Sobre la Libertad

El siguiente ensayo tiene por finalidad esbozar una teoría de la Libertad contenida potencialmente en los escritos de Marx pero no plasmada de forma acabada, por lo cual en torno a la categoría histórico-concreta de la Libertad de este autor, se tejen una serie de interrogantes que algunos teóricos consideran como una debilidad epistemológica del pensamiento marxista.

Los detractores de Marx aducen entre uno de sus argumentos críticos, que su teoría fracasa, debido a que su concepto más importante como es la plusvalía, no logra explicar la diferencia de valor existente entre las obras de arte, como por ejemplo, por qué un cuadro de Picasso puede valer más que uno de Miró, si ambos pintores emplearon el mismo tiempo en elaborar ambas obras; consideran que al fallar la teoría en su base, todo el edificio teórico se derrumba para su regocijo y da lugar a una explicación Subjetiva del valor, cónsona con la visión de una ciencia económica burguesa.

La plusvalía es una categoría histórico-concreta que constituye un elemento estructural en lo que se ha dado en llamar por los estudiosos del marxismo, como una "teoría de la explotación". Es histórico-concreta porque todo el andamiaje conceptual de este autor, guarda una estrecha relación dialéctica entre lo ideal o conceptual y lo concreto, es decir, lo material o las relaciones sociales de producción; pero además, dicho concepto es genético o histórico, no puede ser empleado para explicar otro modo de producción que no sea el capitalismo con sus específicas relaciones sociales de producción capital-trabajo, donde este último asume la forma de trabajo asalariado. Si quisiéramos explicar el excedente social (la riqueza como la entendía Adam Smith), en otros modos de producción anteriores al capitalismo, habría que llamarlo plus trabajo y entender que este remanente del proceso productivo, se crea en la explotación de un trabajo no asalariado, por parte de las clases dominantes, como por ejemplo el esclavismo clásico, el feudalismo, el modo de producción asiático, el esclavismo moderno, etc. Ahora bien, si queremos prefigurar el futuro modo de producción comunista, hablaríamos de un plus trabajo no asalariado, repartida esta riqueza entre los seres humanos de una sociedad sin clases sociales.

La plusvalía es el tiempo de trabajo excedente que el capitalista no le paga al trabajador con el salario, aun cuando se le haga creer lo contrario, el salario sólo cubre el tiempo de trabajo necesario, que es aquel donde el asalariado reproduce las mercancías necesarias para su manutención y la de su familia. La plusvalía es la genial deducción del "Viejo Topo", inferencia que no pudo o no quiso hacer el brillante economista clásico David Ricardo, dado su alto nivel de compromiso con la burguesía industrial inglesa. De este excedente producto de la explotación capitalista, se originan todas las formas de ingreso de las clases sociales: las ganancias de los industriales y comerciantes, el interés de los banqueros, la renta de los propietarios, el sueldo de la burocracia estatal y el salario de los propios trabajadores, ¡que ironía!, esta clase se paga así misma, sobre ella descansa todo el andamiaje social del capitalismo. Para construir esta extraordinaria y omniexplicativa categoría, Marx recurrió al instrumental teórico aportado por los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo, sobre todo de este último de quien incorporó, mejorándola, su teoría objetiva del valor trabajo. Es importante recordar que Smith postula la existencia de dos tipos de valor en clara alusión a Aristóteles, (filósofo realista que tanto aportó al materialismo de Marx). Para Smith el valor de cambio salvo muy pocas excepciones, se origina en el trabajo humano y puede ser medido en tiempo de trabajo, es decir que mientras más demore una mercancía en ser elaborada, mayor será su valor de cambio; sin embargo este autor incurre en un error cuando no alcanza a distinguir entre el tiempo de trabajo individual y el tiempo de trabajo promedio como lo descubrirá Ricardo y perfeccionará Marx con su abstracción de "trabajo socialmente necesario", que le va a permitir entender el excedente como un concepto social que se objetiva en el precio de las mercancías ,sacando la explicación de una metafísica individualista que nos conduce a un solipsismo humano al cual nos lleva inexorablemente la teoría de la utilidad marginal.

De manera que cuando Marx nos habla de "trabajo socialmente necesario", no desconoce la existencia del trabajo individual, así como cuando se refiere a las mercancías tampoco soslaya la existencia de los valores de uso a los que considera el soporte del valor de cambio; en consecuencia podemos inferir que el trabajo del artista difícilmente puede ser reducido a trabajo abstracto o mercancía (esto no quiere decir que sea imposible). Por otra parte, no todo trabajo individual se concreta en valores de uso, el trabajo del artista es creación genial, personal, no enajenado; no posee una utilidad práctica específica, muchas veces rechazado e incomprendido por el establishment, o como diría Antonin Artaud, por los "mediocres soldados del sistema". He ahí la razón apologistas de la burguesía, por la cual dos pinturas que contengan el mismo tiempo de trabajo, posean valores de cambio diferentes, la obra de arte recoge el espíritu libertario de su creador. He ahí la razón apologistas de la burguesía, por la cual dos pinturas que contengan el mismo tiempo de trabajo posean valores diferentes. El pensamiento del viejo Marx puede ser mejorado y adaptado a las nuevas circunstancias del capitalismo, pero es irrefutable, su figura de revolucionario es monumental.

El mercado no valoriza las obras artísticas, ellas tienen valor en sí mismas, por ser el producto de un trabajo individual no enajenado, donde la creatividad o libertad del artista se rebela por encima de sus propias necesidades. Por encima del hambre material y moral, a la que somete el sistema a quien se atreva a cuestionar sus valores estéticos, como es el caso de nuestro genial Reverón y de tantos creadores a nivel mundial. El mercado se aprovecha especulativamente de lo que ya tiene valor intrínseco. Comprender el trabajo no enajenado, es entender la no mercancía, es decir la plena libertad del ser humano que planteó el joven Marx en sus manuscritos económicos-filosóficos y que le permitió avizorar la utopía del comunismo o reino de la libertad; o como diría Herbert Marcuse, la construcción de un hombre multidimensional.

Ni siquiera la más humilde de las mercancías es valorada en el mercado, menos aún una obra de arte. El mercado con sus leyes de oferta y demanda , lo que fija es el precio de las mercancías , pero jamás su valor; como diría Marx, el valor en el modo de producción capitalista, se crea en "el taller oculto de la producción", mediante el trabajo asalariado que genera un excedente denominado plusvalía. No debemos confundir valor con precio, este último fluctúa en torno al valor, que según Marx, nace en la esfera de la producción y se realiza en el ámbito del mercado. Cuando esto no llega a ocurrir, se producen las llamadas crisis de realización o también denominadas de mercado.

Insistimos en que no existe una relación entre el valor de las mercancías y él de las obras de arte, debido a que la valoración de las primeras deriva de un trabajo abstracto o socialmente necesario, donde el individuo desaparece o es condenado al anonimato en virtud de la relación salarial capitalista que expropia o enajena al trabajador de su riqueza; mientras que la creación artística emana de un trabajo individual que hace de la misma un valor de uso donde se concreta la libertad del artista, que brota de su subconsciente y se sobrepone a sus propios demonios, así como a los demonios externos o prejuicios morales que impone una civilización represiva. Si, entender esto, no estuvo al alcance de Marx, en primer lugar porque su problema fundamental era desarrollar una teoría de la explotación que explicara a nivel macro la plusvalía de la sociedad,(y el arte, era un problema puntual, que también los clásicos, sobre todo Ricardo, consideraban como excepciones de la ley del valor), y en segundo lugar porque carecía del instrumental teórico para emprender tal empresa, como son los aportes a las ciencias sociales del psicoanálisis de Freud. Por eso, a nuestro juicio, consideramos que el marxismo es una teoría científica en construcción que recibe y entrega ideas de y a otras filosofías y formas de pensamiento, como son por ejemplo las extraordinarias ampliaciones hechas al marxismo por el existencialismo sartriano, o pensadores de la Escuela de Frankfurt como Adorno, Marcuse, Lukács, Habermas, entre otros han incorporado al marxismo, nuevas y viejas visiones de occidente y oriente que se le escaparon al Moro, como por ejemplo el dialéctico budismo que tanto impresionó a Schopenhauer, contemporáneo de Hegel y Nietzsche, pensador posterior a Marx.

Lao Tse escribió sobre el artista este hermosísimo y paradójico texto que tal vez a Marx le hubiera gustado suscribir: "El hombre perfecto es aquel que no hace nada, y una vez concluida su obra, se aleja de ella, pero nunca se aparta". El artista podrá vender o entregar su obra al mercado para saciar transitoriamente su hambre, pero su alma, es decir su libertad, quedará plasmada eternamente en ella.

Reiteramos que no es igual valor a precio. El primero nace del trabajo abstracto o socialmente necesario como en el caso de una mercancía, mientras que en el caso de una obra de arte, se deriva de un trabajo individual y libre no asalariado. Mientras que el segundo concepto, es decir el precio, surge como un fenómeno del mercado; los economistas burgueses al explicar el precio de las mercancías, usan falazmente las palabras "leyes de oferta y demanda". Digo falazmente, porque si aceptamos la connotación de ley, extrapolaríamos mecánicamente comportamientos físicos de la materia o de la naturaleza al campo de lo social, y le estaríamos dando a la explotación del hombre por el hombre el rango de lo estático- permanente que es repetitivo, cuando en realidad el modo de producción capitalista es específico-transitorio y se extinguirá cuando desaparezca la propiedad privada sobre los medios de producción.

La "ley de la oferta" plantea en su versión estática, (caeteris paribus), que al aumentar el precio de las mercancías , su propietario o productor-vendedor, producirá más para incrementar las ventas y en consecuencia maximizar la ganancia; en caso que disminuya el precio, hará lo contrario. Por otro lado , la "ley de demanda" establece, que el no propietario de las mercancías o consumidor-comprador, actuará de manera inversa al oferente, es decir comprará menos cuando el precio de las mercancías suba y más cuando disminuya , con la finalidad de preservar su dinero. Este perfecto mecanismo de relojería similar a la ley de Newton de la gravedad planetaria, funcionará en tanto en cuanto exista una clase dominante que posea los medios de producción, o hasta que el propio sistema genere a lo interno, contradicciones estructurales que lo entraben como los monopolios y las crisis.

Fue una tradición muy extendida entre los filósofos griegos , pensar que el ser de las cosas se presenta ante los sentidos de manera aparente o engañosa como fenómeno, de manera que el pensamiento debía ser cauteloso para descubrir su verdadero ser(ser en sí). Este importante hallazgo científico-filosófico fue incorporado por Immanuel Kant a su sistema racional, irradiándose en sus contemporáneos y predecesores, como en el caso de "La Fenomenología del Espíritu" de Hegel quien la trasmitió a sus discípulos, los existencialistas y Marx. De tal manera podríamos afirmar que los precios y su medida (el Dinero), son transitorios, un gran fetiche o espejismo, sólo el Arte y su esencia de un trabajo Libertario permanecerá.

joseburelli@hotmail.com



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José Burelli

Economista. Maestría en Relaciones Internacionales. Subdirector de Cultura UNESR. Profesor de la UNEFA, Universidad Pedagógica de Caracas.

 joseburelli@hotmail.com

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