Sin pretensiones más allá de un acercamiento sociopolítico al término NOSOTROS, debemos comenzar por señalar que su conceptualizacion y categorización se nos hace tarea nada fácil. Esta primera persona del plural en nuestra lengua a veces entendida como lo contrario del "yo", primera persona del singular, representa en un primer momento un hablar que hace referencia a varios, que pueden ir desde dos seres, la familia, los amigos, desconocidos que en un momento se encuentran o pueden generalizarse a una población determinada: un grupo étnico, religioso, deportivo, una clase social, una nación o el mas extenso y heterogéneo "nosotros": la Humanidad. Entre el yo y el nosotros parece existir una separación casi imposible de soslayar, dos mundos paralelos que no se encuentran en ningún lado. Pero ¿es esto posible?: ¿existe un yo –individuo-sujeto que pueda comprenderse sin tomar en cuenta a los demás? Sin negar las particularidades físicas, cognitivas, emocionales y contextuales que nos hacen ser seres únicos, distintos a los mas de seis mil seres humanos y a los otros millones de especies de seres vivos y minerales que habitan la tierra, lo cierto es que vivimos solo por ellos. Esta es una situación a la que no podemos escapar. No existe ni en el ser más aislado en el mundo cuyo nacimiento y vida no se deba, en gracia o desgracia, a los demás. Pero de esto se trata, este sentido social del hombre es una pena, una carga pesada que solo la muerte nos quita o por el contrario un don, una fuerza innata que ha hecho posible nuestro vivir: el mío, el tuyo, el nuestro.
No se trata de vanguardias revolucionarias o de intelectuales orgánicos o políticos populistas que hablan siempre de un pueblo al cual no conocen, al que siempre subestiman porque creen inferior y cuya reproducción de esta supuesta inferioridad es muchas veces mantenida porque esto legitima la existencia de estos quienes pretenden hablar en nombre de las victimas. La condición de oprimido, explotados, excluidos, victimas, reconocidas y a conciencia de muchos intelectuales y políticos de la izquierda garantiza su sostenibilidad. La desaparición de estas condiciones les haría perder sentido. Por ello de lo que se trata no es de representar sino de tener responsabilidad hacia los otros, sin lo cual la existencia del yo no tendría sentido. Existimos para los otros. Tarea difícil establecer el deslinde en qué momento estamos siendo sinceros al hablar de un nosotros del que somos responsables por su propia participación o el nosotros petulante que sustituye y pretende representar a los otros bajo una condición conciente o inconciente de la superioridad del yo.
Para muchos quizás con un temor interior hablar del fin de las representaciones, del discurso en nombre de los otros, del poder en nombre de los otros, representaría el fin de la política. Por el contrario, para quien escribe, representaría el fin de la forma tradicional de hacer política entraríamos a la democracia directa, igualitaria, para mi, la verdadera democracia, donde no solamente se garantiza el derecho a dialogar en forma simétrica sino el derecho a la vida misma, al trabajo, la familia, la educación, la cultura en una sociedad no competitiva sino solidaria.