Guerra de Ideas: Los que Preservan la Salud y los que Curan la Enfermedad

Escuchamos al Ministro del Trabajo Jesús Martínez expresar sus ideas sobre la desigual distribución de los salarios. Sin mensaje, se propagó el video por teléfono, no era necesario explicar nada, los medios, hicieron su rueda de molino subliminal, el resultado puede ser leído en los comentarios en línea, dan pena. La guerra lo es de las ideas, estamos obligados a la lucha en este campo.

El ejemplo del ministro Martínez fue adecuado, los que recogen basura, mantienen la limpieza y por lo tanto preservan la salud, los médicos, curan la enfermedad. Preservar la salud y curar la enfermedad son actividades ambas importantes; la pregunta es: por qué las concebimos de diferente valor y a la hora de calcular el salario minimizamos una y ensalzamos otra.

El enfoque socialista del ministro trató de dar claridad, el joven periodista reaccionó, no es fácil comprender esos detalles, el ministro se explicó, pero el tiempo de tv no permite sino dejar cosas en el tintero. En el programa Vladimir a la Una, Villegas le preguntó sobre el tema, al MPPEU, Manuel Fernández, El ministro respondió adecuadamente, le faltó tiempo. Ambos periodistas, el de aquí y el de allá al igual que muchos oyentes, no comparten las explicaciones. No comprenden cómo es eso que un barrendero, un recogedor de basura pueda devengar un salario igual o superior que el que obtiene una persona que ha estudiado o que se ha cultivado, ojalá, en la academia o en la universidad.

En este mes de junio se cumplen 114 años del nacimiento del gran filósofo venezolano Juan David García Bacca, trataremos de apoyarnos en algunas de sus reflexiones, en su capacidad inmensa para explorar conceptos así como de nombrar y definir, y de la misma manera intentar dejarnos invadir de su don de ser humano excepcional. Su capacidad epistémica, a diferencia de la mentalidad pragmática de los activistas políticos, le facilitó emitir juicios científicos sobre la realidad social venezolana, juicios que explican mucho de nuestro gentilicio. A través de muchos de sus ensayos es posible conocer con categorías de análisis profundos la época en la cual le tocó vivir, su entorno más cercano: la UCV y sus miembros.

Veamos cómo este filósofo nos tiende puentes.

Generalmente, y sorpresivamente aún en este siglo XXI, damos gran valor a los trabajos realizados por profesionales y poco valor a los trabajos realizados por la gran mayoría de la gente. De allí el asombro de ambos periodistas señalados, al pensar que se pretenda igualar o colocar como de igual importancia el trabajo realizado por un médico con el trabajo realizado por un recogedor de basura. García Bacca nos advierte en su enfoque humano de la economía que el Valor de todos los trabajos es el mismo: "..todos están aureolados de la imperdible e igual dignidad del hombre."

Señala García Bacca que el VALOR del trabajo humano, no tiene PRECIO. El trabajo del esclavo, tal vez tenía algún precio, pero no tenía VALOR alguno, el esclavo era una cosa y cosa despreciable. Cuando se alcanza un estadio en el cual se considera al hombre como ser humano, se comprende también que la justicia de un salario tiene que ver, en el mejor de los casos, con el Precio del trabajo nunca con el Valor. El Valor del trabajo humano se mide por la dignidad del hombre, precisa el filósofo, y ésta dignidad no se deja preciar con números, pesos y medidas. Y expresa en maravillosa frase: "Honorarios es lo que merece todo trabajo humano; no simplemente precio. ¿Cuándo llegará una economía basada en el concepto de honorario, descartando la no muy humanamente digna de precio?"

Pero no sólo critica García Bacca esta economía sino que nos precisa el filósofo que el trabajo humano puede llegar a poseer Estima y hacer Estimable al que lo hace.

Si tuviésemos estima por el trabajo de limpieza y recolección de desechos, como lo tenemos por el trabajo de operar un tumor o de arreglar un diente, tendríamos estima por el obrero que maneja el carro de basura y por el hombre o mujer que recoge la basura o limpia los desperdicios dejados por otros. Si fuese así podríamos ver en ese acto de recoger y limpiar, una forma de preservar la enfermedad y le asignaríamos gran estima al trabajo y a quien lo realiza. Tal vez allí estará el secreto de por qué en este subdesarrollo no se hace bien ese trabajo al cual no le damos su valor, ni le reconocemos dignidad, y por si fuera poco, y para colmo y remate, se le asigna poca paga.

Cuando el ministro Jesús Martínez impregnó de dignidad el trabajo de limpieza y recolección y se atrevió a acercarlo a esos otros trabajos dignos y de respeto, hubo rechazo. Los años vividos llenos de estas costumbres que catalogan, dividen y colocan en compartimientos estancos lo que debe estar relacionado; no permiten cerrar nuestras nuevas ideas para que tengan volumen y fuerza de paradigma. Una ética parcializada que siempre apoya al poderoso no nos deja asumir la razón desigual del que sufre. Ver al hermano en su real dimensión está de alguna manera obstaculizada: siempre vemos de él un lado oscuro; el que focaliza nuestro ojo interno, entrenado con modales, usos y costumbres liberales

Claro, un trabajo como ese de andar recogiendo desechos, incluso los altamente contaminados que se arrojan de esos centros donde el trabajo es más que digno y bien remunerado, no se le puede seguir pagando un sueldo mísero y dejar que Dios haga el resto. Habría que honrar al trabajador por más que no haya pasado por la academia y habría también que tratar de poner un precio adecuado a algo invalorable.

He escuchado que muchos obreros se niegan a hacer trabajos de limpieza, que incluso los sindicatos tratan de eliminar estas tareas de sus responsabilidades. He sido testigo de cómo los conserjes, dignificados en la nueva ley como trabajadores residenciales, evaden los trabajos que tienen que ver con esos menesteres. Hemos tenido la experiencia de cómo se minimiza el trabajo doméstico y se trata de cachifas a las señoras que lo hacen.

No es de asombrar, que una sociedad que sólo dignifica y honra el trabajo profesional y no asigna ninguna estima al trabajo que conlleva ensuciarse las manos; una sociedad que no estima al trabajador que lo hace, que no estima al trabajador que no ha ido a la academia; y por lo mismo una sociedad que cree se debe asignar poca paga a ese trabajo que en si es invalorable; esa sociedad tiene que aguantar que nadie quiera limpiar, y si se ven en la necesidad, lo hagan mal, igual que se les trata.

Debemos comprender para después hablar. La comprensión es un acto de amor, humildad y poder de reflexión. Los medios ganan la batalla todos los días oscureciendo la comprensión y colocándonos como extraños. Cuando se está cerca de los pobres, del que trabaja del que sobrevive sabe uno que todos los días ellos suben una gran cuesta y lo vuelven a bajar, y no estoy hablando del cerro donde viven. La vida de cada trabajador venezolano es una proeza continua, estar de su lado nos dará poder de comprensión y comprender nos permitirá dignificar su trabajo, hacerlo tan estimable como el que ejerce la persona graduada en la universidad. Esa estima hará que surjan mejores condiciones para que ese camino deje de ser de sobrevivencia cotidiana, pero en esta la lucha debemos también hacer comprender las ideas y los conceptos para que cada vez sean menos los que opinan como si no sintiesen las palabras que como piedras arrojan por sus bocas.

Pretendimos colocarnos en los hombros del gran filósofo Juan David García Bacca para que se conozca que estas reflexiones no son delirios ni están huérfanas de grandeza, tal vez su autoritas haga reflexionar a aquellos encumbrados y metidos en sus burbujas y siembre una semilla de duda a los que repiten. Dios nos ayude.



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Maruja Romero Yépez


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