Las diferencias socioeconómicas en las sociedades divididas en clases, siempre se resolverán por la confrontación entre las mismas. Nadie duda, luego de que Carlos Marx así lo determinara, como producto de sus múltiples estudios y observaciones críticas, que el motor de la historia es la lucha de clases.
La historia se mueve al ritmo de esas luchas que la determinan. Son luchas radicales y, por tanto, las únicas capaces transformar lo real. Lo que Marx logró comprobar y sobre lo que también teorizó, es una verdad, igualmente histórica, que las mismas clases dominantes serían capaces de certificar, aunque siempre se cuidarán de no hacerlo.
La clase dominante en el capitalismo, la burguesía, para no ser aplastada por los argumentos, se ocupa de banalizar esa gran verdad, como tantas otras, para poder luego repetir que la lucha de clases es una invención de izquierdistas, revoltosos y subversivos que quieren sembrar diferencias y odios. Pretenden ocultar, mediante argumentos banales, descalificadores, lúdicos y tendenciosos, la realidad desigual propia al capitalismo. Ocultar la imposibilidad de que ricos y pobres concilien entre ellos, en tanto clase.
Es el escenario que aliena y mimetiza las groseras relaciones de cosificación y explotación capitalista, el mismo que genera y utiliza la banalización de las luchas esenciales que, finalmente, darán al traste con el capitalismo, para establecer, pontificar y confrontar a las diferencias de sexo, como si se tratase de una guerra. Una “guerra de los sexos” que, en definitiva es “divertida” y “convence” de que los hombres “son más fuertes” y las mujeres más “astutas” o poseen “un sexto sentido”, para distraer intereses de clase y hacer olvidar por qué las grandes mayorías, amantes y defensoras de la igualdad, se orientan hacia la construcción del socialismo y al exterminio simultáneo del capitalismo.
Por la misma ruta, es el capitalismo y los intereses por los que sus relaciones de explotación se expresan en la política, que también se fomenta una lucha entre generaciones. Las revoluciones para acabar con el capitalismo y construir el socialismo no son ni pueden disfrazarse de confrontaciones entre jóvenes y viejos, donde los primeros aparecen calificados de esencialmente “revolucionarios”.
Mujeres y hombres (también otras personas que se identifican por variantes sexuales) por igual, como género, son víctimas de las diferencias y de la lucha de clases. Jóvenes y viejos, por igual, como género, si son o están identificados con los intereses de clase del proletariado, van a luchar juntos por acabar con las relaciones capitalistas de explotación y construir el socialismo.
En resumen. La lucha de clases es una confrontación del género humano, por su libertad, por su emancipación, por su igualdad, solo posible en una sociedad postcapitalista, socialista, comunista.