Hay valores que se han venido desvaneciendo… Poco importan. Algunos dicen que son valores “de la gente de antes”. El sentido de la responsabilidad personal, la dignidad o el pudor, por ejemplo…
Sobre el pudor he escrito en otro artículo. He señalado que no se trata del “pudor” en su acepción religiosa, vinculado al ámbito sexual y al pecado, a los prejuicios y a la hipocresía. Sino del “pudor” como sinónimo de honestidad, de ese “mirarse a sí mismo”, de esa relación de la persona consigo misma… Y ese “pudor” está muy vinculado a la “honestidad intelectual” que es el tema al cual queremos referirnos. Es negarse, por ejemplo, a las mentiras colectivas…
Hay una afirmación recurrente en nuestra dirigencia revolucionaria que, en lo particular, me parece una inmensa aberración, cuando se dice, justificando la aceptación de un cargo público: “Yo soy un soldado de la Revolución, a la orden para cualquier responsabilidad que se me indique o dispuesto a ocupar cualquier trinchera de lucha”. Y, por doquier, vemos funcionarios públicos, desde ministros hasta jóvenes que dejan sus estudios, cumpliendo tareas para las cuales no están evidentemente preparados. Ministros que pasan de una cartera a otra, como si se tratase de cambiar de traje o de vestido. Y eso se ha hecho usual en los últimos años… Cuando la “honestidad intelectual” debería llevarnos a “no aceptar” cargos para los cuales no estamos preparados.
¿Y, con esta afirmación, no estaríamos cayendo en una sobrevaloración de la formación técnica o profesional? En lo absoluto. Un proceso revolucionario requiere, al frente de los principales cargos públicos, de personas con visión política y con una sólida formación ideológica, y, por supuesto, con una alta valoración ética. Algo poco frecuente. Pero no se puede desdeñar tampoco el conocimiento técnico o, de lo contrario, prevalecerán la falta de ideas, la improvisación, la ineficiencia, el despilfarro de recursos y la incapacidad de conciliar lo que se hace con el propósito central de la revolución como lo es, la construcción del socialismo. No en balde, Chávez decía, palabras más, palabras menos: “Siempre piensen, cuando tomen una decisión, en qué estoy contribuyendo con esta acción, a la construcción del socialismo”. No se le pueden pedir peras “al horno”…
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