Desde la perspectiva teórica, las sanciones arancelarias pueden considerarse disfuncionales para el sistema mundial en la medida en que introducen fricciones y barreras que dificultan el flujo natural de bienes y servicios entre los componentes del sistema.
Hay que tomar en cuenta que se está cambiando la configuración del sistema capitalista imperialista, lo que lo afectará grandemente, aunque no sabemos en qué aspectos ni en que magnitud. Las idas y venidas en la aplicación de sanciones y aranceles es una muestra que la nueva configuración obtenida a trancazo limpio no está ofreciendo los resultados de sometimiento de las naciones, esperados.
Es que las sanciones arancelarias introducen distorsiones que afectan la interacción equilibrada de los elementos del sistema mundial. Estas barreras generan restricciones artificiales que interrumpen cadenas de suministro, elevan costos de producción y consumo, y limitan el acceso a mercados globales tanto el Hegemón Estados Unidos como sus cómplices europeos imperialistas. Al frenar el intercambio eficiente de recursos, conocimientos y tecnología, las sanciones está exacerbar desigualdades económicas, que ya estaban exacerbadas, e incrementan las tensiones políticas entre las naciones, que puede llevar a guerras entre ellas.
Además, la imprevisibilidad derivada de las sanciones impacta negativamente la planificación estratégica a largo plazo de empresas y gobiernos, instrumento de gobierno del cual ellos se sienten tan orgullosos, debilitando la estabilidad del sistema. En esencia, las sanciones arancelarias actúan como "ruido" en el sistema, reduciendo su capacidad adaptativa y comprometiendo su capacidad de sobrevivir indemnes ante los nuevos desafíos globales interconectados.
Cuando Estados Unidos aplica las sanciones arancelarias, impone costos adicionales a las importaciones de un país o bloque específico, con la alteración de los patrones comerciales ya probados. Claro son mecanismos imperialistas de comercio, pero aun así llevará a una menor eficiencia en la asignación de recursos al nivel global imperialista, ya que los bienes no necesariamente se producen donde es más eficiente hacerlo, sino donde las barreras comerciales son menores.
Esta distorsión puede reducir el bienestar general del sistema al disminuir la productividad y aumentar los precios para los consumidores en los países importadores.
Además, las sanciones arancelarias pueden generar represalias por parte de los países afectados, desencadenando guerras comerciales que dañan aún más la interconexión y la cooperación dentro del sistema. Estas medidas proteccionistas pueden fragmentar el mercado global, dificultando la especialización y la división del trabajo que son fundamentales para el crecimiento económico y la estabilidad del sistema en su conjunto.
Si bien las sanciones arancelarias pueden tener objetivos políticos específicos, como es la adecuación del modo de explotación global del imperialismo, desde la perspectiva de la teoría, su aplicación generalizada y prolongada tiende a ser disfuncional pues introducen rigidez y reducen la capacidad del sistema para adaptarse eficientemente a los cambios, obstaculizando la libre circulación imoperialista de elementos y la retroalimentación necesaria para el equilibrio y la evolución del sistema mundial.
En lugar de fomentar la integración y la interdependencia, las sanciones arancelarias pueden promover la desvinculación y la búsqueda de alternativas comerciales, alterando la estructura y el funcionamiento del sistema global de una manera que no necesariamente conduce a una mayor estabilidad o prosperidad a largo plazo.
Ante estas perspectivas acentuar las campañas del socialismo como salida menos costosa para la humanidad e imprescindible y para los países pobres y sometidos, es única posibilidad. Venezuela con su llamado a la unidad tiene allí un papel que jugar.