A este muchacho le venimos siguiendo el rastro desde su participación en los juegos Panamericanos de Toronto el año pasado. Esa guardia zurda y esa forma de latiguear (mejor dicho: de relampaguear) con la derecha; esa precisión milimétrica para el contragolpe y el amarre oportuno, son extraños lujos que lo convierten en un peleador incómodo, difícil de descifrar. En aquella oportunidad, después de despachar a dos rivales a punta de velocidad y maña, le tocó al cubano Joahnys Argilagos la tarea de desenredar esa estopa de tirar golpes, y lo logró, ayudado por su gentilicio (en Cuba el que no nace músico nace boxeador, y así no se puede) y también por un detalle del que hablaremos aquí con detenimiento: Yoel cedió a la tentación de fajarse a golpes con el antillano en momentos cruciales de la pelea y el cubano lo dominó. Con dificultades, pero lo dominó, mandándolo a casa con una medalla de bronce (la pelea, aquí: https://www.youtube.com/watch?v=8nl...).
Pero hay sujetos que incluso en las derrotas muestran lo que tienen, lo que proyectan para el futuro, y este Yoel Finol lo que anunciaba para el futuro (esto que está ocurriendo ahora) eran tempestades. El joven de apenas 18 años, cuya masa corporal estaba en proceso de formación al igual que su técnica boxística, debió subir de categoría, ya que empezó a hacérsele difícil mantenerse en los 49 kilogramos de la división minimosca y dio el salto hacia los 52 kilos del peso mosca. Contra lo que indica la lógica, esa vieja sabia según la cual los peleadores al subir de peso se tornan más lentos, y de paso más vulnerables puesto que sus rivales han de ser más pesados y pegan más duro que los de antes, Yoel se adaptó en corto tiempo a la nueva situación y mantuvo a tono una de sus virtudes, la velocidad. La vieja se ha equivocado varias veces; lo hizo de nuevo con Yoel.
Los rivales
Ahora vamos al grano, a lo que dice el título de esta nota. En Río de Janeiro las cosas se están dando maravillosamente bien, espléndidamente propicias, para que Yoel no se detenga en su conquista de bronce y avance hasta el máximo honor de la medalla de oro olímpica. De hecho, creo que tendría que ocurrir una cosa demasiado ilógica (que la vieja se equivoque) o tremendamente injusta para que el muchacho no regrese a Venezuela con una medalla dorada. Esto no tiene que ver exclusivamente con la calidad del muchacho sino con otros factores. Por ejemplo, la calidad de sus rivales.
A ver, punto por punto.
1) Los tres únicos participantes de esta competencia que han vencido a Yoel en algún momento de su carrera fueron derrotados y dejados fuera de circulación. Son ellos el dominicano De Los Santos (a quien el propio Yoel eliminó en el debut), el cubano Yusbany Veitía y el colombiano Ceiber Ávila (los dos perdieron el día de hoy). Todos han ganado y perdido sucesivamente con Yoel, así que todos lo conocían y podían, llegado el caso, armar una estrategia basada en el conocimiento de las armas del venezolano.
2) El cubano y el colombiano perdieron frente a boxeadores de calidad inferior a ellos. El primero, muy probablemente a causa de una herida en el rostro que lo molestaba desde su combate anterior y que volvió a abrirse en su combate con el chino Jianguan. Nadie puede pelear tranquilo con esa doble preocupación; el rival y una herida sangrante por la que el médico puede detener el combate. Y el de Colombia perdió a causa de una falla estratégica en la que no debería incurrir Yoel Finol: fajarse de tú a tú como en una pelea callejera con un ruso a quien él pudo haberle dado clases de boxeo, si se hubiera serenado. Para efectos de lo que atañe directamente a Yoel, las cosas pintan así: el ruso Aloyán es un joven recio y violento pero muy malo para combinar y decidir en el ring, y el chino Jianguan es un tirador de golpes muy simpático, valeroso y chapucero, y sólo eso. El chino es eso que en lenguaje técnico, académico y rigurosamente científico, pudiéramos llamar un mardito loco, un tiracoñazos callejero. El cubano perdió con él porque estaba herido, y sucede que el chino anda herido también. Conclusión: Yoel debería disputar el oro olímpico contra el ruso, que es el menos malo de los dos.
3) Pero antes de llegar a ese punto, a esa esperada final, el venezolano debe sortear un escollo, este sí bastante serio y digno de ser tomado en cuenta. La medalla de plata deberá disputarla contra el camarada de Uzbequistán, llamado Shakhobidin Zoirov, que sí calza los puntos para llamarse peleador olímpico y es un peligro para cualquiera. Es zurdo como el merideño, dueño de una técnica clásica, sin mucho adorno ni sorpresas, un poco torpe a la hora de combinar pero ha demostrado tener una pegada muy recia, cosa no muy frecuente en los pesos bajos del boxeo. Lo hemos visto estremecer con la zurda y con la derecha a sus últimos rivales, cosa peligrosísima si una mano de esas llega al punto de la mandíbula que comúnmente se llama el suiche, ahí donde si a usted lo conectan pueden mandarlo a dormir.
Aquí, en un combate del año pasado en el campeonato mundial. Adivinen qué: en esta oportunidad perdió contra el chino de quien nos burlábamos allá arriba, el Hu Jianguan: https://www.youtube.com/watch?v=lyE...
A favor y en contra
Las virtudes de Yoel Finol ya las está conociendo el público sin necesidad de que se las describan: veloz (lo hemos visto lanzar una seguidilla de cinco-seis golpes mientras su rival todavía no ha decidido lanzar el primero), hábil (ha desarrollado una rutina consistente en pegar y esquivar en un solo movimiento) y en franco proceso de maduración. Sobre este último punto vale la pena abundar porque es tema central, no sólo de esta competencia o del desarrollo personal de Yoel, sino de todo el boxeo.
El aficionado estándar tiende a creer que el boxeo es una actividad en la que siempre gana el más rudo, el más fuerte, el más violento y furioso; el que avanza como un tanque de guerra zumbando y recibiendo coñazos sin mirar para los lados y sin importarle mucho que le descuarticen el rostro (porque hombre que es hombre tiene que andar por ahí lleno de cicatrices y cuatro dientes menos). La cochina realidad, desde hace más o menos medio siglo para acá, es que la disciplina boxística ha evolucionado hacia un estadio en el que la estrategia y los consejos de un equipo de entrenadores y otra clase de profesionales es vital.
Por muy individualista que parezca esa actividad, en una pelea intervienen varias personas que le calientan la oreja al peleador antes y durante cada encuentro. El propio Finol dijo, cuando derrotó al dominicano Leonel de Los Santos en su primer combate olímpico, que su victoria se debió a que ahora sí había escuchado las instrucciones de su esquina. El dominicano lo había derrotado en dos oportunidades anteriores. Pero el muchacho maduró o está madurando, lo que puede traducirse de esta otra forma: Finol está en este momento ganando otra pelea: una pelea consigo mismo, contra sus ímpetus, sus impulsos más primarios, contra la proclividad natural de todo muchacho, boxeador o no, a creer que uno cuando nace varón está en la obligación de demostrar algo que llamábase antiguamente hombría, una actitud consistente en derrochar valentía física y en arriesgar la integridad corporal con tal de que nadie vaya a sospechar que es un cobarde.
Cobarde: sujeto que razona y calcula sus procedimientos.
Valiente: sujeto que en vez de andar pensando nada va y hace cosas a lo arrecho, muérase quien se muera y salpíquese quien se salpique. Favor remitirse a la historia del cuñado de Yoel, Edwin El Inca Valero, tipo valiente en todas sus acepciones.
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Los entrenadores de Yoel Finol están haciendo un formidable trabajo, para qué dudarlo. Preocupa un poco su tendencia a bajar la guardia, a desplazarse con las manos a la altura de la cintura, pero consideremos eso parte de un estilo que ha funcionado muy bien hasta ahora. En vista de que uno no anda por aquí en plan de dar consejos pero sí de hacer observaciones más o menos ingenuas, permítaseme esta última: Yoel Finol debería considerar cortarse el pelo. El muchacho ostenta unas llamativas mechas que estéticamente no representan ningún problema (quedamos en que aquello que en otras épocas conocíamos como hombría ya no aplica en este tiempo, al menos no con todos los mismos códigos), pero que en el momento de las peleas resulta en al menos dos desventajas:
1) cuando usted tiene el pelo largo y alguien le medio sacude la cabeza, el golpe tiende a verse más impactante y efectivo de lo que en realidad es, y esto es nefasto, tratándose como se trata de un deporte en el que la subjetividad de los jueces es decisiva. Sírvanse mirar la foto que acompaña a esta nota, allá arriba: Yoel está pegando pero el movimiento del pelero parece informar que el que está recibiendo el coñazo es él.
2) Hemos visto a Finol ocupado en quitarse el pelo de la cara varias veces, en plena pelea. La fracción de segundo que usted emplea en echarse la melena hacia atrás pudiera ser aprovechada por un peleador rápido para conectar algún golpe malintencionado.
Dicho todo lo anterior, queda ratificado lo del título: a menos que suceda una cosa extrañísima, Yoel Finol debería convertirse en nuestro tercer medallista dorado de la historia de las olimpiadas, y en el segundo boxeador en lograrlo después del "Morochito" Rodríguez.
Y además los empresarios y escuálidos son una mierda (para que no se me acuse de estar olvidándome de los vergueros importantes del país por estar viendo boxeo).