Para efectos de esta circunstancia y este texto, "política" significará: "estrategias, acciones y ardides para captar votantes". La Política es mucho más que eso, pero por ahora simplifiquemos.
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En
la presentación de la Memoria y Cuenta de Hugo Chávez ante la Asamblea
Nacional, el Presidente recibió un ataque que emocionó al antichavismo.
María Corina Machado le dijo en su cara una fracción de lo que muchos
antichavistas quisieran decirle, y eso tuvo o tendrá para ella un
impacto político negativo y uno positivo: Ver video http://www.youtube.com/watch?v=aAMfvXf665k&feature=player_embedded#!
En
ese ámbito en el cual la palabra y el gesto (pretendida o genuinamente
heroico) van en busca de adeptos, cuando alguien dice o hace algo con su
buena dosis de dramatismo o contundencia pueden ocurrir dos cosas:
- Impresiona a una cantidad de gente que antes no simpatizaba con el político-actor: éste termina captando popularidad, es decir, votos y voluntades. Es el caso del "Por ahora" aquel 4-F: nadie sabía quién era Chávez y de pronto se convirtió en el personaje de esa década, y de esta otra.
- Enardece sólo a los que ya están convencidos o captados: es el tipo de gestos que no capta más gente que la que ya está convencida. Caso Machado: ella logró elevar el encarnizamiento verbal y emocional del antichavismo, pero ningún chavista o indeciso se pasará a su bando por haberle dicho ladrón a Chávez.
Resumen: la
Machado consiguió que muchos antichavistas la consideren valiente. Pero
no logrará traspasar el umbral de popularidad impuesto por su
mediocridad o falsedad. Las masas no se volcarán a apoyar a María
Corina, quien por cierto lo único que hizo ayer fue decir algo cien
veces más tibio o light que lo que se le dice cotidianamente a Chávez a través de todos los medios.
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Después
de la intervención de la Machado, María León, indignada, solicitó a la
Asamblea sancionar de alguna manera a su colega. Aplausos se escucharon,
consignas, gritos. Si esa moción prosperara significaría un enorme
favor, una bendición para la Machado: la diputada que quedó reducida a
cadáver político luego de sus dentelladas contra el Presidente pasaría a
ser una víctima del rrrrégimen, una valiente y sufrida mujer a quien le
están castigando el gesto de opinar. Así lo leería cualquiera. Chávez
se dio cuenta de ello y toreó la propuesta con sutiles pinzas: "No hagan
nada contra ella, el Pueblo me recompensará" etcétera. Evidentemente,
Chávez ha aprendido cosas sobre política, como por ejemplo la máxima que
indica que el autocontrol gana más batallas que la exasperación y el
desenfreno.
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Hace
unos pocos días, tres marines norteamericanos han sido llevados a
juicio por orinarse sobre los cadáveres de unos soldados afganos.
Singular detalle: no se juzga a los tipos por haberles dado muerte a
otros, sino por humillarlos después de muertos. Según cierto sistema de
códigos y seudoéticas de la guerra, hay algo más grave que la muerte y
es la humillación. Así que esos soldados afganos han ganado una batalla
después de muertos. Las balas los convirtieron en cadáveres anónimos; el
gesto perverso de sus matadores los convirtió en depositarios de
condolencias, dolores y rabiosa solidaridad.
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Muerta
políticamente María Corina Machado, si el chavismo en funciones de
Gobierno comete el error de orinarse sobre ese cadáver, lo resucitará, y
los cadáveres resurrectos pueden ser temibles.
Política: el arte de desarmar al enemigo sin necesidad de encañonarlo.
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Esto
es algo más que un juego de ajedrez: es Guerra de Cuarta Generación. En
una guerra convencional gana el bando que mata más enemigos. En una de
Cuarta Generación, el que mata, ataca o causa daño antes que el rival,
pierde.
Extraña guerra, sí: gana
el que se deja pegar. Por esa razón EEUU desata sus guerras genocidas
solamente después que ha difundido las "razones" por las cuales sus
víctimas se merecen la destrucción: "Ellos nos atacaron primero, o se
están preparando para atacarnos". Irak, Afganistán y mucho antes Japón,
son ejemplos de cómo todo se puede justificar después que un bando
recibe un ataque o la opinión pública es convencida de que ese ataque existió.
Saddam no tenía armas biológicas pero las masas creían que sí, porque
el Pentágono se encargó de difundir especies en ese sentido. En Libia,
Khadafi no bombardeó a EEUU pero la maquinaria de propaganda bélica
propagó una especie peor: el tipo bombardeó al pueblo, es decir a La
Democracia. Y Europa y EEUU, ustedes saben, son los guardianes de la
Democracia en el mundo.
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Sucede
también que, a causa de nuestro temperamento, producto a su vez de una
amplia y galvanizada cultura cinematográfica suele empujarnos desde la
juventud a otorgarle a la violencia, al excesivo dramatismo y a los
desafueros varios el carácter de ingredientes vitales para construir una
imagen respetable. Mediante un interesante mecanismo sobre el que
valdría la pena profundizar, la violencia o la visceralidad son
asociadas automáticamente con el concepto “valentía”. Valiente: hombre
de pelo en pecho que se cae a coñazos con cualquiera, va siempre
adelante, no tiene miedo o cuando lo siente lo disimula muy bien. No
solo el cine ha ayudado a consolidar esa figura; el heroísmo nos vino
antes por la literatura y la tradición oral, y seguramente sus códigos
vienen paralelos a la idea de machismo y virilidad: hay mujeres tan
arrechas que parecen machos.
Cuando uno traslada ese síndrome a la interpretación de la Historia comienzan a torcerse también algunos conceptos, percepciones y aspiraciones como pueblo y como país. Así, no es difícil encontrar entre nosotros (llamémonos gente antihegemónica; por ahí nos llamarán “de izquierda”) hermanos militantes que todavía sueñan con el episodio inmortal, glorioso y supremo en el que nos metemos en la montaña con un fusil, bajamos al pueblo de su letargo y conquistamos la ciudad y el palacio de Gobierno, y triunfó la Revolución. No hay que ser muy sagaz para detectar en esa narrativa las claves de un romanticismo más cercano a los superhéroes que a los revolucionarios (el pueblo en su letargo y YO, poderosísimo y valiente, voy y lo rescato para hacer el socialismo). Ni hay que andar muy al día en materia de historia y noticias del momento para saber que ese tipo de luchas y procedimientos pertenecen a otra etapa. Que ya el poder no se conquista así (o no necesariamente) y que las tareas para ganar en el ajedrez geopolítico son más de contacto humano y de sudar procesos con nuestra gente, que de fastuosas batallas entre hombres barbudos y gringos trogloditas.
Cuando uno traslada ese síndrome a la interpretación de la Historia comienzan a torcerse también algunos conceptos, percepciones y aspiraciones como pueblo y como país. Así, no es difícil encontrar entre nosotros (llamémonos gente antihegemónica; por ahí nos llamarán “de izquierda”) hermanos militantes que todavía sueñan con el episodio inmortal, glorioso y supremo en el que nos metemos en la montaña con un fusil, bajamos al pueblo de su letargo y conquistamos la ciudad y el palacio de Gobierno, y triunfó la Revolución. No hay que ser muy sagaz para detectar en esa narrativa las claves de un romanticismo más cercano a los superhéroes que a los revolucionarios (el pueblo en su letargo y YO, poderosísimo y valiente, voy y lo rescato para hacer el socialismo). Ni hay que andar muy al día en materia de historia y noticias del momento para saber que ese tipo de luchas y procedimientos pertenecen a otra etapa. Que ya el poder no se conquista así (o no necesariamente) y que las tareas para ganar en el ajedrez geopolítico son más de contacto humano y de sudar procesos con nuestra gente, que de fastuosas batallas entre hombres barbudos y gringos trogloditas.
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Otro
ámbito. ¿En qué se parecen el Vietnam de hace medio siglo, el Irak de
la última década y la Libia que viene? En que el ser humano rebelde ha
demostrado que a las grandes potencias se les derrota con guerras no
convencionales, mediante la organización del pueblo y no necesariamente
con la consolidación de ejércitos convencionales.No queda más nada que decir entonces sobre los camaradas que todavía sueñan con “tomar el poder” por las armas, cuando ya tenemos un aliado en el poder. Discusión para otras entregas.