Que verguenza!
La credibilidad no sólo en los medios de comunicación, que han jugado un rol de aparato de propaganda del golpismo, sino en el propio periodismo, cayó vertiginosamente en Venezuela desde el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, situación que se ha acrecentado en los últimos tiempos, y que marca indeleblemente a un minúsculo grupo de periodistas tarifados (palangristas) que se enconden bajo el disfraz de opositores.
Nunca como antes, y en ningún país del mundo, el periodismo ha perdido tanto por la acción desmedida de la mayoría de los dueños de los medios de comunicación, tanto impresos como audiovisuales. Hará falta muchos años para volver a rescatar la credibilidad en esta noble profesión que unos cuantos echaron al cesto.
No es cuestionable que un periodista tenga sus simpatías políticas o se oponga, democráticamente, a las políticas de un determinado gobierno, lo criticable es la manipulacíón y el engaño que hacen a través de la poderosa maquinaria propagandistica en que se han convertido los medios en Venezuela.
La descalificación de las grandes mayorías que apoyan el proceso de cambio calificándolos de lumpen (hampones), hordas, marginales, aplaudiendo las acciones terroristas contra Petróleos de Venezuela (Pdvsa), principal industria del país, aupando los llamados a huelga en la banca y transporte pesado de alimentos y de pasajeros, regocijándose de la falta de gasolina y de insumos básicos para la alimentación diaria, es para lo que quedaron algunos periodistas.
Por ejemplo, el pasado 29 de diciembre escuché, por casualidad, que los periodistas María Isabel Párraga y Ramón Pasquier entrevistaban a quien saboteó a Pdvsa, a Juan Fernández, y estos comunicadores se regocijaban de la acción terrorista. "¿Tú crees que el gobierno tenga el control sobre Pdvsa?, ¿será cierto que ya fue derrotada la huelga?, ¿es posible que eso suceda? eran las preguntas de Párraga, cuyo hermano militar fue el edecán de CAP II. Ya entiendo por qué esta periodista entró a El Diario de Caracas y a varios canales de televisión en puestos clves sin tener trayectoria periodística.
Algo más grave escuché de Unai Amenabar, Miguel Angel Rodríguez y de Ana vacarella el 30 de diciembre pasado cuando fue detenido el general (GN) golpista en la cercanía del Comando General de la GN en El Paraíso. En esa ocasión un grupo de seguidores del golpismo se apersonó en la sede de la Disip(la policía política) en forma violenta, lanzando objetos contudentes y disparando, pero cuando los segudidores del proceso revolucionario le hicieron frente, estos periodistas decían que los "círculos violentos del chavismo" eran los responsables de los disturbios y llegaron a responsabilizar al presidente Chávez de lo que allí sucediera. Cuando las cámaras de los canales golpistas enfocaron a los violentos disparando, sólo comentaron que "pueden ver a la sociedad civil defendiéndose, ya que su protesta es pacífica".
Larga es la lista de periodistas tarifados que se vendieron a los cabecillas golpistas, como Carlos Ortega y Carlos Fernández, además de la Coordinadora Terrorista, estos son los jefes políticos y financieros de este grupo de comunicadores sin ética.
Ni hablar de Gladys Rodríguez, de Globovisión, que el pasado 12 de abril instaba a los vecinos a "denunciar a los chavistas de tu cuadra", ya sabemos que muchos luchadores sociales murieron ese día. O lo de Nelson Bocaranda, que da las direcciones de ministros y de quienes apoyan al gobierno revolucionario para que los agredan, o de José manuel Blanco, alias Mingo, quien dijo que la inmensa mayoría que respalda a Chávez son invertebrados. Nada que hablar de Marta Colomina, acusaba de hechos de corrupción durante su permanencia en Venezolana de Televisión, ni de los ilegales Napoléon Bravo y Orlando Urdaneta, altos tarifados por sus jefes políticos y financieros.
Esta es la mala hora del periodismo venezolano. Un pequeño grupo de empresarios, desde siempre, secuestró la libertad de expresión y con ella la libertad de recibir información oportuna, veraz e imparcial. Pero el fascismo fracasó en su intento de instaurar un gobierno totalitario. El paro golpista fracasó. El pueblo cobrará la afrenta y el atrevimiento de este pequeó grupo de periodistas tarifados y sin ética.