Tu naciste / para servirle al hombre / en todo lo que quiera” dice la letra de una canción (Las mujeres son) de Ismael Miranda. “Que es lo que pasa que el piso no arranca/ mujer sin grasa, sin transmisión, sin gasolina / sin aceite y sin motor, estás más esmuañanga’…”, se oye en la canción Piraña de Héctor Lavoe. “Yo fui, mi hijo, el que maté / a tu madre desgraciada, porque en la cama abrazada / con otro hombre la encontré”, dice un pasaje de la Leyenda del Horcón.
María Magdalena fue apedreada por “indigna”, María hubo de ser preñada virgen por el espíritu santo y a Eva la castigaron por comer la manzana prohibida: parirás con dolor, le dijo Dios Hombre y Todopoderoso.
Por siglos hemos sido invisibilizadas y cuando nos ven es para jodernos, diría una mujer exagerada, como yo. El Hombre “contiene” al género femenino, así, con mayúsculas y en las redacciones de diarios y revistas fastidia la igualdad en el lenguaje. Es un “insulto” al castellano.
¿Trabajar? Por siglos gratis / En la cama y en la casa / Y cuando por fin fue bueno / se le pagó mucho menos. Cortesía desatada.
La New York Film Academy quiso averiguar cómo se le trata a la mujer en el cine. Analizaron 500 películas de los últimos cinco años y esto encontraron: Por cada mujer que trabaja en el cine existen cinco hombres. En 2013 hubo 140 nominaciones de Oscar a hombres y únicamente 35 a mujeres; 77% de los votantes en la elección son hombres.
Democracia masculina.
No hay que ordenar estudios, muchos ya están hechos, para saber que esto de la discriminación y/o desigualdad en el cine se repite en distintos ámbitos.
Pero hay una discriminación que es novísima y solo tiene que ver con nosotras. Las mujeres venezolanas estamos obligadas a orinar paradas en los baños públicos. ¿Tienen ustedes una idea de por qué las venezolanas orinamos paradas? En otros países las mujeres se sientan en las pocetas de los baños públicos y orinan.
Aquí lo hacemos paradas y ensuciamos la poceta adrede. Con premeditación, alevosía y sin razón. Debemos abrir nuestras piernas de una manera tal que el orine no roce los labios de nuestra pulcra totona, porque si los roza chorrean todo aquello (tapa de la poceta y piso) hasta llegar a los tobillos. Y en lugar de andar más limpias caminamos por la vida chorreadas de una “lluvia de oro”.
Los hombres tienen sus urinarios para orinar parados y sus pocetas para cagar sentados. Como ha sido por los siglos de los siglos. Amén. Los baños públicos en Venezuela están sucios siempre, mayormente, por culpa de nosotras mismas. ¿No les parece que ya el mundo entero, la historia, el universo, nuestras mamás y papás, hijos, esposos, amantes, jefas, jefes, presidentes y un largo etcétera no han jodido lo suficiente? Éramos muchas y… Yo quiero orinar sentada. Luchemos por el derecho a orinar sentadas. Sin irse demasiado. Sigamos.