Suelo escribir sin contar mis vivencias, pero, en esta oportunidad tendré que hacerlo ya que me fui a pasar el fin de semana en la playa en la idea de desestresarme y respirar aire de mar que tanta falta hace, pero, por más que lo intente, por mucho que desee poner los problemas a un lado, ahora ellos me chocan de frente, me golpean el rostro. Suelo, como buen observador colocar mis antenitas para captar la realidad que vive nuestro pueblo, ver sus rostros, sus ademanes, sus destrezas; oír sus comentarios.
Cuanta tristeza me da entender que ya llevan la pobreza en sus ojos, es duro, pero, la verdad debe ser fuente de energía para enfrentar el problema. Ahora la gente se comunica más, busca conversación, asume las colas como instrumento de organización. Bien, al llegar al edificio donde descansaría, converso con dos trabajadores residenciales, son 18 años de amistad. El diálogo se desarrolla, como ya es costumbre, con sus vivencias, "el día viernes seis niños asaltaron un edificio cercano, tenían amordazada a una señora, se habían metido en varios apartamentos, un joven residente logró dar aviso a la policía y uno de los niños asaltantes al oír la sirena de la policía saltó del piso tres en la idea de caer a la piscina, pero no le llegó y se mató". "No debes bajar a la playa porque los muchachos están robando a todo el mundo", "esto está feo". Cuando dije que les habíamos llevado algo de alimentos se contentó y nos comentó, "en la tardecita salgo de aquí directo a la panadería para hacer la cola y comprar dos panes (cuando hay) y dárselos a mis dos hijas para cenar y para que lleven al colegio".
¿Cómo? Le dije, ¡acaso allá no le dan comida en la escuela! No, me respondió, "eso lo quitaron hace mucho tiempo, ahora tenemos que prepararles algo para que coman allá". Al subir al apartamento observé el mar, el agua en las orillas estaba completamente negra ya que los barcos hacen mantenimiento a los motores y sueltan el aceite contaminando el mar y les hablo de las "hermosas" costas de Falcón. Luego, ya en el área de piscina y frente al contaminado y negro mar, llamamos a otro amigo que tiene muchos años vendiendo ostras, enflaquecido, pero, ahora con lentes y dientes bien trabajados.
Después del saludo de rigor y de hablarnos de la situación suelta una frase que me llamó la atención "aquí la diferencia ahora no es entre pobres y ricos sino entre pobres y miserables", es la sabiduría del ciudadano común, entiende absolutamente lo que sucede y abre su corazón a la gente. Ahora el buen hombre no lleva dinero, prefiere que le hagamos transferencia bancaria, pues no se puede llevar nada porque te asaltan. Pero, "estás seguro de eso, la gente no te utiliza y luego te embarcan", le dije y me responde, "pues hasta ahora no". Es la solidaridad, pensé. En el pueblo de Boca de Aroa, me fui al pescadero, recibió el efectivo y nos comentó "en cualquier momento me echan una vaina". Así las cosas, en cada bodega, en cada cuadra, en cada lugar de esos pueblos ya deprimidos por la desidia de sus gobernantes observamos cómo se lleva una vida con la pobreza a cuestas, y qué culpa tienen ellos si lo que han hecho es votar en la esperanza de tener una vida mejor y lejos de avanzar socialmente, retroceden.
No logro entender cómo un programa tan bien logrado como lo es, o era, el PAE, que daba de comer a nuestros niños en sus escuelas y que provocó un aumento en la matrícula escolar la hayan eliminado. Mi amigo trabajador del edificio me decía, "eso (el PAE) lo quitaron hace tiempo, ahora me acuesto pensando que les doy para que coman mañana en el colegio".
El CLAP cuya iniciativa fue pensada para atacar a la pobreza extrema, fue desvirtuada para constituirse en herramienta política, pues, si bien es cierto que llega a hogares en los sectores populares, no es menos cierto que con una frecuencia de 17 días (en el mejor de los casos) y con los alimentos que contienen, no tienen las suficientes proteínas para alimentar a las familias objeto del bien, no las critico, pero, no son la solución a los problemas de alimentación, tampoco era necesario eliminar el Programa de Alimentación Escolar para instrumentar otro. Los padres vemos con alegría cuando los hijos progresan, se alimentan, estudian, en suma, están felices, pero, no puede haber felicidad en un hogar donde hayan las carencias más básicas en el grupo familiar. Por la realidad vista al rojo vivo mi feliz fin de semana no fue tan feliz.