Las generaciones más jóvenes no recuerdan al "chiripero" que llevó por segunda vez, a la presidencia de la República, al inefable Rafael Caldera. Éste supo –inteligentemente, no lo dudo- montarse en la cresta de una ola de descontento que se había generado por dos fenómenos socioeconómicos y políticos: el llamado "Caracazo" de 1989 y la rebelión popular de 1992, que lideró el Comandante Hugo Chávez.
Al "chiripero" le cantó nuestro infatigable revolucionario Alí Primera, expresando que hacían falta muchos "golpes, para matar al chiripero". Toda la dispersión y, para entonces, muy maltrecha derecha que había conducido gubernamentalmente el proyecto puntofijista, dentro de la Cuarta República (no olvidemos que la IV República nace en 1830 y Venezuela la padece hasta 1998, con sus últimas cuatro décadas bajo el régimen dictatorial de la "democracia representativa" y el "Pacto de Puntofijo"), le tocó agruparse en búsqueda de oxigenación para el Estado capitalista y su expresión venezolana. Proponen al leguleyo y oportunista Caldera que, luego de la rebelión del 92, se lanza un discurso "esperanzador" y lleno de optimismo, en medio del derrumbe de su "democracia representativa", de la cada vez más "moribunda Constitución" (como la calificara nuestro revolucionario y líder, Comandante Hugo Chávez, en febrero de 1999) y del poderío neoliberal del capitalismo. Gana. Caldera gana las elecciones, pero el bullir magmático de la Revolución Bolivariana afloraba en las fumarolas de un volcán llamado pueblo, que ya no se detendría jamás.
La historia reciente es más conocida. El imperio yanqui consigue asesinar al líder de la revolución y, desde el 2013, ya no contamos con su presencia física y liderazgo vivo, pero Chávez sigue presente hecho pueblo y también Gobierno, en la figura de su hijo y heredero histórico, Nicolás Maduro, quien –como sabemos- es hoy el blanco de los más feroces ataques por parte de las transnacionales del capital, las petroleras y de la mediática, aunadas con las oligarquías locales, los lacayos y apátridas, escondidos tras figuras partidistas como la MUD, VP, AD, BR y otros parapetos de agitación y terrorismo.
Presente también está el chiripero, como presente está la necesidad de continuar asestándole golpes hasta eliminarlos. El pasado 1º de septiembre cayeron unas cuantas de esas chiripas. El imperialismo y las transnacionales, además del chiripero partidista, derechista y fascista que copa el poder legislativo, en la Asamblea Nacional, acusaron una nueva derrota. Pero no creamos que la Revolución ganó la guerra y que ellos están vencidos. ¡No!... "Hacen falta muchos golpes, para matar al chiripero".
Esta reflexión la hacemos, compatriotas, porque no es tiempo de cantar victorias, no es tiempo de fiestecitas ni celebrar inexistentes derrotas. El enemigo no está derrotado, ¡está intacto! "Hacen falta muchos golpes"… Y no debe haber "dispersión en el combate" (como también alertaba en su canto el mismísimo Alí Primera).
Hacer los debidos y ecuánimes balances sin bajar las armas, sin desmontar los campamentos, sin enchinchorrarse. El chiripero no está muerto y, mucho menos, tampoco, sus mandantes, sus financistas, sus amos. Hacen falta muchos golpes… El 1º de septiembre fue una victoria chirriquitica, aunque igualmente importante… ¡Hacen falta muchos golpes!… ¡Seguimos en combate! Por nuestra soberanía, por nuestro amor de pueblo, por nuestro Libertador Simón Bolívar y por nuestro supremo Comandante. Seguimos en combate por nuestra definitiva independencia y por la Patria socialista. Que cuando se haga el "parte y lista", nadie falte. Hacen falta muchos golpes…