Hambre cero

Con este sugestivo nombre, comenzó el Brasil del gobierno de Lula Da Silva, un programa que aminorara el flagelo del hambre que es verdaderamente una vergüenza para la humanidad en este siglo XXI, donde se está frente a la antesala de un desarrollo inusitado y asombroso, donde la llamada sociedad del conocimiento está a la vanguardia del día a día, caminando rápidamente hacia estadios superiores.

Y no era para menos, pues Brasil la octava economía del mundo junto a México otra economía importante, ocupan el deshonroso escenario de albergar en sus  territorios 40 millones de seres humanos en condiciones de pobreza extrema de los 100 millones que tiene toda América Latina y El Caribe (ALC); aquí se demuestra que de nada o poco sirve tener tales “logros económicos” y esos pomposos y rimbombantes indicadores, si la distribución de la riqueza sigue siendo inequitativa.

Resulta ya pernicioso que entrados en el  siglo XXI, el hambre y la pobreza se hayan convirtiendo en las vedet de cuanta cumbre y reunión hacen los países; en esas cumbres bien encumbradas por cierto, representaciones presidenciales la sacan a bailar, se la pegan hasta  mas no poder a  su cuerpo, la manosean insaciablemente, pero al término de la cumbre, vuelve esta vedet a su casa a seguir rumiando la miseria y engrosando las cifras reales de nuestra América Latina y Caribeña.

Según La FAO el mundo dispone solo de 446 millones de hectáreas agrícolas no cultivadas, de ellas, ALC tiene 123 millones de hectáreas, casi el 30 por ciento del total mundial, con muchas potencialidades para producir alimentos al mundo y resolver su feroz hambruna; citan los textos que, ALC tiene la fortaleza de contar con la mayor cantidad de agua dulce requerida para la agricultura y eso es bastante alentador, unido a sus potencialidades en el resto de los insumos requeridos para una agricultura sostenible.

Para el 2050 se estima que la población  debe ser de 9 mil millones de ciudadanos, quienes requerirán alimentarse diariamente, y pareciera que al ritmo que van las cosas, resultara un tanto difícil, si los países desarrollados continúan aumentando sus producciones por ejemplo de maíz para producir etanol y mover los vehículos y maquinarias, en lugar de ser para alimentar a los seres humanos; entonces sí se encamina la humanidad a un holocausto.

¿Quién puede justificar que actualmente unos 800 millones de seres humanos en el mundo se acuestan sin haber llevado un mendrugo de pan a su estómago, y que anualmente se bote al cesto de la basura 1 mil 300 millones de toneladas métricas de comida en perfecto estado de salubridad?,  ¿Imagina cualquiera lo que esto significa? Con cálculos propios el ejercicio arroja la perdida de unas 57 millones de toneladas de fertilizante, 81 millones de hectáreas cultivadas y unos 32 millones de empleos directos, que también van a para al cesto de la basura.

Si no hay cambios en las relaciones económicas de ver el mundo, lamentablemente el flagelo del hambre seguirá agudizándose con las consecuencias que ello significa, de pérdidas humanas, revueltas sociales, ingobernabilidad y agotamiento de los recursos para producir alimentos.

El mundo dispone hoy de conocimientos y tecnologías para enfrentar esta disyuntiva, solo falta disposición gubernamental para enfrentar el problema del hambre produciendo y distribuyendo alimentos a su población.

La autonomía agroalimentaria es quizá la columna vertebral que le brinda a un país, a una sociedad, la verdadera soberanía y tranquilidad para vivir en un mundo con hambre cero.

 

humogria@gmail.com



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Juan Alberto Sánchez García


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