La unidad de l@s revolucionari@s debe ser expresión de la unidad del proletariado. Y la unidad del proletariado debe significar la victoria de éste sobre el poder burgués, asentado en relaciones de explotación.
El partido de la Revolución debe ser, esencialmente, proletario, poder popular, de las y los trabajadores, obreros, campesinos.
Chávez, un proletario genuino, de origen campesino, se convierte en líder de la Revolución Bolivariana y socialista, porque nunca se desclasa. Luego de una trayectoria de luchas, de enfrentar contradicciones y construir Patria, su última propuesta organizativa es la del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). No quería un partido sumatoria ni mucho menos «aparato» (esa connotación perversa y sectaria en la que derivó el PCURSS y condujo al derrumbe de la Revolución Bolchevique, por nombrar este solo ejemplo), que ejerciera controles desmedidos o condujera a una élite a creerse la encarnación del Partido.
El partido de la revolución es la vanguardia y, por tanto, debe avanzar en la conducción de las transformaciones, en el modelado del socialismo (siempre con la crítica y la autocrítica, presentes) y en el acompañamiento del entierro de toda relación desigual, especialmente la dominante y hegemónica, que caracteriza al capitalismo explotador.
La experiencia venezolana de construcción del socialismo a la Bolivariana, siguiendo el liderazgo y legado de Chávez, es aún temprana para adelantar conclusiones sobre ella. Pero eso no significa, tampoco, que debemos esperar algún punto histórico para la reflexión, la crítica y la rectificación, cada vez que sea necesario (tengamos siempre presentes las Tres erres de Chávez, para estar prestos al Reimpulso, o al Golpe de Timón).
El ejemplo que Caracas da
Voy a recordar que soy caraqueño (pero no voto en Caracas), comunista, bolivariano y Chavista. Soy, también, militante del PSUV. Partido éste, al que me incorporo, por convicción revolucionaria y confianza plena en el compromiso de clase proletaria y liderazgo de Chávez.
Hoy avanzamos hacia un nuevo proceso electoral para escoger en diciembre, de este año, a los alcaldes y alcaldesas de nuestros municipios. Figuras éstas que deben representar al Gobierno más cercano al pueblo -el de las las alcaldías-, directamente, según la estructura del Estado, hasta el presente, en Venezuela.
Caracas -el municipio Bolivariano Libertador- quizás no cuente con candidatos opositores, en esta oportunidad.
El PSUV ha propuesto a la compañera Erika Farías como su candidata. Otros dos revolucionarios probos y harto comprometidos, con la Revolución Bolivariana, con el socialismo y el chavismo, han sido postulados como candidatos, desde fuerzas revolucionarias distintas a las del PSUV, por reunir méritos indiscutibles como revolucionarios. Son los casos de los camaradas Oswaldo Rivero (Cabeza'e mango) y Eduardo Samán.
A simple vista, el voto Chavista de Caracas tendrá tres opciones para escoger a su alcalde. Lo cual puede interpretarse como expresión de auténtica democracia; pero también como una división del voto revolucionario o un desafío hacia la manera como el partido mayoritario, creado por Hugo Chávez, PSUV, presentó su candidatura electoral en la capital de la República.
De haber candidatos opositores en esta contienda, el chavismo acudiría debilitado a estas elecciones. Sin embargo, por la coyuntura actual, parece que estamos ante una medición de liderazgos y fuerzas, dentro del propio chavismo.
¿Para qué sirve la unidad en este caso? Soy partidario firme de la unidad del pueblo, de la unidad del proletariado y, por tanto, de la de los revolucionarios.
La unidad debe ser, fundamentalmente, para vencer. Y no para vencer en unas elecciones, sino para vencer al enemigo histórico, al capitalismo y a su fase superior, que es el imperialismo.
El ejemplo de Caracas aparece confuso, pero lleno de contundentes elementos de reflexión, al interior del Partido. La aparición de tres candidaturas diferentes, dentro de la misma causa revolucionaria Chavista, no puede calificarse a priori (no es buena ni mala en si) ni debe servir para estigmatizar a quienes optaron por candidaturas nuevas y no psuvistas.
La unidad de las y los revolucionarios, es necesaria y posible, pero debe comenzar a plantearse mucho más allá de los procesos electorales.
La Revolución no es para ganar elecciones sino para ganar el poder (que no es el gubernamental. El cual, de paso, ya lo tenemos), para ganar el socialismo, para construir la sociedad de los iguales, el comunismo.
Es oportuno, entonces, este tiempo para revisarnos por completo, desde nuestra trinchera y compromiso de clase proletaria. El asunto no es solamente electoral. Es, fundamentalmente, de Unidad para vencer y no para venceremos sectariamente entre nosotros mismos.