Las próximas semanas serán de dura contienda en todos los frentes de batalla: en la calle, en los medios, en las redes, en lo internacional, y en cuanto escenario puedan vislumbrar unos y otros actores.
La dinámica social actual hace que estas elecciones parlamentarias, no tan atractivas para el electorado de cualquier parte del mundo, sean el centro de la disputa política y de opinión de buena parte de los ciudadanos, y es que, a la vista de los contendores, la cita es definitiva para el avance/ratificación o cese/transformación de la estructura de poder venezolano.
Este evento electoral nos convoca en medio de una de las tantas crisis sociales que ha vivido el país. Desde los años 80 con el famoso viernes negro (1983) y el comienzo del drama de la devaluación de la moneda, el caracazo (1989), 4 de febrero y 27 de noviembre (1992), golpe a Chávez (2002), paro petrolero (2002 - 2003), Muerte de Chávez (2013). El desenlace de todas estas coyunturas es conocido en lo inmediato, pero a la distancia, son hechos tan recientes que aún se evalúa su impacto en el devenir histórico de la sociedad.
A veces, nuestra memoria de corta vida, nos hace creer que la economía nunca antes había sido tan protagonista del debate nacional, sin embargo, desde el viernes negro, pasando por el Caracazo, e incluso el paro petrolero 2002 - 2003, ha estado presente como elemento para la toma de decisiones.
Hoy el "caldo" de cultivo para la opinión nacional esta permeado por la economía (dólar paralelo, desabastecimiento, especulación, bachaqueo y afines), pasando por la inseguridad, seguridad social, vivienda, desempleo, y, por sobre todo, la afinidad política.
Basado en ello, y partiendo de un electorado cautivo o "con tendencia a", ¿cómo hacer que la decisión, luego de sopesar éstos elementos nos favorezca? ¿Cómo hacer que estos sentimientos movilicen al voto en nuestro favor? De saberlo, ahí podría estar la clave de tu breve dicha sobre la tierra (como diría Álvaro Mutis).
El problema para los candidatos del Polo Patriótico es que son culpables de lo que han hecho mal, y de lo que han dejado de hacer. Si bien se les responsabiliza de lo malo y bueno, también de toda la omisión culposa que nos podría haber colocado en esta situación, que en el fondo pudiera ser leída o entendida como una ausencia de liderazgo, que hace que la sociedad se autorregule y autogobierne, sin dirección, donde resurge la violencia como forma de control (Bacrim colombianas y sus ramalazos en Venezuela)
Un reto para la oposición es superar el peso de su liderazgo más prominente desgastados unos, y otros, protegidos como pago al compromiso de ponerle el pecho (y el dinero) a todas las salidas forzosas y violentas generadas en el país. Bajo las consignas de uno y otro sector, se han solapado intereses no muy claros favorecidos por la polarización que lleva a solidaridades automáticas, sin raciocinio, propias de estructuras mentales más primitivas que la de nuestra época evolutiva.
Ahora bien, ¿Quién nos metió en este lio? ¿Es todo responsabilidad del gobierno? ¿En qué ayuda la oposición? ¿Quién lidera la sociedad y promueve esta forma de organización? La respuesta está abierta para el debate. Pero para este proceso electoral lo importante no será tanto quién nos metió en el lio, sino quién nos va sacar de él.
El eje transversal de éstas elecciones parece ser las colas, la escasez, la especulación y de allí lo que se pueda derivar ya que, la cola, que la hacemos todos, se cumple con descontento, resignación y frustración, a partir de allí, los opositores insistirán en que todo es consecuencia del sistema planteado desde el gobierno para el ejercicio del poder y la organización social. Desde el chavismo, la lucha debería estar centrada en llevar la contienda hombre a hombre. Es decir, mi candidato contra el tuyo. Una inmensa batalla por puestos legislativos donde el ganador no será quien pegue más golpes (votos) sino quien gane con su equipo mayor número de peleas, recordando que hay peleas que se ganan con un solo golpe. El reto, para el chavismo, es hacer del contexto un momento en la batalla y no ella en sí misma, de la coyuntura, solo una etapa más del proceso y una parte de esta lucha.
Es imperante acompañar de esperanza la decisión del voto y dar certezas de futuro. Quien promueva ganar opinión (votos) soportado en la esperanza, confianza, estabilidad y paz, tendrá opción de ganar. El miedo no parece el factor principal de la campaña emocional. El miedo pareciera el último recurso de los que no cuentan con la razón.
Lo que si pareciera vivirse por primera vez es que el gobierno, o quien lo encarna, en vez de porta aviones pudiera convertirse en el Titanic.
Juanc.garciav@yahoo.com