Mirar la frontera

El 19 de agosto de 2015 el gobierno venezolano tomó la decisión de cerrar la frontera, luego de los incidentes que se presentaron con varios militares venezolanos, fue una medida de alta monta por el impacto y repercusión regional, nacional e internacional que produjo.

Han transcurrido 8 meses largos, son pocos los resultados de impacto positivo logrados frente a los costos que hubo de asumir y que aun asume Venezuela; entre otras cosas por el carácter histórico y dinámico que tiene la frontera Norte de Santander – Táchira, cuya relación e intercambio solo la entienden quienes aquí viven el día a día.

Fue esta relación fronteriza, humana y económica, la que en pleno golpe de Estado y paro petrolero en el año 2002, le ofreció a los pobladores tachirenses y de más allá de la frontera, la posibilidad de suministro de comida, bienes y servicios en general, que en Venezuela le fueron negados por quienes los producían, por formar parte integral de ese perverso plan desestabilizador y boicot económico que vivió el país y del cual bastante tinta y saliva se ha gastado; basta recordar que hasta la cerveza que aquí se consumió en ese momento venia de Colombia.

Así es la frontera de sensible cada vez que sucede un evento en cualquiera de los dos países; esta porción territorial es la bisagra que abre y cierra la puerta de dos países, y es además el centro de las dos naciones, por ello la reacción es rápida frente a cualquier evento y la resultante de los impactos se hace notar en corto tiempo.

Nadie puede tener duda de la soberanía que le asistió a Venezuela tomar la medida, solo que privó la inmediatez y no se estudiaron estratégicamente las consecuencias que ello traería; nuevamente los asesores y estrategas se equivocaron, por esa razón aquí están hoy los resultados a la vista, muy poca ganancia por no decir que ninguna; el contrabando y bachaqueo han logrado perfeccionarse casi que a la era cibernética, alcanzado dimensiones de "empresa" formal, el desabastecimiento y las colas forman parte de la vida cotidiana de un ciudadano de frontera y ya el calvario de las colas de gasolina volvieron a hacerse presente como por arte de magia.

Si el objetivo fundamental fue desaparecer esta nueva versión informal de trabajo popular llamada "bachaqueo" resultó peor el remedio que la enfermedad, y a las pruebas se puede remitir a cualquiera; inclusive es tan normal que francamente un bachaquero, se reconoce y es reconocido, en su dedicación a esta nueva actividad de trabajo, cuyo resultado económico es más que evidente, al lograr ingresos muy por encima al de cualquiera otra actividad u oficio.

Son incalculables los costos que a ambos países y a la comunidad de frontera le ha significado esta situación de cierre fronterizo, sobre todo por el momento económico que transita Venezuela, donde la escasez, la baja producción y ahora el problema eléctrico, siguen siendo el diario acontecer y el plato fuerte del venezolano, que solo aspira a vivir bien como se lo merece, con dignidad, confort y tranquilidad.

El vivir en frontera genera una serie de ventajas comparativas y competitivas que solo quienes aquí habitan las pueden apreciar; por ejemplo en el sector agropecuario es más que evidente, pues siempre el colombiano o el venezolano ha buscado en ambos lados de la frontera un insumo o un servicio requerido para el proceso productivo, y en otros tiempos allá por los años 50, cuando el Táchira tenía una autentica agricultura prospera y floreciente, se traían tres mil braceros Colombianos cada año para la cosecha de las 45 mil hectáreas de café, a través de una oficina que el Ministerio de Agricultura y Cría tenia instalada en Cúcuta, donde se tramitaba el registro legal del peón, con el apoyo del gobierno de La República de Colombia.

En otras circunstancias, hoy Venezuela con la crisis económica que vive, pudiera estar negociando con Colombia el suministro de buena parte de la semilla de papa, hortalizas y medicinas veterinarias que aquí se requieren, y en lo que ese país tiene fortalezas incuestionables; la empresa MONOMEROS de Colombia, que produce excelentes fertilizantes y que por cierto fue adquirida por Venezuela en vida del presidente Chávez, pudiera y debería estar suministrándolos al país fertilizantes, dada las necesidades actuales y de siempre de este insumo para la producción agropecuaria.

El cierre de la frontera ha traído mas distorsión económica y social, generando una economía paralela y subterránea que agudiza la crisis venezolana, porque se han encarecido los bienes y servicios que ambos conglomerados humanos requieren, impidiendo que haya transparencia económica que le deje beneficios a ambos países, todo por la miopía de no mirar la frontera.



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Juan Alberto Sánchez García


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