son partidos socialistas? ¿Nos atreveríamos a tanto? Si nos ceñimos a lo que manifiestan ser, tendríamos que concluir que lo son pues eso es lo que dicen; pero si escrutamos sus haceres los definiríamos como su contrario. La disonancia entre el verbo y la acción es total, absoluta.
Eluden mintiendo, y eso es característico en todos ellos, la verdad, que es uno de los valores esenciales del socialismo. La política que desarrollan los tres son, aunque manifiesten lo contrario, abiertamente de protección y aupamiento del gran capital; lo que nos los muestran como los partidos del capitalismo. Los mejores que este tiene entre sus patrocinadores. Esa es su práctica que nos exhibe su cotidianidad.
Si estamos de acuerdo con lo anterior, tendríamos que exigirle a Aporrea que en lugar de negar y censurar artículos, invite a sus páginas a los mejores elementos del oficialismo y de la oposición dispuestos a debatir, para que allí expresen qué tipo de país quieren, que expliquen cómo abordarían, por ejemplo, la acción especulativa del capital financiero, si estarían dispuesto a aplicar el Impuesto a las Transacciones Financieras, ese gravamen que se conoce también como la Tasa Tobin.
Será muy importante también conocer la posición que sostienen ante el cambio climático y las medidas que a juicio de ellos hay que aplicar para enfrentar el deterioro ambiental, si señalan que este es un hecho. Con esto hablamos de lucha ideológica, pues.
En ese debate, que sería sumamente provechoso, uno de los temas tendría que ser, obligatoriamente, el de los organismos genéticamente modificados, los ya famosos transgénicos. No se escaparía de su análisis la posición que tendría que asumir la nación ante multinacionales depredadoras como Monsanto y otras de ese tipo. Otro de los asuntos importantes para llevar a la palestra es el de las patentes ¡cómo obviar las patentes, tan manipuladas para detrimento de las mayorías del planeta! Debate, debate y más debate, solo eso ilustra. Contrastar opiniones es lo que importa pues es lo que ilumina.
Otro elemento para polemizar sería la posición que se debe asumir respecto a los tratados de libre comercio, y un largo etcétera más que, a todo aquel que cree en la solidez de su verdad, -si es que esa es muy distinta a la que exponen los que a ella se oponen-, alegraría confrontar. El silencio obligado del otro no le refuta ni afirma en nada nuestra verdad. Posiblemente sí exhibe nuestra aprensión en lo que creemos. Cuando tenemos confianza en los valores que postulamos, no tememos enfrentar con ellos a quien sea por más poder que posea. Recordemos que el vituperio, la injuria, aparte de descalificarnos, sólo muestran nuestra debilidad. Nada puede vencer a la verdad cuando esta está bien expresada, ¡nada, entiéndase bien, nada!