Quinto malo

¿Qué sabe de amor el capitalismo?

¡Nada! Hay que decirlo tajantemente. Ese sistema de explotación mundial, a los seres humanos, en el acto de producción de los bienes materiales, en su distribución y consumo, que padecemos hasta el presente y desde hace unos 500 años, se encargó de matar -y sigue intentando sepultar- al amor como la expresión más concreta y radical de la vida y sus relaciones.

Es por eso que se inventaron un día para celebrarlo y, antes, ya se habían inventando una matanza -muy parecida, guardando las distancias en tiempo y lugares a las que hoy hace el imperio yanqui y sus aliados del Estado sionista, por el mundo-, la que lleva el nombre el de San Valentín. Las leyendas que giran en torno a la figura del cristiano y rebelde Valentín, tienen por escenario, el de dominación que imponía el emperador romano, para mantener sometidos a sus súbditos y esclavos. Por aquellos tiempos, Valentín fue ejecutado en día 14 de febrero, una fecha reservada para celebrar la fertilidad o, como se conocía entonces, la "lupercalia" (por honor al dios pagano Lupercus), asociada también con el culto a Eros, tenido como dios del amor.

Ni cortos ni perezosos, los burgueses en el poder, convierten esa fecha en una posibilidad de revestir de vigor histórico a su primera pretención por banalizar al más puro, emblemático y radical de los sentimientos humanos, entre sus congéneres y con la naturaleza toda y el universo. El amor, ese inaprisionable concepto signado por la radicalidad y la rebeldía, característica fundamental de la humanidad y hoy -en la lucha de clases por acabar con el capitalismo- del "revolucionario verdadero", como explicara Ernesto Che Guevara, "movido por profundos sentimientos de amor".

Es imposible establecer una fecha para indicar, exactamente, cuándo el Midas capitalista cosificó al amor y lo convirtió en mercancía. Pero lo real es que "el amor" es un objeto, una cosa que se hace en una cama o en cualquier improvisado lecho. Un acto de cópula y no una totalidad amorosa donde las personas que comparten la profunda magia amorosa se integran en un universo de solidaridades que les trasciende, que puede llegar a contagiar a sus pares y que compromete en sus transformaciones y beneficios, a la naturaleza y más allá.

Para la sociedad explotadora y mercantilista el amor tiene su día consagrado al consumismo y no a los seres humanos, quienes deberían ser los protagonistas del sentimiento más alto y explicitable de la especie. Las relaciones de producción capitalistas someten a una fatiga tal a los individuos que, las honras o veneraciones a Lupercus, son un acto mecánico, sin tiempo para los suspiros del alma y para la recreación genuina e íntegra de la vida. Jamás esos "amantes" llegarán a reconocerse desalienados, libres, plenos, en ninguno de esos actos rituales de compra-venta en los que se sumergen para poder "hacer feliz" al otro o a la otra con estereotipos de mercancías, de corazoncitos de chocolate o prendas y fantasías. Las y los productores directos, nunca tendrán tiempo para amar. Si acaso para reproducirse y celebrar una vez al año, cada 14 de febrero.

¿Qué sabe de amor el capitalismo? Nada, insistimos. Sabe de deshumanización, explotación y mercado consumista. El amor es el espacio auténtico de los pobres, de los sencillos, de los humildes. Ese espacio que el burgués capitalista intenta arrebatárselo cada día, a cada instante, con insensible codicia. Por eso el amor, para el proletario, para el campesino, para el trabajador es el lugar radical y permanente de la Revolución, de la solidaridad, de lo colectivo, de lo comunista, de la Patria socialista.



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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

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