La Olimpíada de los ciclistas invisibles
Cabeza abajo se ha puesto la vialidad de Caracas para posibilitar la olimpíada de los ciclistas invisibles. Las arterias más concurridas y más congestionadas de la metrópoli, como la que discurre al Norte del Centro Simón Bolívar y la que corre entre la Universidad Central y la Bolivariana, han visto cerrados definitivamente uno o más de sus canales para permitir la competencia de los ciclistas invisibles. En los canales adyacentes se aglomera una descomunal tranca de automóviles, buses y busetas paralizados, no por la congestión, sino por el deseo de choferes y pasajeros de no llegar a destino y en lugar de ello contemplar a los ciclistas impalpables. Se puede no verlos a cualquier hora del día o de la noche y en cualquier día del mes o del año. Son tan incorpóreos que tampoco se los oye; nunca se ha movido un papel ni una hoja ni un grano de polvo de los que se acumulan por montones en las pistas reservadas exclusivamente para los ciclistas ilocalizables. La ciudadanía planea otorgarle al inventor de la Olimpíada un trofeo, también invisible. Las autoridades previsivas cerrarán definitivamente todas las calles de la ciudad, para que nada estorbe el paso de los ciclistas invisibles.
La pérdida de la Identidad Venezolana
Sostienen los amargados que el venezolano no tiene Identidad. La prueba que aducen es que todavía en algunas dependencias oficiales se conserva la práctica de la policía de la IV República de decomisarle al infeliz ciudadano sus papeles de identidad. El Identicidio persiste a pesar de la Constitución y del decreto del Comandante Eterno que sanciona con prisión a quien despoje de sus documentos a un ciudadano. Parece que lo único que no es eterno es el cumplimiento de los decretos del Comandante.
El Fantasma de Internet
Aquellos cansados de observar las pistas reservadas para ciclistas invisibles pueden frustrarse de manera más cómoda intentando hacer contacto con la internet de CANTV. Como en sesión espiritista, nunca se sabe si se establecerá comunicación. Apenas llega, se desvanece. Pasé dos días sin conexión antes de poder remitir este artículo; 6 horas y 46 minutos descargando una sola foto para esta columna, imagen que tampoco llegó. La producción de un país depende de dos sistemas de transporte: el que mueve mercancías y personas, y el que mueve información. Si uno de los dos colapsa, el país también. Sin hablar de circunstancias que requieran comunicación instantánea, como las próximas elecciones. Fedecámaras intentó derrocar a Chávez con un paro laboral. ¿A quién intenta derrocar el paro de internet?
El Estado desconoce al Estado
Los matavotos de Hidrocapital, que es del Estado, me cortan el agua sin avisar porque se antojan en secreto de no recibir los pagos que desde hace décadas realizo puntualmente con mi cuenta en el Banco de Venezuela, que también es del Estado. Tengo que ir personalmente a pagar, e ingenuamente cancelo un año de servicio anticipado. Ese dinero como que se lo rumbearon, porque hace una semana me volvieron a cortar el agua. Mientras estoy, como en el cuento de García Márquez "Caracas bajo la sequía" destapando una botella de soda para afeitarme, suena el teléfono, para avisarme que también me van a cortar el servicio telefónico, a pesar de que hace décadas pago automáticamente con mi cuenta domiciliada del Banco de Venezuela –que es del Estado- las facturas de CANTV –que también es del Estado. Si el Estado se niega a recibir cantidades depositadas a su favor en bancos del Estado, hemos llegado a un punto crítico, o mejor dicho, hemos llegado por fin a ninguna parte. No sabemos si los bancos del Estado quieren quebrar al Estado, o si el Estado quiere quebrar a sus bancos negándose a realizar retiros de cantidades depositadas a su favor en ellos y organizando un colapso general de sus propios servicios públicos. En esta guerra insensata del Estado contra el Estado, puede que salgan ambos quebrados. Por no hablar del colapso del motor Trabajo que provocará el que todos los suscriptores de servicios públicos tengan que perder un día al mes yendo a pagar sus facturas en persona con una mochila de centavos. Es la primera vez que esto ocurre en la historia del mundo, y puede que sea la última. Cuando el Estado desconoce al Estado y los dos se burlan del ciudadano, puede que éste desconozca a ambos. Seguiremos informando.