Hace algunos días, entre el ajetreo diario del país, conocimos la noticia de la Toma por parte del Colectivo La Minka, de una panadería en la Av. Baralt de Caracas. La ocupación ocurría en medio de una campaña iniciada por SUNDEE de combate a las mafias del pan, en la que el Superintendente, acompañado de la Guardia Nacional y de un bien nutrido equipo de camarógrafos, visitaba un puñito de panaderías para poder posar mientras ponía "orden" sobre los precios, y esposar a uno que otro gerente que osara levantar la voz.
La verdad de anteojito, es que la campaña fue un desastre, tanto en su finalidad de acabar con la escasez de pan, como en la intención de dar una imagen de lucha y solución ante el problema. El superintendente como previamente ya había hecho en diciembre con las zapaterías, y luego con los juguetes, apareció en el 1% de los establecimientos, no fiscalizando, para nada demostrando el verdadero nivel de acaparamiento y mafias con cifras exactas, ni exigiendo ajuste de precios, sino pantallando, en el sentido exacto de la palabra: las diez cámaras Canon que lo rodeaban en ningún momento dejaron de parpadear. Alguno que otro pendejo (ningún dueño), que cayó en la trampa de responder la altanería con desdén, fue esposado y mostrado como señal de victoria ante la guerra económica.
El Colectivo La Minka, en cambio, tomó una decisión arriesgada: irrumpieron lo que anteriormente era una panadería privada y bajo el sistema de ocupación temporal decidieron convertirla en una panadería de la comunidad. Inmediatamente entraron en la enorme contradicción en la que desde su creación se han convertido los CLAPS. La panadería comenzó a sacar todo el producto producido en sacos para repartirlos a quienes ellos arbitrariamente consideran la comunidad. En la Avenida Baralt deben vivir miles de personas, La Minka escoge cuáles merecen el pan. Los CLAPS, que hasta ahora son el menos efectivo invento de distribución de alimentos creado en 18 años de gobierno, son aún profundamente excluyentes. Quién no se organice no tiene el derecho a la caja, y ahora tampoco al pan, y eso, aunque lo nieguen, es un problema que por la naturaleza del mecanismo es muy difícil de subsanar. Chávez creó sistemas de distribución mucho más eficientes que los Claps, que hoy están abandonados y olvidados totalmente, por una seguidilla de Ministros de Alimentación ineficientes.
Para reducir la profunda torta que puso el gobierno a nivel comunicacional, algunos aplican la ya trillada técnica de "si no te gusta es que no eres socialista" o repiten la palabra traidor hasta la saciedad, mientras se bañan en las "mieles" de una lealtad desquiciada. Otros, aplican las técnicas más rimbombantes: Nos muestran a niños del Colectivo La Minka bailando tamunangue (sí, utilizar niños para endulzar la imagen del Colectivo, a lo Leopoldo); nos muestran una canilla quemada y un montón de gusanos de la panadería cuando era del portugués (que seguramente sí, era un mafioso, pero que lamentablemente ahora fue convertido en una "victima") y llaman GUARIMBERO a un grupo de vecinos de la Baralt que salen a protestar. La izquierda clase media de Twitter que la última vez que transitó la Baralt fue con un escolta o en un carro blindado, llama a defender la panadería ocupada por La Minka de los "Guarimberos" que intentan sabotearla. Las imágenes mostraban una protesta de vecinos del sector defendiendo y otros protestando contra la toma, pero de ninguna forma a los que querían mostrar los que hoy bien acomodados por el gobierno en algún cargo de asesor del asesor del Ministro, olvidan la diferencia entre un pueblo arrecho y un guarimbero sifrino sin oficio.
EL RESULTADO DE TODO ESTO
Hace una semana, muchos venezolanos reprochaban a los panaderos por acaparadores y por generar colas absurdas para comprar pan a sobreprecio. Hoy esos muchos venezolanos le tienen compasión al comerciante, y ante el temor de no tener ni colas, ni pan, ni nada, prefieren al malo conocido, al panadero de la esquina, el que le esconde el pan, el que les gana el 600% de lo que invierte comprando harina regulada y vendiéndola cocida, a dólar negro. La oposición tiene una nueva maravillosa excusa para victimizar al acaparador, diciendo que el gobierno está contra el trabajo, afectando la psique de los venezolanos con la misma arcaica idea: "te quitarán todo, como al portu de la esquina", y muchos, incluso los que no tienen nada, lo creerán, y otra vez como viene pasando desde 2013, el gobierno de Maduro se convertirá en una máquina eficiente de su propia inanición política.
Que se debe dar la lucha contra el acaparador, contra el usurero, contra el capitalista, contra el que ve al pueblo llano con racismo; siempre en favor del poder popular, en favor de las comunidades, recuperando espacios que hoy parecieran predestinados por la providencia para la empresa privada, es una obviedad que todos entendemos desde el primer día que Chávez hizo gobierno, desde sus leyes habilitantes, desde sus reformas radicales al sistema económico del país. Pero tomar una panadería y tomarse foto en otras 5, mientras el Ministerio de Alimentación quema plantaciones campesinas en Barinas, y tiene 4 años reactivando un aparato productivo que no parece tan siquiera existir, no es ni de cerca una lucha por la redistribución de la riqueza, sino una campaña burda y muy mal ejecutada para tratar de sumar unos punticos en Datanálisis e Hinterlaces.
No me extrañaría que mañana, mientras Maduro se reúne y fortalece el emporio de Carlos Dorado mientras este despide cientos de trabajadores de Italcambio con el amparo del Ministerio del Trabajo, o mientras Vollmer nos dicta una cátedra de neoliberalismo en cadena nacional, el Colectivo La Minka, el cual seguramente asumió la ocupación con todas las buenas intenciones de quien ingenuamente cree que el problema de los alimentos se resuelve "haciendo más pan", sea despachado de un soplo porque su buena fe terminó siendo negativa para la IMAGEN del gobierno.