Por más que se contonee le resulta imposible a la variopinta dirigencia de la oposición venezolana impedir que se lea vea el bojote. No hay duda de que en sus estrategias electorales frente el chavismo, su única salida seguirá siendo la abstención, pues ya sabe con toda certeza que no podrá fabricar un candidato de la estatura de Chávez y menos cuando tiene en su haber un rosario de derrotas electorales que ha sufrido de manera continua desde que el Comandante fue electo presidente de los venezolanos en 1.998. De otra parte, voceros de sus filas y muy diversos columnistas tarifados no pierden la oportunidad de incorporar en sus discursos de cara a las elecciones presidenciales de diciembre, tal y como los escuchamos y leemos en los canales de la TV y radios privadas, así como en la llamada gran prensa, la repetida cantaleta de que el CNE es tramposo y que urge que se nombren nuevos rectores, pero que eso tampoco garantiza que no terminarán siendo controlados por Chávez, pues será la actual Asamblea copada por sus copartidarios la que los designará.
En fin, se hace evidente hasta para el más desprevenido de los mortales que la oposición no participará en las elecciones presidenciales de diciembre y ante esa nueva y loca aventura claramente golpista, hay que comenzar a tomar medidas y pronto. El lamentable y bochornoso discurso político del Cardenal Castillo Lara en los actos de la celebración de un año más de la aparición de la Divina Pastora en Barquisimeto el pasado 14/01, es una manifestación muy clara de que todo apunta en esa dirección, pues no debemos olvidar que él fue el mentor y mayor auspiciador de la estrategia de la oposición de abstenerse en las elecciones parlamentarias y quien, inclusive, según dirigentes que lo informaron al país en su oportunidad con gran despliegue mediático, asumió prácticamente la conducción política de los sectores más radicales contra al chavismo, liderados por sujetos como: Antonio Ledezma, Alvarez Paz, Patricia Poleo, Oscar Pérez, etcétera…
La primera medida tiene que estar dirigida a darle el mayor soporte estructural y legal al CNE para que continúe cumpliendo sus obligaciones, sea ya manteniendo los actuales rectores o que se opte por cambiarlos. Para ello deben dictarse cuanto antes la Ley de Participación Ciudadana y otras que pudieran coadyuvar a despejar todo tipo de dudas en relación a la cedulación y registro transparente de los venezolanos, así como abrir mayores espacios de participación para que todos los venezolanos en edad de votar tengan la oportunidad de cumplir con ese deber cívico tan importante para el desarrollo de los pueblos, al margen de que el mismo no sea obligatorio.
La segunda debe estar orientada a la implementación de una clara y muy bien definida política comunicacional que, en el menor plazo, es decir, para ayer, articule a través de una rectoría del más alto nivel gubernamental, una programación informativa y de opinión de todos los medios del Estado que en forma efectiva y con calidad desenmascare la conducta desestabilizadora y golpista del inmenso poder mediático en manos de la oligarquía que manipula los hechos, que miente descaradamente todos los días y siempre esconde y calla todo aquello que habla bien del gobierno. Es incomprensible que los venezolanos no podamos contar para estar bien y oportunamente informados con los canales del Estado y por ello nos veamos obligados a recurrir muy a menudo a Globovisión y a CNN, en conocimiento como lo estamos de que esos canales manipulan los hechos y dicen muchas falsedades. De otra parte, cómo es posible que los vecinos de Barlovento y otras zonas cercanas a Caracas, no les llegue la señal de VTV y sólo tienen acceso a la misma quienes pagan la TV por cable, lo cual sugiere que debe ser enorme la población del país que no recibe la señal del canal de Los Ruices.
Es impostergable, por tanto, que el gobierno adopte importantes decisiones en el área de las comunicaciones, sobre la base de evaluar con espíritu crítico lo que muy poco se está haciendo en la dirección de que sus distintos medios se conviertan en eficientes bastiones en defensa de la revolución por toda la República, para ir a una profunda reorganización de sus cuadros gerenciales y una potenciación efectiva de sus equipos de transmisión que permitan revertir la situación planteada a la mayor brevedad. No hacerlo se cometería un error inexcusable.
La tercera tiene que apuntar a la inmediata generación de empleo a nivel de todo el país, a cuyo efecto será necesario diseñar, por ejemplo, un audaz plan de obras públicas que se ponga en marcha de inmediato (vialidad rural, urbana y extraurbana, viviendas, escuelas, hospitales, rescate de edificaciones públicas, plazas y áreas recreativas, mantenimiento general de la infraestructura general del país, etcétera) para lo cual deberá contarse, necesariamente, con la empresa privada, para darle al plan el empuje necesario que se requiere de manera que se vean resultados al más corto plazo. Obviamente, a ese empresariado que se le invite a participar en la ejecución de esas obras, se le deberán establecer reglas claras que permitan asegurar así que su actuación marchará en el marco de la mayor transparencia y, además, que su éxito lo determine la alta calidad de la obras que se le contraten, para lo cual deberán activarse las respectivas contralorías sociales de manera que ello quede garantizado.
La cuarta y última y quizás no por ello sea la menos importante, generar la mayor inquietud por la organización en todos los niveles de la sociedad, tarea esa que debe recaer no sólo en la buena voluntad y el entusiasmo que, a no dudar, tienen muchos compatriotas idiológicamente claros a lo largo y ancho del país, sino en quienes el pueblo ha escogido para los cargos de elección popular, como son los diputados a la Asamblea Nacional, a las Asambleas Legislativas estatales, a los alcaldes y concejales y a los integrantes de las Juntas Parroquiales, pues a través de esos venezolanos comprometidos con un específico proyecto de país y quienes disponen de sus respectivas toldas políticas o grupos de electores, es posible potenciar esa organización y además lograr que se multiplique al más corto plazo por el territorio nacional, como esfuerzo necesario y único que garantiza la reelección de Chávez de manera abrumadora, al punto de que pueda ser posible hasta superar la meta de los diez millones de votos que se esperan para esa ocasión.
Es cuestión de crear las respectivas coordinaciones y sobre la marcha avanzar a la reactivación, en una primera fase, de las Unidades de Batalla Electoral (UBE) que tanto éxito tuvieron para el referéndum revocatorio de agosto/04 y en paralelo que se vayan multiplicando y no quede ningún rincón del país sin esa palanca extraordinaria de pueblo entusiasta hacia esa conquista electoral.
Que la oposición repita la torpeza de abstenerse en las elecciones de diciembre sobre la base de engañar a sus seguidores con el cuento de que el CNE es tramposo, que lo haga, pero que después no trate de intentar desestabilizar la institucionalidad de la democracia con el cuento de que Chávez lo que hizo fue un plebiscito, pues no solamente el pueblo no se calará otra nueva farsa, sino que la comunidad internacional reafirmará una vez más que la oposición venezolana es, además de idiota, masoquista en extremo, tal y como recogieron en sus respectivos análisis los diarios New York Time y El País de Madrid, entre otros muchos medios, luego que optara por abstenerse en las elecciones parlamentarias del pasado año.
Para el mundo racional fue la mayor torpeza, sobre todo cuanto advirtió que si esa oposición hubiera participado en dicho evento, habría obtenido, al menos, veinte bancadas, cifra significativa en muchos países, como por ejemplo España, Francia e Italia, donde partidos de muy diversas corrientes (comunistas, ecologistas o llamados verdes, de centro izquierda, de derecha, etcétera) apenas logran conformar bloques de tres o cinco o siete diputados y con los mismos mantienen una activa participación política en el Parlamento y en no pocas ocasiones consiguen que sus propuestas sean escuchadas y tomadas en consideración. Actúan, obviamente, con responsabilidad y gozan del respeto de sus respectivas comunidades. No son aparatos partidistas que apuestan a los golpes de Estado, así como tampoco a la desestabilización persistente del sistema de la democracia por la vía del saboteo y negación a ultranza de todo cuanto hacen sus gobiernos
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