Víctor Martín Fiorino, docente e investigador de la Universidad Alonso de Ojeda, en el estado Zulia, plantea en su artículo titulado “Vigencia actual de la ética ecológica” (2008) que en las últimas décadas del siglo XX ante la inminente expansión de la contaminación ambiental, el crecimiento demográfico y la pobreza, surgió un nuevo concepto dentro del quehacer humano, en contraposición a las actividades destructoras y de deterioro ambiental que influyen en el desequilibrio social, económico, productivo, y de la vida en general: la ética ecológica, caracterizada por Gómez Heras como “el saber que se ocupa de la dimensión moral de la acción humana a fin de justificar con razonamientos los principios, valores y normas que orientan y regulan la conducta del ser humano con el medio ambiente”.
Explica el autor que producto de los avances de lo que él denomina la tecnociencia, se desarrollaron técnicas e instrumentos orientados a ampliar el conocimiento sobre la vida del ser humano, hasta el punto de asumir la tarea de “construir al hombre”, tanto en los laboratorios de genética como en los recintos educativos, en las tecnologías de la comunicación y en la ideología en el mercado, en función de intereses particulares, manipulándolo e irrespetándolo; situación que está reñida con la ética y dignidad de la vida.
Y en este proceso de manipulación e irrespeto para la consecución de objetivos económicos y políticos de los países o grupos de poder, fue afectada la naturaleza, observándose –tal como afirma el investigador zuliano- “un crecimiento económico depredador del ambiente, empresas altamente rentables pero desentendidas de las consecuencias ambientales de sus actuación, comportamientos y pautas de consumo irresponsables y contaminantes”, al partir de supuestos como que el desarrollo es incompatible con el cuidado ambiental, que la rentabilidad es incompatible con la responsabilidad y que el bien de los individuos humanos es incompatible con el bienestar de otras especies y formas de vida.
Frente a esta triste realidad surge el concepto de ética ecológica como una manera de promover nuevos paradigmas de acción, nuevas formas de pensamiento, una racionalidad distinta que supere la lógica antropocéntrica que establece al ser humano como el centro del mundo con la capacidad, y hasta el deber, de dominar a la naturaleza y ponerla a su servicio. De este modo, la nueva lógica de vida –asevera Martín Fiorino- se apoya en el paradigma biocéntrico, con una visión compleja, dinámica e integral del papel del ser humano en la naturaleza, comprendiendo que éste forma parte de ella para constituirse en un actor que interpreta las exigencias equilibrantes de la biosfera y el ecosistema, convirtiéndose en creador de consciencia y en agente tecnocientífico que aplica sus conocimientos a favor de los equilibrios ecológicos y no de su destrucción.
Planteamiento muy similar al realizado por el también investigador y docente venezolano de la Universidad Simón Bolívar Andrés Bansart, quien introduce el término Ecosocialismo para definir a aquél “sistema político, pero también social y cultural, garante de la armonía del oikos, de la paz en el hogar, de la convivialidad entre todos los que coexisten en este hogar”. El autor afirma que el ecosocialismo es “un socialismo que se preocupa por preservar la naturaleza, que se esmera por producir sólo lo que se necesita, que no se deja llevar por el antojo de los deseos, que ahorra lo más posible los recursos y que racionaliza su uso con una preocupación de equidad social”.
Tal como lo hace el profesor Martín Fiorino, pero usando un lenguaje más directo y contundente, Bansart critica la lógica capitalista imperante en los últimos siglos en las naciones del mundo, caracterizada por la cultura del tener, del acumular riquezas, asumiendo la competitividad como forma de vida, por eso invita a los gobiernos a que “en vez de invadir el planeta para acumular las riquezas del suelo y del subsuelo, generando guerras, destrucciones, muertes y otras desgracias, vamos a diseñar juntos e implementar un proyecto de sociedad planetaria equilibrado, justo y armonioso”.
Para Bansart, la cultura del tener fragmenta la misma existencia, pues el ser individual o colectivo confunde sus necesidades con sus deseos, pierde su identidad y el sentido de la vida. En su afán de enriquecerse, acumular y satisfacer sus deseos, manipula a la naturaleza, la transforma y crea medios para controlar la vida, pero antes la estudia minuciosamente, alejándose de ella y convirtiéndola en objeto, la fragmenta, la divide, conoce sus partes y se olvida del todo. De una manera cruda, el autor describe las intervenciones que históricamente el hombre ha hecho a la naturaleza y afirma: “La tierra sufre, la tierra llora, la tierra siente que la vida se le está escapando. El ser, que se autodenominó homo sapiens, la está matando y se está suicidando. El ser, que la naturaleza ha dotado de inteligencia, quiso separarse de la naturaleza y quiere dominarla. No logró dominarla. Está logrando matarla y se está matando a sí mismo en su orgullo y su locura. Allí se encuentra el resultado del divorcio entre la naturaleza y la cultura”.
En este sentido, el investigador propone una necesaria reconciliación de la cultura con la naturaleza, basada en un cambio drástico del estilo de vida de la especie humana que permita lograr una verdadera convivencia con el planeta, que es nuestro hogar, aplicando el sentido de economía justa, orientada a economizar los recursos que nos ofrece la naturaleza, cuidándolos, evitando malgastarlos y distribuyéndolos equitativamente entre todos los habitantes del mundo. De allí la importancia de considerar el triángulo Ecología-Economía-Cultura cuando los gobiernos o las empresas están diseñando políticas, planes, programas o proyectos, viendo a la ecología como la mejora del ambiente tocado por las acciones humanas, a la economía como la producción de lo que se necesita para vivir repartiendo equitativamente los bienes y servicios, y considerando a la cultura como la manera de ver el mundo, de vivir en sociedad, de crear saberes, compartirlos y comunicarlos.
Cónsono con este planteamiento, el gobierno bolivariano diseñó el Plan de la Patria para el período 2013-2019 (hoy convertido en Ley), cuyo objetivo histórico número cinco establece “Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana”, lo cual se pretende alcanzar mediante la construcción e impulso del modelo económico productivo ecosocialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza.
En este sentido, se busca promover a nivel nacional e internacional una nueva ética socio-productiva , que impulse la transformación de los patrones de consumo y producción capitalistas, pero antes es necesario romper con la lógica del capital y su forma de pensar, por tanto, desde el gobierno se trazó como objetivo nacional la defensa y protección del patrimonio histórico y cultural venezolano y nuestro americano, definiéndose estrategias en el ámbito educativo, comunicacional e informativo, así como en las dinámicas de los colectivos populares, vinculadas a contrarrestar el discurso dominante del capitalismo consumista y a crear consciencia sobre la relevancia de nuestra memoria histórica, valores patrios y cultura popular, además de motivar a las prácticas de relaciones sociales más solidarias, justas, igualitarias e incluyentes.
Al respecto, instituciones universitarias como la Universidad Politécnica Territorial Alonso Gamero en Falcón, cumplen una función importante, formando a nuevos profesionales con principios éticos ecológicos o ecosocialistas que asuman el rol de actores equilibrantes del ecosistema y no de destructores del mismo, conscientes del uso adecuado y respetuoso de los recursos naturales y con una perspectiva diferente de la vida social y las relaciones de producción que se establecen en los colectivos. Por eso, los lineamientos curriculares de los Programas Nacionales de Formación establecen al Eje Socio Ambiental como un conocimiento que transversaliza todo el proceso formativo, orientado a “profundizar en el conocimiento de las relaciones entre el modelo social y político, las consecuencias ambientales y el concepto de ciencia y tecnología sustentables ambiental y socialmente”, porque como afirmó el presidente Hugo Chávez en la Conferencia Internacional de la Organización de Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en 2009: “no cambiemos el clima, cambiemos el sistema. Y en consecuencia comenzaremos a cambiar el planeta. El capitalismo, el modelo de desarrollo destructivo está acabando con la vida, amenaza con acabar definitivamente con la especie humana”.
*Periodista y Docente Universitaria
Referencias bibliográficas
Bansart, A. (2012). Hacia el ecosocialismo. Colección Claves, Correo del Orinoco. Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información. Venezuela.
Bansart, A. (2013). Ecosocialismo: información, comunicación y educación. Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información. Venezuela.
Ley del Plan de la Patria. Segundo Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2013-2019. Gaceta Oficial N° 6118 del 4 de diciembre de 2013.
Lineamientos Curriculares de los Programas Nacionales de Formación. Versión diciembre 2009. Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior. Venezuela.
Martin Fiorino, V. (2008) Desafíos actuales de la ética aplicada. Universidad Alonso de Ojeda. Venezuela.
Martin Fiorino, V. Vigencia actual de ética ecológica.
“No cambiemos el clima, cambiemos el sistema”. Jesús Inojosa. Prensa MinCI. Documento en línea disponible en http://www.minci.gob.ve/2013/04/no-cambiemos-el-clima-cambiemos-el-sistema-2/ Fecha de consulta: 13 de octubre de 2014.