En trabajo previo nos demandamos si el país enfrenta el fin de la polarización. Y, en ese sentido, bosquejamos algunos elementos que parecen anunciar el resquebrajamiento del esquema de confrontación imperante durante los últimos años. Desde una perspectiva amplia, la polarización -acción y resultado de polarizar o polarizarse- ocurre por medio de un polarizador. De allí que es pertinente preguntar ¿Desaparece el medio polarizador y se desdibujan las zonas mutuamente excluyentes? ¿Pierden peso e influencia los extremos opuestos y ganan espacio las estigmatizadas voces moderadas? ¿Se desvanecen los rasgos distintivos y se debilitan las lealtades primordiales?
Parecería entonces que la polarización como estrategia política pierde fuerza en cuanto al uso eficiente de los recursos “polarizadores” e, igualmente, se debilita en su capacidad para alcanzar el efecto polarizador que políticamente procura. En consecuencia, se rompen las reglas informales del juego del poder; se resienten los principios articuladores que definen la relación-confrontación entre los bloques políticos y, además, se afecta el poder de negociación en el espacio político.
A ello se une la desafección política que engendra y se retroalimenta de actitudes tales como la desconfianza, profundamente unida al grado de credibilidad que la ciudadanía deposita en las instituciones de representación política y, en especial, en los partidos políticos. Viene acompañada por sentimientos de ajenidad, extrañamiento e impotencia ante fenómenos que se nos presentan como inevitables y dirigidos por una fuerza irresistible. Se expresa en la tendencia a considerar lo público, fundamentalmente lo político, como ajeno y extraño a la vida personal; en la incapacidad de poder influir en el sistema y de que éste, a su vez, responda a las demandas de los ciudadanos. Afecta por supuesto la relación entre ciudadanía y poder político, resultando en un alejamiento, moderación y tolerancia, conjuntamente con una deslegitimación del aparato del estado.
Desafección que indudablemente afecta los escenarios electorales, tales como las pasadas elecciones internas del PSUV y las próximas parlamentarias 2015.
Sin duda, habrá que redefinir las reglas del juego y procurar vías para desatar los nudos políticos que vayan surgiendo y no como “vayan viniendo”.
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