La Confianza, clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe es una obra recientemente editada para el Banco Interamericano de Desarrollo y escrita por Philip Keefer y Carlos Scartascini. Dada la importancia de la obra por su profunda investigación y relato me saltó la idea de pensarlo exclusivamente para Venezuela. “La confianza –dicen- es la creencia de que las otras personas no actuarán de manera oportunista. Implica fe en los demás, en su honestidad, confiabilidad y buena voluntad”.
En nuestro país vivimos una etapa en la que nadie confía en otras personas y lo que es peor, en Latinoamérica los venezolanos son vistos con profunda desconfianza, se les mira, no sólo con desdén, con desprecio y si es de color, peor aún. En Chile, por ejemplo, una colonia de compatriotas fue desalojada por la fuerza y destruidos sus miserables bienes por ciudadanos de ese país quienes se organizaron para cometer tal tropelía contra nuestros hermanos, pero, lo mismo ha sucedido en Ecuador y con mucha mayor agresividad en Perú. “En América Latina (AL) sólo una de cada diez personas considera que se puede confiar en los demás (en comparación con una de cada cinco personas hace 4 décadas), y en Venezuela menos de una persona (0,0052), es decir, el aumento desproporcionado de la desconfianza es digno de analizar, pues, a medida que avanza el tiempo la desconfianza en nuestros semejantes es mayor. Recuerdo a quienes se dan abrazos en las diferentes iglesias, entonces, imagino que al salir del recinto religioso se les olvida lo que vivieron minutos atrás.
La desconfianza impregna todo el espacio político, económico y social, de allí que nuestra sociedad ha involucionado de forma tal que hemos perdido el sentido de lo humano y el interés por lo material se impone. En otras décadas las campañas electorales eran unas fiestas populares, el cuidado de las mesas de votación se hacían con el único interés de que el Partido triunfara y los alimentos los hacían en casas vecinas sin que ellas se beneficiaran en absoluto.
El desagradable bochorno que vemos en las elecciones hoy día da vergüenza y para muestra Barinas, donde llegaban camiones del gobierno cargados de neveras, lavadoras, etc., en un afán de comprar conciencia y los opositores no se quedan atrás, pues, hemos llegado al colmo de exigir a quien por mérito propio siente que tiene aptitudes para ser gobernador, pero si no tiene recursos, no califica, claro, salvo, raras excepciones o al menos que sea candidato de gobierno. Escriben los autores en el texto arriba mencionado, “Si la confianza crece la democracia se profundizará debido a que los políticos serán más receptivos con los votantes que confían en sus promesas, el crecimiento económico se acelerará como resultado de una mayor inversión en tecnologías. La Confianza en el gobierno es fundamental”.
Luego apuntan, “Cuando no existe confianza la sociedad y todos sus miembros sufren: la calidad de las políticas públicas se deterioran; el crecimiento económico se ralentiza; la equidad social decrece y el bienestar de las personas disminuye”, es nuestra situación como Nación. Ahora bien, la República emergerá cuando se reconstruya el tejido social y para ello la educación es un factor fundamental. Venezuela tiene un potencial de riqueza superior a Japón, pero, mientras los japoneses salieron de la crisis y hoy día son de las naciones con mayor índice de crecimiento y eso lo lograron, no con petróleo sino con educación.
Margaret Thatcher decía que los empleados mejor pagados tenían que ser los profesores de educación, pues, “fueron ellos quienes me formaron”, en Venezuela un profesor universitario no gana ni 12 dólares al mes y las universidades sufren de asfixia presupuestaria. En suma, Confianza y Educación son la clave para salir del desastre, no el petróleo, ni el oro o el coltán. La dirigencia política lejos de ir al origen del problema para reconstruir la economía venezolana, se plantea desde ya unas primarias para seleccionar candidatos como si el pueblo depauperado les tomará en cuenta.
Siguen equivocándose, para llegar al 2024 nos quedan dos años perfectos para trabajar cara a cara con los votantes y el pueblo en general y planificar con ellos sobre cómo desarrollar su presente y futuro, no paseándose en carrozas cual reinas de bellezas. Los eunucos políticos murieron hace rato.
Soc. Ezequiel Aranguren @ezearanguren
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