El 6D el pueblo se manifestó una vez más… Lo ha hecho 4 veces en las últimas décadas: el 27 de febrero de 1989, el 4 de febrero de 1992, el 12 y 13 de abril de 2002 y, ahora, el 6 de diciembre de 2015. Y esta vez nos dolió en el alma porque era contra nosotros…
El 27 de febrero de 1989, después de varias décadas de frustraciones, de exclusión social y de deterioro socioeconómico, de una democracia representativa, insustancial y formal, el pueblo reclamaba su existencia olvidada y señalaba su presencia de actor paciente, al igual que impetuoso. La vieja democracia, desconcertada y lerda, sólo encontraba como respuesta una represión brutal que causaba, en pocas horas, miles de muertos. Una primera campanada era desoída.
El 04 de febrero de 1992, un grupo de jóvenes militares, nacidos de las entrañas del pueblo, reaccionaba ante la impotencia acumulada de los acontecimientos trágicos del 89 y de la corrupción desmedida dentro de la propia Fuerza Armada, e irrumpía ante un orden constitucional que había perdido toda legitimidad. La sola presencia, ante las cámaras de televisión, de un joven oficial de la Fuerza Armada, hasta ese momento desconocido, asumiendo la responsabilidad de esos hechos, sacudía nuestras conciencias aletargadas. La vieja democracia sólo veía traición en esa insurrección de esencia popular. Una segunda campanada tampoco era atendida.
El 12 y 13 de abril de 2002, el pueblo volvía a manifestarse en un hecho totalmente único e inédito en la historia política de la humanidad; esta vez, no para protestar contra un gobernante, sino para expresarle su apoyo. El pueblo se volcó a las calles, bajó de los cerros, y con inusual estridencia se hizo sentir para aniquilar, en tan sólo 36 horas, las pretensiones de regreso de la vieja democracia y sus élites privilegiadas. Una tercera campanada resonaba a lo largo y ancho del país.
El 06 de diciembre de 2015 repiqueteó, con fuerza inesperada, una cuarta campanada. Esta vez no contra la vieja democracia, ni contra la derecha, como las tres primeras veces, sino contra la democracia participativa y protagónica que muchos hemos defendido, de logros sin precedentes en el campo social. ¿Y ahora qué haremos? ¿Vamos a escuchar al pueblo o vamos a desoír esta nueva campanada.