En una calle de la capital una mujer en la indigencia camina las calles llorando con fuerza. Mientras lo hace anda como apurada, con paso tambaleante, como queriendo huir de algo, quizá del hambre, y gritando con voz quejumbrosa el nombre "Chávez". Es un grito largo, desde adentro, bien acentuado y repleto de nostalgia, como si hubiese muerto ayer. Dentro de su mundo manchado por la sucia Caracas del centro, retazos de lucidez deben rescatarle partes de su memoria. Seguramente su pasado fue mejor, y con toda certeza ese grito de "Chávez" tiene algo que ver con ello.
Existe una larga lista de errores políticos cometidos por Nicolás Maduro, que tienen un paralelismo directo con decisiones exitosas tomadas por el Presidente Hugo Chávez. Lo político y económico (hoy dogmatizado), los pactos internacionales; las políticas sociales; los programas de alimentación; ambientales; de salud, todo parece encaminarse en sentido contrario a los primeros 13 años de gobierno en el siglo XXI. En aquel entonces, las malas decisiones políticas parecían exclusivas de la oposición venezolana, que nunca concertó si quería participar de la democracia o buscar cercenarla, gestando golpes de Estado, abandonando el camino electoral, o simplemente negando las decisiones del pueblo a través del voto.
Hugo Chávez contó hasta el último día de su mandato/vida con el apoyo mayoritario del pueblo, con una democracia blindada a través de todos los procesos democráticos que se llevaron a cabo para lograr una República verdaderamente Bolivariana (elección de 1999, constituyente, presidenciales, referendos revocatorios y consultivos) y con un auténtico apoyo internacional, avalado por su proceso en favor del pueblo venezolano. Incluso los actores políticos de la oposición terminaban aceptando a regañadientes que Chávez era el Presidente legítimo de Venezuela.
Hoy, dentro de la ya mencionada larga lista de malas decisiones políticas del gobierno, se suman varias que sencillamente dejan acéfala la idea de Maduro como continuador del ideario chavista. La peor de estas medidas: El llamado a una Asamblea Nacional Constituyente.
Hace algunos años cuando el voto popular estaba dividido y los poderes del Estado se confrontaban diametralmente, la idea de una constituyente elegida a través del voto popular y directo era una opción debatible en todos los espacios. Personalmente me parecía la forma de evitar una confrontación mayor entre un ejecutivo legítimo y una Asamblea igualmente elegida por el pueblo, que conllevaría a la ingobernabilidad (que vivimos). Parecía lógico en aquel momento llamar al pueblo a defender la CRBV a través de un proceso político originario con las bases.
Hoy, el panorama es absolutamente distinto. Poco o nada se aprendió del resultado electoral. Las grietas que llevaron a la derrota siguen intactas. La guerra económica, el intervencionismo y demás, ya no tienen asidero como excusas en el país de a pie. Aun cuando ciertas, todos nos preguntamos por qué no se ha logrado nada para detenerlas en 4 años. Por ello la convocatoria a una Constituyente por parte de Nicolás Maduro, conllevan ineludiblemente a dos potenciales caminos:
El primero, es la eliminación vía constituyente con mayoría opositora, de la Constitución Bolivariana de Venezuela, y con ella todos los logros que el Presidente Chávez luchó y forjó junto al pueblo venezolano. Una puerta abierta a la derecha y a las potencias extranjeras cuando éstas se muestran con su peor cara, y al mismo tiempo la imposibilidad de defender en futuras ocasiones la Constitución de 1999, en caso de no proceder la reforma actual en referendo aprobatorio. Si tomamos nosotros la decisión de revocar la Bolivariana, ¿con qué moral podríamos defender su vigencia con un gobierno opuesto a nuestros ideales?
El segundo, la búsqueda de fórmulas que violen los principios democráticos que mantuvieron legitima la Revolución Bolivariana. Suena imposible en el escenario actual lograr una victoria en un referendo aprobatorio constitucional. Incluso, si así fuere, es una quimera pensar que el resultado electoral constituyente previo será distinto al de las elecciones legislativas de 2015. Esto podría inducir a la cúpula siempre torpe del Psuv a idear un sistema de elección constituyente indirecto o sectorizado a conveniencia, lo que sería un precedente terrible y una flagrante violación a la Constitución y a la democracia misma.
Ambas opciones colocan entre la espada y la pared la continuidad del proceso democrático iniciado por Chávez en 1999. Ambas opciones limitan la posibilidad de la izquierda de reorganizarse y purgar sus filas para una recuperación verdadera de la Revolución Bolivariana. Ambas opciones colocan el país en bandeja de plata a la política reaccionaria. Ambas opciones pudieron evitarse con la publicación de un cronograma electoral y la aceptación de elecciones y demás posibilidades democráticas presentes en la mejor Constitución del continente.
Los líderes del Psuv, para ganar un poco más de tiempo, olvidaron que la Constitución Bolivariana es el eje sobre el cual ha gravitado la defensa del pueblo. Olvidaron que las luchas Revolucionarias son un proceso que va mucho más allá de una elección, que involucra reveces, que involucra un -Reconocerse- como pueblo, y asumir responsabilidades éticas que algunas veces no son visibles desde la plataforma del poder. Un resultado adverso en elecciones presidenciales nos convocaría a mantenernos alertas, Constitución en mano, ante un gobierno que por su simple naturaleza ideológica terminaría contradiciéndose y deslegitimando su discurso (Caso Macri, por ejemplo). En cambio, participar en un proceso dudoso de poder Constituyente conduce a la eliminación de un plumazo de todas las reivindicaciones y logros, al fin de las luchas por el nuevo hombre y mujer pleno, convirtiendo a la izquierda en una masa informe de pueblo perseguido, sin líderes a quien siquiera respetar.
Esa mujer que grita "Chávez" desconsolada en las calles de Caracas deja un terrible aprendizaje. Nos recuerda que el meollo del asunto HOY es la pugna es entre cúpulas por el poder. Ya nada tiene que ver Chávez y su Revolución Bolivariana. Ya nada importan las lágrimas del pueblo y sus banderas de lucha.