Si la inteligencia fuera innata, ningún hombre sería libre. Si los hombres no fueran iguales, la democracia como sistema de gobierno carecería de razón de ser. Sería un régimen que a la larga, necesariamente tendría que sucumbir. Si por naturaleza los hombres no son iguales, no tiene ninguna lógica que sus votos valgan igual. Si la igualdad es imposible, entonces la democracia es imposible (…) La democracia sin igualdad es una farsa. Una nueva forma de dictadura.
Luis Alberto Machado – La revolución de la inteligencia –
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Los defensores del madurismo se han quedado sin argumentos para justificar la barbarie política, económica y social que atraviesa Venezuela desde 2013, año en el cual Nicolás Maduro llegó a Miraflores por la vía electoral.
Desde ese entonces, el país fue convertido en un reducto de improvisaciones, pésimas ejecutorias y una constante supresión de las libertades democráticas, es decir, permanentes violaciones a la Constitución que han desembocado en un acelerado empobrecimiento de los venezolanos, así como una destrucción de la economía, llegando al extremo de que un país petrolero, ni siquiera pueda producir la gasolina y los lubricantes que necesita su mercado interno.
Desgraciadamente, sí tenemos que construir analogías históricas, tendríamos que decir que aquel dominio que imperaba por parte de los españoles en Venezuela, entre finales del siglo XV y principios del XIX, que fue derrotado por Bolívar y su ejército, y que posteriormente, sería el eje para ir conformando un conjunto de naciones republicanas, sin el yugo de la esclavitud y la explotación del ser "humano" sobre otros seres humanos, ha regresado en el último lustro no sólo con mayor vigor, sino que los venezolanos hemos sido objeto de experimentos políticos y sociales para que una inmunda claque política, en el nombre de una prostituida revolución, haya mancillado los preceptos fundamentales de la dignidad, cuando el salario de cualquier trabajador ni siquiera permite asegurar la alimentación básica de su familia, lo cual incluso, coloca a la población en condiciones más deplorables que aquellos esclavos en tiempos de colonización.
¡Claro! Para Maduro y sus congéneres como el actual ministro del trabajo, los venezolanos seguimos teniendo el salario más alto de "América Latina"¹ (enero 2018), al realizar la absurda división de tales ingresos entre una tasa inexistente en términos de Bs. 10 por dólar. O sea, de acuerdo con tal burócrata, cualquier trabajador gana en este momento en nuestro país, más de 79 mil dólares mensuales. Por eso es que el madurismo no sólo es una mediocridad política, sino quienes lo integran, son un conjunto de insensibles individuos que disfrutan al ver sufrir al pueblo. Actúan como aquel dueño de esclavos que caía a latigazos a éstos porque no cumplían o infringían sus "normas". Eso es el madurismo. Si un ciudadano sale a criticar o exigir sus derechos constitucionales, puede ser perseguido, encarcelado o hasta asesinado por "balas perdidas".
El madurismo como dueño del poder político, también intenta ser el dueño de nuestras vidas. Por ello, el gobierno intenta decidir qué debemos comer, en cuántas cantidades y hasta que día tenemos que recibir esos alimentos. Esa es la razón por la cual nos exigen "poseer" un mal llamado "carnet de la "patria", que vendría a ser como la marca en la piel que tenían los esclavos en tiempos del imperio español. En síntesis, quienes han ideado esta estructura de sumisión política, pretenden ser nuestros "amos", imponiendo su voluntad aunque ésta nos destruya como ciudadanos, como pueblo, como nación.
Las pretensiones hegemónicas del poder político del madurismo no están orientadas hacia el bienestar de la gente, sino concentradas en la perpetuidad neototalitaria, acompañada en el hundimiento de la pobreza de los venezolanos para someterlos y dominarlos a su antojo como pueblo, con la complicidad de una bazofia militar y cobarde que sólo utiliza las armas para reprimir a quienes se levanten contra el yugo opresor. El madurismo es la esclavitud del siglo XXI. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
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