En esta crítica coyuntura, observamos en el país una suerte de divorcio entre diferentes planos. Por un lado, el discurso económico, el político y los relatos mediáticos. Por el otro, la lucha que se libra en importantes sectores de la población por el acceso a bienes materiales de subsistencia.
La narrativa que emana de las cúpulas, construida con un lenguaje guerrerista y apocalíptico que promueve el enfrentamiento, se orienta a la crisis con especial énfasis en la responsabilidad del "otro" culpable y con escasa cabida para la esperanza, el optimismo y las soluciones. El discurso cupular se confina y centra en determinados asuntos inherentes a la confrontación política, donde pareciera iniciar y terminar el país. Entre ellos, la soberanía de Venezuela, la Carta Democrática y la extensión del Decreto de Emergencia Económica; el diálogo, la mediación y el Referéndum Revocatorio. La confrontación de poderes que se inicia desde que la oposición asumió el control del legislativo en enero de este año. Los relatos mediáticos que emergen desde las dos aceras políticas, se construyen en torno a la metáfora del desastre, asociados a la incertidumbre y el miedo y donde la única opción es sacar del juego al adversario.
Los de abajo desarrollan una lucha que no es política ni es emancipatoria, es fundamentalmente personal y de sobrevivencia. Luchas que independientemente del Estado, podrían estar dando lugar a una nueva cultura política de solidaridad, participación y organización, en base a intereses individuales que se van haciendo colectivos.
A pesar del dramatismo y espectacularidad del discurso político y de los relatos mediáticos, está en curso un proceso de despolitización, concomitante con el deterioro del clima socio-emocional del país, expresado en el incremento de los niveles de preocupación, molestia, confusión, frustración, tristeza y pesimismo. Despolitización que se expresa en el desinterés por la política y en las formas de percibirla, en la fragilidad de la identificación partidista y en la ausencia de compromiso en los asuntos públicos. La pérdida de la centralidad de los asuntos políticos toma la forma del desencanto y malestar con el consiguiente quiebre de credibilidad en los grandes relatos.
Asistimos a un divorcio de los de arriba y los de abajo.
@maryclens