La cacería Furtiva, el tráfico impune y criminal de fauna, la tala de árboles monumentales, el cultivo de malanga, la ganadería de origen abigeo, la sobredimensión de extranjeros colombianos y el presunto cultivo de marihuana acabaron con los bosques que quedaban para resguardo y garantía de las aguas llegadas al embalse Burro Negro en la Costa Oriental del Lago.
No se trata ya de delitos ambientales comunes la conjugación de factores que atentan contra la preservación de las únicas fuentes de agua dulce de los poblados Lagunillas, Ciudad Ojeda, Cabimas, Valmore Rodríguez, Campo Lara, Eleazar López Contreras, el Danto y Simón Bolívar del Estado Zulia, se trata de graves formas de intervención en la que, los breves intentos de la Guardia Nacional y algunos soldaditos animados pero sin apoyo político significativo. Cómo frenar esta vergüenza en un estado en pleno proceso de alarma nacional ante las sequias que amenazan críticamente los suministros y la disponibilidad de agua potable para la región.
Seguimos insistiendo que, los argumentos en torno a los críticos niveles de agua en los embalses del estado Zulia, son argumentos celestinos que en nada ayudan a evidenciar los verdaderos factores ecológicos que, en su alteración (desforestación de cuencas), son los verdaderos causantes de los descensos vertiginosos en los caudales de los ríos y por consiguiente en los niveles de las aguas represadas.
El esfuerzo de estos muchachos centinelas de la patria no es suficiente, el conflicto en la Costa Oriental se extiende y agudiza mientras sus ediles, ignorantes y desorientados de los esfuerzos de las políticas nacionales que se intentan, dejan a sus suerte las reservas de biodiversidad y agua dulce de la región.
No existe una política sincera y preocupada, menos aún inteligente respecto al tema ambiental en el Zulia. Los curules de la gestión ambiental están a turnos entre ineficientes y complacientes gestores a merced de los intereses extractivitas de la región. A metros de este ecocidio conviven las vitrinas de los "Ecoparques del Zulia".
El estado Zulia se quedará sin agua y sin bosques si sigue contando con la gestión cobarde, poco científica y contra revolucionaria de los gestores ambientales de turno que solo han pasado por las oficinas de ambiente para lucrarse impunemente con proyecticos palurdos y criminales.
El Zulia está herido de muerte, la violencia que acosa su fauna y sus bosques es una vergüenza nacional, es dolor nacional. Si aspiramos a que el Plan de la Patria cumpla con los Objetivos de Desarrollo Sustentable 2030 el Gobierno Nacional deberá frenar esta delicada situación, pues el acceso a la zona, así como la vida campesina de la represa, está controlada y traspasada por paramilitares y otras formas de violencia.
El ritmo de la deforestación para la siembra de malanga y el tráfico de madera ocurre a todo lo ancho de las 73.743.56 mil hectáreas que ocupa la Zona de Protección de Burro Negro. Sectores inescrupulosos se encuentran enquistados dentro de este vasto territorio y, repetimos, resulta muy difícil de controlar por las autoridades competentes, el puesto que el Comando de la Guardia Nacional responsable de la seguridad de esta zona está integrado apenas por cinco (5) efectivos de la Guardia Nacional, quienes carecen además de las unidades tanto aéreas como terrestres necesarias para el resguardo de esta importante zona.
Todos los días incendios son provocados para la raza del suelo y también con la finalidad de acorralar a las especies silvestres y así proceder a cazarlos o capturarlos para el tráfico ilegal y la venta de sus carnes. Estos incendios provocan la devastación y el agotamiento de los suelos, el deterioro del ambiente, la estampida de serpientes causantes de varias muertes en niños campesinos de la zona. Los causes de los ríos que surten el Embalse Natural Pueblo Viejo, han perdido más de 70% de su caudal ante la deforestación inclemente.
Los sectores mayormente afectados por tan grave situación son: El Onoto, Plan de Riego y Mudanzas (Zipayare), Varaentierra (Las Tres Marías), Las Mercedes, Churuguarita, y El Pensao. De esto se han recogió todas las evidencias fotográficas y testimonios alertando la presencia de cultivos de malanga y de grandes cantidades de hectáreas de presunta marihuana en la zona, específicamente en varios sectores de la Cuenca Alta, según testimonios de la propia GNB y de campesinos de la zona víctimas de la extorsión y el pago de vacunas por grupos paramilitares que controlan y no permiten el acceso a particulares.
La cacería indiscriminada de las diferentes especies que habitan dentro de esta área, ha puesto en amenaza de extinción especies tan importantes como la Danta, las tortugas, venados, lapas, loros, guacamayas, tucanes. Las carnes de caza son comercializadas en algunos restaurantes de la región con toda impunidad. El jaguar, oso palmero, caimán de la costa, nutria gigante (perro de agua), monos y otras gran cantidad de especies que habitan esta zona también son asesinadas en muchos casos por simple exterminio.
Se tienen las pruebas fotográficas, de los refugios y campamentos que han levantado los cazadores furtivos dentro de la zona de protección, para proceder a almacenar y descuartizar los animales que son cazados por ellos. También se detectó el tráfico ilegal de pieles de araguatos, ardillas, jaguares, cunaguaros, serpientes, babas entre otros, preciados por sus colores tan llamativos para la fabricación de carteras y zapatos artesanales.
El silencio cómplice de las autoridades ambientales del estado Zulia, la violencia que ejercen de los grupos paramilitares y otras formas delincuenciales en la zona y la poca voluntad política para actuar han sido el espacio en el que estas atrocidades se ejecutan bajo la mayor de la impunidad. El terror se impone en la zona, cuando más de tres alcaldes confluyen en la zona y dos de ellos se dicen revolucionarios.
Venenos fosforados son aplicados indiscriminadamente a apenas escasos metros de las fuentes de agua de las que niños, ancianos y toda una poblada se abastece directamente.
La criminalización del movimiento social, de los movimientos ecologistas no puede seguir. No podemos escribir y describir con menos urgencia la impotencia ante tanta devastación que nos consume, y la respuesta del Estado sigue siendo lenta y sin mayores efectos.
A diario docenas de hectáreas de bosques, cientos de especies son asesinadas furtivamente ante la mayor de las impunidades. Miles de personas que pudieran ayudar están dominadas por el miedo y el terror de la acción paramilitar. La actividad agrícola natural de la zona está quebrada por el pago de vacunas a paramilitares y mafias de la zona. ¿Qué hacer?...Qué se puede hacer en medio de tanto terror e impunidad. Esto no es una asunto de victimización, aquí hay silencio y complicidad local, aquí hay delincuencia venezolana organizada. La situación de la Zona Protectora de Burro Negro es una burla y es vergüenza nacional.