Dijo alguna vez un gran filósofo que no se debía pensar que se tiene que estar triste para ser militante, incluso si contra lo que se luchaba era una abominación. Ese mismo filósofo trabajó buena parte de su vida sobre una premisa "No te enamores del poder".
Esa frase sobre la tristeza, abstracta, atada a un amplio desarrollo teórico y llena de un raciocinio complejo, cobra una increíble sencillez, y paradójicamente deja de ser una conseja para convertirse en una afirmación. Hoy en Venezuela, la militancia Bolivariana parece destinada a la tristeza.
Esa militancia, es la misma que por años acompañó al Comandante Chávez en un incansable debate y defensa políticos que daban fuerza a la Revolución. No importaba lo lejos que se estaba de las metas reales de un gobiernos socialista. No importaba que en el barrio la Comuna asumiese aires de junta de vecinos, o las incontables fallas que salpicaban el proceso de construcción de una política nuestra. Sabíamos que el camino era el correcto, VEÍAMOS EL AVANCE, LA INCLUSIÓN SOCIAL, EL RESCATE DE AQUELLOS MARGINADOS POR DÉCADAS, LA SONRISA DEL CAMPESINO, LA ALEGRÍA DEL NIÑO EN LA ESCUELA, LAS LAGRIMAS DE LAS ABUELAS, y no nos deteníamos por diatribas. Aderezábamos las luchas propias con las victorias democráticas de un Chávez, que incluso a media máquina, apaciguaba a los demonios de ambos lados de la calle. Las elecciones eran un propulsor para continuar, la política intensificaba el análisis y motivaba el accionar real. No éramos simples espectadores, y si los había, lo que presenciaban era el mismísimo motor de la historia a toda marcha.
Pero hoy estamos tristes. Hoy vemos que las salpicaduras provienen nada menos que de las más altas esferas de la Revolución. Los andamios se sostienen en buena medida por el oficio de unos pocos que intentan mantener el ánimo, y otros a los que se les ve trabajar con tesón defendiendo valores culturales y sociales, frente a la tormenta de malas decisiones que inunda la escena política.
El contexto en las filas opositoras no es para nada mejor. Lo único que podía superar en ineficiencia las malas decisiones de la jerarquía gubernamental era una oposición tan desmotivada y disgregada que no supiera como capitalizar el descontento social, y eso fue lo que ocurrió. El gobierno a trompicones logró mantener la ruta electoral -creada por el Comandante Chávez como herramienta de expresión popular- sin arriesgar el resto del período electoral. Tenía consigo a la Constitución Bolivariana, que es precisa en las condiciones del Referendo Revocatorio pasado 4 años de mandato. Podía jugar a la abstención legítima, a la renovación de fuerzas, a las divisiones de la MUD tras aceptar el referendo 2017, a la vicepresidencia en manos de un Revolucionario a carta cabal que realizara un verdadero Golpe de timón (No enroque de timón)… Las cartas estaban sobre la mesa y favorecían al oficialismo.
Pero pisaron su propio peine: sin sopesar las consecuencias, el alto mando del gobierno (así para no adentrarnos en el quién o quienes toman las decisiones) bloqueó la posibilidad de RR, abriendo un abanico inmenso de posibilidades a la oposición. De un día para otro Almagro seguro se adjuntará un puñado de nuevos países a favor de la Carta Democrática a los que no se les va a poder cantar la absurda y por demás forzada excusa del fraude en las firmas. El liderazgo opositor, hasta ayer disminuido, tendrá una justificación para forzar la unidad. El legislativo, que fue absolutamente neutralizado, podrá tomarse la libertad de legislar sobre temas con los que no se hubiese atrevido anteriormente a imponer un cambio de gobierno. Los no militantes, los votantes coyunturales (la mayoría) tendrán otra excusa para dejarse arrastrar por la estrategia comunicacional de la oposición (como evidencian las encuestas). Mientras, Tareck El Aissami pide por las redes que "celebremos" (¿qué cosa?) comportándose como si creyera que el pueblo, que continúa a pesar de las penurias levantando las banderas que enarboló Chávez, saldrá a las calles como en 2002…
No se trata de traiciones, ni de saltos de talanquera. Si de algo se puede estar seguro es que la verdadera militancia política bolivariana no olvida a quienes por años denigraron de su propia humanidad. Ramos Allup, Radonski, López y compañía no convocarán jamás a la izquierda consciente del barrio, o del caserío… Pero basta con conversar un día, con un puñado de personas, en cualquier parte, para estar seguro de que en esta oportunidad los abominables no se encontrarán a un pueblo en pie de lucha en Miraflores.
En política se permite hacer tiempo, calmar ánimos, buscar alternativas que permitan retornar al camino, algunas veces ceder, sin soltar la rienda; otras veces apretar, pero sin ahorcar. Chávez era un experto del juego político, por ello su legitimidad nunca fue puesta en duda. Hoy notamos que ninguno aprendió la lección, y estamos tristes, con unos ideales que seguramente trascenderán a las elites y se renovaran sobre sí mismos en los años por venir, pero silenciados en el debate actual por las contradicciones que se firman desde arriba, perturbados por el inclemente retroceso, y abatidos por el inmenso vacío, mientras algunos cometieron el error de enamorarse del Poder y lo detentan sin razonamiento lógico alguno.
@Moydavyd